Cucha, de Celia Argüello, es una obra que teje "gestos" que aparecieron en la pandemia y otros que "quedaron obsoletos". "Sale de habernos quedado dentro de nuestras casas cumpliendo muchas reglas, y de cómo eso caló en los modos en que nos relacionamos con nuestros amigos, parejas, vecines", cuenta la directora a Página/12. Se la podrá ver dentro del FIBA este viernes y sábado a las 21, en Planta Inclán, con reserva previa.

"Es inevitable que la pandemia se filtre en el arte. No quisiera evitarla ahora que tenemos la oportunidad de volver a hacer. Es una oportunidad para pensar los modos en que estábamos haciendo, nuestra relación con el arte, nuestros colegas. Esta es una obra de muchas emociones; implica volver a hacer pero de un modo muy distinto, sin la posibilidad de tocarse, abrazarse. De que los cuerpos tengan comodidad", detalla. La bailarina, coreógrafa y docente nacida en Córdoba presentó antes trabajos como Villa Argüello, De cómo estar con otros y Proyecto Diógenes. Su nuevo material tiene movimiento, texto, video, canciones: "Aprovechamos que nos van a ver y pusimos todo lo que podíamos poner", dice.

Foto: gentileza Flor Castronovo.

Cucha, el título del espectáculo, alude al "refugio", el "hogar", que en tiempos de pandemia se volvió "escenario de los modos de existencia". De acuerdo a la sinopsis, la obra transita por algunas preguntas: "¿Qué gestos y prácticas trasladamos desde ese adentro hacia el afuera? ¿Qué gestos nos develan domesticables? ¿Cuáles se vuelven obsoletos y cuáles debemos reinventar para una interacción posible?" Las diversas coreografías "ondulan entre el retorno a una aparente normalidad y una variación que detona aquello que está naturalizado, pactado, aceptado". La génesis del proyecto se remonta a 2018, a una residencia en Casa Sofía, en la que la directora trabajó en conjunto con dos intérpretes: Pablo Castronovo y Andrés Molina. En la ficha, los performers aparecen también como creadores del espectáculo, y entre elles están también Macarena Orueta y Samanta Leder.

El contexto ingresa a la obra por diferentes frentes. "El problema habitacional empezó a ser mucho más extremo durante la pandemia. No sólo en términos de cómo pagar el alquiler, sino también por las condiciones en que vivimos. Trajo muchas preguntas en torno a eso. Hay dos personas del equipo que se quedaron sin trabajo en medio de la pandemia. Los artistas llevamos vidas de perros. Todo esto atraviesa a la obra", agrega la bailarina, a quien por el coronavirus se le cancelaron todos los trabajos.  Sobrevivió gracias a ahorros. También el espectáculo se ve afectado en la forma por las condiciones actuales: "Las distancias y proxemias tienen que ver con el contexto". Es algo muy inusual para el ámbito de la danza y un nuevo desafío para les creadores.