Anotaba en un artículo la escritora y psicoanalista Laura Palacios que, en el principio de los tiempos, el Jardín fue el paisaje natural del deseo: un lugar originario y esencial. “Es el sitio donde germinó el mito de la creación, sitio al que imagino selvático e inconsciente. Pero un buen día, como fabula ese gran sabio que fue Mark Twain, el Jardín se convirtió en una metáfora de Eva”, discurría la autora, que sumaba en la nota versos de la pluma de Octavio Paz: “Una casa, un jardín, no son lugares: giran, van y vienen. Sus apariciones abren en el espacio otro espacio, otro tiempo en el tiempo”. Y es otro tiempo y es otro espacio los que brotan del film Vergel, de la directora Kris Niklison (Buenos Aires, 1966) ,de mirada genuinamente independiente, poética. Donde la exuberancia vegetal -símbolo del ciclo de la vida- acompaña a una mujer en un duelo inesperado, en su dolor a carne viva. Donde la soledad es irrefrenable; y las plantas marchitan. Donde el erotismo, vibrante, se siente en el aire. Y el agua cura. Donde la luz es natural y colores, vivificantes…

Protagonizada por la actriz brasilera Camila Morgado (Olga, de Jayme Monjardim) y por la argentina Maricel Álvarez (en cine: Biutiful, de Alejandro González Iñárritu; en teatro: Hécuba o el gineceo canino, Woyzeck…), Vergel se estrenará la semana próxima como parte de la competencia nacional del Bafici. Digna sucesora de la elogiada y multipremiada Diletante (donde Niklison rendía amoroso homenaje a su madre, Bela Jordán), se trata de una coproducción argentino-brasilera escrita y dirigida por KN. Que como si fuera poco, también estuvo a cargo de la dirección de arte y de fotografía. 

Sobre la génesis de la película, cuenta Kris: “Hacia fines de 2008, compré un departamento -donde hoy vivo- que es muy particular: todos los ambientes dan a una terraza, y la terraza da a cinco esquinas. Mi madre me sugirió entonces que hiciera una fiesta donde los invitados me trajeran plantas. Siguiendo su consejo, le pedí a una amiga diseñadora que bosquejara la invitación, y ella me envió un boceto en un mail cuyo asunto era ‘Vergel’. Al leer esa palabra, verla, escucharla, imaginé la historia entera. Ahí mismo, en ese preciso instante. Lo que siguió fue escribirla, aunque recién en 2012 empecé realmente a trabajar en la película. Fueron 5 años de mover cielo y tierra para llevarla adelante”.

Egresada de la Escuela Nacional de Arte Dramático, Niklison es reconocida internacionalmente como actriz, coreógrafa, autora y directora teatral (sus espectáculos de teatro físico fueron presentados en más de 20 países de 4 continentes). Trabajó con DarioFo y Peter Greenaway; también en Cirque du Soleil. Vivió durante más de 2 décadas en Ámsterdam para luego retornar a Buenos Aires, donde viró hacia el cine y fundó Basata, su productora. Hoy es la orgullosa, entusiasta creadora de Vergel, su segunda película, sobre la que conversa con Las12. 

En Vergel, la historia gira alrededor de una mujer brasileña que aguarda que le entreguen el cuerpo de su marido, que ha muerto mientras vacacionaban en Argentina. Trámite kafkiano,enrevesado, complejo.

–La muerte del marido es anterior al comienzo de la película; la acción transcurre durante esa espera, que ella erróneamente cree que va a ser muy breve. Pero como es un film donde lo que importa es lo que la mujer transita emocionalmente, no se detiene Vergel en la burocracia. Es el obstáculo, sí: lo que provoca que ella tenga que estar encerrada en ese departamento, con ella misma, con esas plantas, con la vecina de abajo que viene a regarlas. Pero lo que interesa es precisamente la situación de duelo repentino que ella vive a carne viva, y el mundo nuevo que se abre en ese aguardar. Ella está comprendiendo el ciclo de la vida: cuando se entiende la muerte, se entiende la vida. Y en ese sentido, las plantas van en paralelo, como un espejo, una metáfora del ciclo. Lo vegetal y lo animal están muy presentes en Vergel; hay algo muy primario en la manera en la que protagonista lidia con la pérdida.

La espera, sin embargo, no es meramente contemplativa, pasiva; una tras otra, se suceden situaciones de diversa índole.

–No paran de suceder cosas tremendamente intensas, de todos los órdenes: la mujer empieza a confundir realidad e irrealidad; se le mezcla el día y la noche, el adentro y el afuera… Hay un programa de televisión donde una japonesa brinda filosofía oriental, y esa filosofía llega a su inconsciente. Están los vecinos del otro lado de la calle, sobre los que comienza a proyectar sus fantasías. Y está la vecina de abajo, que trae la luz, el sacudón.

Vecina interpretada por Maricel Álvarez, sobresaliente en un rol de vital importancia…

- Mirá, Vergel es un drama, sin ser un dramón. Trata de un gran dolor y de un modo de mitigarlo que es, en efecto, sorprendente. En la misma medida de ese dolor, lo que sucede es inmenso. En ese sentido, el personaje de Maricel -que ha hecho un trabajo extraordinario, al igual que el resto elenco- es crucial. Así como no hay Diletante sin Cata, la empleada de mamá, no hay Vergel sin la vecina. A mí me gusta definir la película como el choque de dos pulsiones que son opuestos complementarios: la pulsión de vida y la pulsión de muerte. La mujer es la pulsión de muerte: está en un túnel de sombras, de soledad. Y la vecina que llega a regar es vida pura: la luz, el renacimiento, un florecer inesperado. Es liviana, en el mejor de los sentidos. Y aunque la mujer al comienzo le abre la puerta sin muchas ganas, luego comienza a darse cuenta que no hay mejor lugar en el planeta para atravesar el duelo que junto a esa vecina. 

¿Cómo fue el trabajo con las actrices?

–A mí me encanta comparar las artes con el sexo, y creo que un buen director es como un buen amante: te da besos, te da caricias, y despacito vos vas queriendo llegar adonde vas a llegar… Yo a las chicas les revelaba muy poco de mis planes secretos, pero de entrada se estableció una confianza inmensa y un diálogo de mucho respeto. Y eso fue fundamental porque Vergel es una película de mucho riesgo, de mucha revelación, pero ellas sabían que podían tirarse a la pileta porque estaba planteada como una cinta elegante, de actuaciones convenidas, que no iba a ser efectista. Con Camila (Morgado, protagonista), por ejemplo, el acuerdo era que ella no iba a llorar nunca; yo quería la ebullición, lo que se generaba antes. Y ambas lo dieron todo, se brindaron por completo.

La descripción que dabas de tu apartamento coincide con el departamento de la cinta…

–Es que es mi departamento. Pero si elegí esta locación es porque este espacio inspiró la historia, y esta luz inspiró la fotografía. De hecho, cuando me lo mostraron por primera vez, pensé: “Yo acá tengo que hacer una película”. Ahora ya puedo mudarme (risas). No había otro sitio posible para Vergel. Entran los rayos del atardecer horizontales, dando un efecto dorado… Fue un ida y vuelta: dejé que el lugar me dijera qué acciones sucederían allí; y que la historia que tenía en mi cabeza encontrara sus rincones. Me di el lujo de filmarla, producirla, fotografiarla, hacer el arte, editarla. Que es un poco mi escuela, porque lo mismo sucedió con Diletante y así había trabajado mis espectáculos teatrales.  

Las plantas, con tanto peso específico en el film, son entonces tus plantas.

- Sí, las planté una por una; debe haber más de mil… Conseguimos donaciones de viveros, de escuelas de jardinería; traje plantas de Santa Fe, brotes de Brasil de contrabando. Salía a la madrugada a juntar gajos por el barrio. Porque no quería un decorado, ni plantas de plástico ni prestadas: yo quería el jardín crecido. Y creo profundamente que el amor con el que las plantamos, con el que fuimos construyendo este escenario, no puede no estar reflejado en la película; es imposible. Para mí, hay allí algo del brindarme por completo, del abrirme… Por eso filmé a mi mamá; por eso la gente veía mis obras y me decía: “Cuando veo tus shows siento que estoy en el living de mi casa”. Para mamá no había nada más íntimo que mostrar tus pensamientos; para mí, lo que verdaderamente te despega de los otros es lo que imaginás. Porque nadie sueña igual a nadie; no hay nada más singular. 

Ya que hablamos de esperas, ¿cómo estás lidiando con la expectativa del inminente estreno en Bafici, que es a su vez la premier mundial?

- En este preciso momento, ¡aterrorizada! Porque Vergel es una película jugada en todos los aspectos: en la temática, en la forma, en la edición, en los encuadres, en la narrativa… ¡Es una película libre!, y eso me tiene aterrorizada. Habrá películas mejores y peores, pero como Vergel no hay otra igual. Yo soy cinco veces escorpiana, y como buena escorpiana soy muerte y renacimiento, soy sexo. Navego aguas muy profundas. Esta película sale de alguien que busca en esos lugares.

En tu próximo proyecto, El Barquero, también navegará esas aguas…

- Me voy a zambullir de lleno. Es mi próximo gran amor. Recientemente ganamos el premio al desarrollo de Ibermedia y lo acabamos de presentar a un concurso del INCAA… El año anterior a filmar Vergel, viajé 4 meses a la India. Estando en Calcula, escribí este guión, que trata sobre un hombre que vivió en otro lugar, en un tiempo remoto, con otro dialecto. Con su bote cruzaba a la gente de una orilla a la otra del río, pero también ayudaba a los moribundos a morir, a pasar de un lado a otro de la existencia. Entendemos muy poquito de la muerte en estas latitudes, estamos a años luz... En cierto modo, pareciera ser mi tema. En Diletante, era el prepararse para esa muerte que llega. En Vergel, a qué muerte interna te lleva la muerte de un ser querido... 

Vergel, de KrisNiklison, se presenta en la 19a edición Bafici 2017 como parte de la Competencia Argentina. Funciones: Lunes 24 - 20:20 - V. Recoleta 8. Martes 25 - 17:25 - V. Recoleta 8. Jueves 27 - 23:00 - V. Caballito 7.