Su nombre es Elizabeth Oviedo Villalba pero le dicen “Lichita”, tiene 15 años y está desaparecida desde el 30 de noviembre del 2020. Esta semana una comitiva compuesta por la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la Mutual Sentimiento, Mumalá, la Gremial de abogados y abogadas y Ni Una Menos viajó rumbo a Paraguay para exigir la aparición con vida de la niña.

Lichita es la prima de Lilian Mariana y María Carmen Villalba, las dos niñas argentinas de 11 y 12 años que fueron asesinadas por las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC) del gobierno paraguayo en un operativo contra el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) en la estancia Paraíso de Yby Yaú, en Concepción. En aquel entonces, la Cancillería Argentina pidió al gobierno de Mario Abdo Benitez (h) el esclarecimiento de la muerte de las dos niñas y la aparición con vida de Lichita que fue desaparecida días después del operativo. El martes pasado el juez de la niñez del Amambay, Elvio Denis Insfrán dio lugar al habeas corpus presentado por La Coordinadora de Derechos Humanos de Paraguay (Codehupy) y ordenó a la policía Nacional buscar a la niña desaparecida, seis meses después de la última noticia que se tiene de ella.

Lichita nació en cautiverio y pasó sus primeros 10 meses de vida en el Pabellón Nº 2 de la Cárcel Buen Pastor, lugar en donde permanece condenada su madre, Carmen Villalba, integrante del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP). Tanto las dos niñas argentinas asesinadas como Lichita vivían en la localidad de Puerto Rico, provincia de Misiones y habían ido a visitar a sus familias en noviembre de 2019. Las niñas planificaban regresar a Argentina en Marzo de 2020, pero a causa de la pandemia y por el cierre de fronteras no pudieron concretar la vuelta. Los cuerpos de las dos niñas fueron enterrados en una fosa común en la localidad de Ybu Yaú donde fueron ejecutadas. La presión internacional hizo que se pudiese llevar adelante la exhumación de los cuerpos que posteriormente fueron enterrados en el Pueblo de San Pedro. De Lichita no se tiene ninguna pista.

El 2020 fue para Paraguay lo que a muchos lugares del mundo, una bisagra que que hizo crujir una serie de luchas latentes: el extractivismo, la desigualdad, la falta de presencia del Estado y la violencia machista que va a por las niñas y mujeres: “El Estado paraguayo está dando una clara muestra de disciplinamiento y eso es muy peligroso. Carmen Villalba cumple con una condena, mientras tanto le matan a dos sobrinas y una de sus hijas está actualmente desaparecida. El Estado no busca a Lichita, más allá de que organizaciones internacionales y de derechos humanos lo exigen ¿Por qué? Porque es hija de una militante popular”, explica Lila Báez, integrante de la Secretaría de Trabajadorxs Migrantes y Refugiadxs de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).

“Sostener una agenda que contemple la vulneración de derechos a mujeres y a niñas es muy complejo en una sociedad que está harta de la opresión y de la injusticia”, agrega Lila Báez sobre un país de 7 millones de habitantes y todos los días cuenta 40 muertes por covid mientras no hay acceso a vacunas. Sin embargo, esa agenda es impostergable y aparece como un mazazo mientras se busca a Lichita Oviedo y se reclama Justicia por las niñas en un país donde la infancia termina demasiado rápido.

En Paraguay existe un dispositivo al que llaman “criadazgo”, se trata de mujeres y niñas llevadas a los centros urbanos por familias de alto poder adquisitivo para realizar tareas domésticas con la promesa de tener un techo, estudiar y trabajar: “Las historias terminan siendo muy diferentes. Entran en círculos de violencia perpetrados por los varones pertenecientes a esas familias. Un hermano o un padre abusador son moneda corriente” cuenta Rocío Casco, ex legisladora nacional por el Partido Socialista. El criadazgo es una institución cultural, resulta difícil desmantelar una práctica sostenida en la creencia de que existe una bondad de familias de mayor poder adquisitivo. “Está muy arraigado el mito de la Cenicienta que termina convirtiéndose en princesa, muchas veces nos ven a nosotras las feministas como las que no queremos que las niñas progresen. Esta institución cultural está muy defendida por todos los sectores conservadores de nuestro país”, concluye Rocío.

El asesinato de las dos niñas argentinas fue celebrado por el actual presidente de Paraguay, Mario Abdo Martinez (h), hijo de quien fue secretario de Alfredo Stroessner, presidente de facto desde 1953 a 1989. Para el máximo mandatario fue un “exitoso” operativo en el que las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC) abatieron a dos miembros del EPP que habían sido inmediatamente enterrados por protocolo Covid. Tenían 11 años pero para el gobierno paraguayo no eran niñas.

En Paraguay en el 2020 las ollas solidarias tuvieron un gran protagonismo para enfrentar la pandemia: mujeres organizadas en distintos territorios haciendo frente al hambre y a la miseria que se vio recrudecida con la pandemia dentro de un sistema sanitario que está colapsado desde hace mucho tiempo. “Tenemos una tasa muy alta de niñas y adolescentes que son madres, ningún gobierno ha desarrollado políticas de Estado que se ocupen. En Paraguay los derechos de quienes menos tienen son vulnerados pero los de las mujeres aún más. A partir de las dos niñas asesinadas argentinas se empezó a hablar de estas políticas de estado con perspectiva de género sin embargo es mucho el camino que queda por recorrer”, explica Rocío Casco.

La comitiva argentina integrada por organizaciones de DDHH, sociales y feministas llevará adelante varios encuentros con organizaciones sociales, políticas, parlamentarias, organismos del Estado paraguayo y organizaciones feministas en Asunción y en la localidad de Ybu Yaú. ¿Llama la atención que las niñas que van a realizar tareas domésticas cambio de un plato de comida prometiéndoles un cambio de vida sean parte de la misma estructura que hace que otras sean asesinadas en el marco de un operativo que las muestra como combatientes peligrosas? En este contexto, la campaña “Eran Niñas” se llevó a cabo en varios lugares de Paraguay, Uruguay y Argentina, poniendo el foco en como la falta de perspectiva de género, el criadazgo y la violencia patriarcal y extractivista les quita a las niñas y adolescentes el derecho a una vida de infancia plena.