Desde París

Pronunciar en Francia la palabra “laico” es abrir un debate instantáneo. Ese concepto que suscita pasiones políticas determina la separación y la neutralidad del Estado ante las ideas religiosas y la independencia de las instituciones estatales o privadas ante las corrientes confesionales. Sin embargo, en estas atípicas elecciones presidenciales, el voto confesional está llamado a desempeñar un papel preponderante, tanto el de los musulmanes, diez por ciento de la población y cinco por ciente del cuerpo electoral,  como el de los católicos, 14 por ciento. Vapuleado por el flujo de revelaciones que mostraron el lado oscuro del candidato de la derecha, François Fillon, este católico liberal declarado cuenta con la base del voto católico para saltar la línea de la primera a la segunda vuelta. 49 por ciento de los católicos de Francia estarían dispuestos a votar por él, contra 25 por ciento por Marine Le Pen y 9 por ciento por Emmanuel Macron. Fillon ha multiplicado los operativos seducción dirigidos a los católicos y llegó incluso a afirmar que integraría en su gobierno al movimiento Sens Commun, una plataforma católica ultra conservadora que adquirió protagonismo durante las manifestaciones en contra de la ley que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. El voto de los musulmanes de Francia también es decisivo, tanto por su volumen como por los cambios de orientación política constatado en los últimos años y el papel que ese voto jugó en las pasadas elecciones. 

En 2012, 86 por ciento de los musulmanes votaron a favor del actual presidente, el socialista François Hollande, 20 por ciento lo hicieron por la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon y siete por ciento por Nicolas Sarkozy. Este electorado siempre fue identificado como conservador e inclinado a votar por la derecha pero, desde 2005, las posturas anti musulmanas de la derecha, su proximidad con las narrativas de la ultra derecha, especialmente con el ex presidente Nicolas Sarkozy, fueron cambiando el rumbo del voto. El islam es, de hecho, la segunda religión de Francia. Un estudio de 2013 indica que “la variable religiosa introduce una línea de separación muy marcada”. Por ejemplo, entre los obreros y empleados de confesión musulmana, el total de votos que se inclinan por los socialistas y la izquierda “alcanza 82 por ciento”. Jérôme Fourquet, director del departamento opinión de la consultora Ifop, califica el voto de los musulmanes como una “minoría significativa”. La inclinación electoral de este electorado reviste en 2017 una función mucho más determinante debido a la posición de fuerza en la cual se encuentra la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen y sus, hasta ahora, 25 por ciento de intenciones de voto para la primera vuelta del domingo 23 de abril. Los analistas destacan que la xenofobia galopante de Marine Le Pen y la retórica que logró introducir en la sociedad que hace de los musulmanes un “peligro” cultural para los valores de la República harán que este voto confesional actúe como una suerte de “voto de contención” (Jérôme Fourquet) ante la ultra derecha. El responsable de IFOP está convencido de que “la perspectiva del ascenso al poder del Frente Nacional puede actuar como un poderoso estimulante para movilizar en la segunda vuelta al electorado musulmán”. Es lícito recordar que tanto Marine Le Pen como François Fillon, empecinados en seducir a los electores de la derecha, se pusieron en contra a los franceses musulmanes. Fillon, por ejemplo, anunció que pondría al culto musulmán bajo “control administrativo”. La idea fue calificada como “decepcionante” por Amar Lasfar, presidente de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia, UOIF. Para los franceses de confesión musulmana la campaña 2017 ha sido un espanto. Amar Lasfar asegura que “los musulmanes están decepcionados”, tanto más cuanto que “los candidatos a la elección presidencial francesa no conocen nada sobre el Islam, ni sobre los musulmanes”. 

Si ese voto confesional parece mayoritariamente perdido para la ultraderecha y la derecha, con el católico no ocurre exactamente lo mismo. Nicolas Sarkozy fue uno de los primeros en lanzarse a la conquista de esos electores cuando evocó “las raíces cristianas” de Francia y la centralidad de “la familia”. El perfil del candidato François Fillon fue, al principio, una suerte de oasis para los católicos, sobre todo los más conservadores. Fillon está en contra de todas las conquistas de sociedad que irritan a los católicos: Fillon se opone al matrimonio entre seres humanos del mismo sexo, no quiere saber nada con las familias monoparentales, pone en tela de juicio la legalización del aborto así como la procreación asistida de las mujeres solteras. Es un adepto irrenunciable a todos los valores de la familia. Fillon trabaja con un voto cautivo porque el 54 por ciento de los votantes católicos se reconoce en la derecha. Este dato es el resultado de un exhaustivo estudio realizado por el Cevipof, el Centro de Estudios de la vida política francesa entre 2015 y 2017 (20.000 personas consultadas). Según este estudio, 47,9 por ciento de los católicos practicantes erigirían a Fillon, 15,9 por ciento a Marine Le Pen y 10,6 por ciento a Emmanuel Macron. El sociólogo y politólogo Claude Dargent constató en al diario católico La Croix que “cuanto más fuerte es la integración al catolicismo, el voto a favor de la derecha y la hostilidad ente el Frente Nacional (extrema derecha) son más elevadas”. Los escándalos de corrupción que deslucieron la imagen de Fillon cuando se supo que había contratado de forma ficticia a su esposa e hijos en la Asamblea Nacional le hicieron perder su postura de casi presidente que ganó tras vencer inesperadamente tanto al ex presidente Nicolas Sarkozy como al ex Primer Ministro Alain Juppé en las primarias de la derecha. El sociólogo y politólogo Claude Dargent opina que ese escándalo no cambiará el rumbo del voto “porque, en el fondo, no hay solución para esos electores católicos”. Sin embargo, otros investigadores no comparten la idea de que la victoria de François Fillon se juega en las iglesias. Un ensayo escrito por Jérôme Fourquet et Hervé Le Bras para la Fundación Jean Jaurés (La guerre de trois) desmitifica ese análisis debido al hecho de que, como se mencionó, los católicos votan mayoritariamente a la derecha. Los autores escriben que “Fillon no ha ejercido una atracción particular en el electorado católico”.  

El voto confesional irrumpe otra vez como una variable influyente en estas elecciones. Los índices de influencia pueden parecer bajos. En Francia, sólo el cinco por ciento de la población va a la misa. No obstante, las diferencias entre los candidatos es débil y es allí donde el voto confesional sí mueve los parámetros. Los cuatro primeros candidatos, Marine Le Pen (Frente Nacional), Emmanuel Macron (En Marche !), François Fillon (Los Republicanos) y Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa) están separadas por pocos puntos: uno a tres puntos entre Le Pen y Macron, cuatro a siete entre estos y Fillon y Mélenchon. A falta de otra opción, los católicos se verán obligados a votar por un hombre cuya realidad y sus gustos son lo opuesto de lo que vendió como imagen. Los franceses de confesión musulmana no tienen otra opción que la de abstenerse o votar por el centro o la izquierda. Conservadores desde la base, las ofensas e humillaciones de las retóricas de las derechas francesas los hicieron deslizarse hacia otras urnas. Dios será, en 2017, el guardián secreto de las llaves de la victoria presidencial. 

[email protected]