Desde Río de Janeiro. El pleno regreso de Lula a la vida política cambia los términos de los enfrentamientos políticos. Hasta entonces, el centro de los choques estaba en el marco de la derecha, entre Bolsonaro y los sectores de derecha que, apoyando su política económica, se apartaban de su estilo de gobierno. Entre Bolsonaro y el Poder Judicial, entre Bolsonaro y el Congreso, entre Bolsonaro y los medios.

Ante estos enfrentamientos, la izquierda tenía que posicionarse, siempre contra Bolsonaro. Pero no fue protagonista. Fue un frente concreto, en el que la derecha puso los términos del enfrentamiento con Bolsonaro. El horizonte de la lucha estuvo acotado por la derecha contra la extrema derecha, que no tocó la política económica del gobierno. Chocó con las tendencias autoritarias de Bolsonaro.

La reaparición de Lula cambia los términos de los debates y enfrentamientos. El hecho de que políticos de derecha como Fernando Henrique Cardoso, Antonio Delfim Netto, Rodrigo Paes, Gilberto Kassab, eligieran votar por Lula en la segunda vuelta, representa una importante deserción de la derecha y la voluntad de considerar a Lula como una opción menos mala, en comparación con Bolsonaro.

La división de la derecha es un síntoma más de la pérdida de capacidad narrativa y hegemónica de la derecha. Su discurso en la lucha contra la política y la corrupción ha perdido la capacidad de ganar y mantener adhesiones mayoritarias en la sociedad. La pérdida de apoyo de Bolsonaro no impide que siga teniendo, al menos en las encuestas, un nivel de apoyo que, al igual que en 2018, lo convierte en el principal oponente de la izquierda, el Partido de los Trabajadores y Lula. Los demás, que generalmente son candidatos que buscan expresar una supuesta tercera vía, están divididos, no logran sumar un apoyo político y social significativo. En la última encuesta, en la que Lula lidera sobre Bolsonaro, solo quedan 12 por ciento para los otros candidatos. Ellos mantienen sus candidaturas, porque creen que, en algún momento, la derecha puede abandonar masivamente a Bolsonaro y buscar alternativas.

La izquierda necesita comprender la nueva posibilidad que se le presenta y estar a la altura de los desafíos. En primer lugar, como subraya Lula, centrarse ahora en las necesidades urgentes de la población: ayuda de emergencia, empleo, vacunas. Identificarse con las urgencias de la masa de la población, abandonada por el gobierno.

La lucha por el impeachment de Bolsonaro no debe ser abandonada por la izquierda. El control del Congreso por parte de Bolsonaro es más frágil ante el descontrol de la pandemia, expresado en declaraciones, especialmente del presidente de la Cámara, en quien Bolsonaro tenía confianza para frenar el impeachment. Revela cómo el Centrão se ve afectado por el desgaste de Bolsonaro y lo abandonará si ese desgaste compromete su apoyo electoral.

Un impechmant depende de otro factor, ausente por el momento: la cuarentena evita que el rechazo de Bolsonaro promueva grandes movilizaciones callejeras. Los cacerolazos son un ejemplo de cómo este rechazo se extiende y se vuelve más vigoroso. Pero el clima de que la mayoría ya no soporta a Bolsonaro, requiere una movilización callejera, que no debería regresar hasta dentro de unos meses.

Pero alguna circunstancia puede encender la chispa que propague rápidamente un clima que haga viable el impeachment. La mayoría de los empresarios están muy descontentos. La gran mayoría de los medios también. Será indispensable que se rompa la base de apoyo parlamentario de Bolsonaro.

Más allá de esta posibilidad, que podría salvar a Brasil de su sufrimiento actual, la izquierda tiene que pensar en la posibilidad de que la disputa política desemboque en las elecciones de 2022. Para ese momento, la primera actitud responsable de la izquierda tiene que ser la de la unidad de todas las fuerzas, que hoy sólo puede darse en torno a Lula, el gran candidato de la izquierda.

Con una propuesta amplia para la reconstrucción del país, un país destruido desde todos los puntos de vista, que la izquierda recibirá como herencia de seis años de destrucción neoliberal en Brasil. No se trata solo de un frente político de fuerzas, sino también de una gran alianza social en torno a quienes están a favor de la restauración de la democracia, la reconstrucción económica y social del país, la reanudación del desarrollo económico, con políticas sociales de distribución de renta y la generación de ingresos y empleo.

La izquierda tiene que presentarse al país como la única fuerza que puede unir a la mayoría del país para afirmar la democracia, hacer crecer la economía, afrontar las desigualdades, recuperar la imagen de Brasil en el mundo. La izquierda brasileña necesita una gran victoria, ojalá ya en la primera vuelta, porque será una derrota no solo de la extrema derecha y la derecha, sino directamente de los militares, que se sumaron a la aventura del gobierno de Bolsonaro.

La izquierda necesita afirmar una amplia mayoría para restaurar la democracia, promover la desmilitarización del Estado brasileño, terminar con la financiarización de la economía y volver a imponer una dinámica productiva, combatir las desigualdades, generar empleos, promover los derechos de todos.