Por Mario Wainfeld

En una semana:

* La Argentina abandonó el Grupo de Lima.

* Los presidentes rioplatenses Luis Lacalle Pou y Alberto Fernández polemizaron con crudeza en la reunión del Mercosur.

* Su colega estadounidense Joe Biden volvió a invitar a AF a la Cumbre de Líderes sobre el Cambio Climático.

* El ministro de Economía Martín Guzmán se reunió con la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI) Kristalina Georgieva.

* Prosiguen las tratativas para conseguir más dosis de vacunas en distintas comarcas del planeta.

La política exterior nacional, sugerimos, no se resume en las pavas comparaciones con Venezuela ni en el simplismo del discurso dominante.

No vale como consuelo aunque sí como descripción: imposible que sucediera de otro modo un país de tamaño medio, endeudado hasta el caracú, que convive en una región dominada por regímenes de derecha o centro derecha y que limita con naciones en condiciones sanitarias explosivas.

En relaciones internacionales --más allá de la comunicación virtual y la circulación del dinero a velocidades incomparables-- el tamaño importa, la presencialidad domina y la geopolítica sigue siendo crucial.

La varadura del carguero en el Canal de Suez invita a comprender que el comercio internacional conserva constantes desde hace más de medio siglo. El canal concentra más del diez por ciento del tráfico de mercancías mundial. Una nave que no va y queda trabada produce tanto daño como en el pasado.

El round del Mercosur “roba cámara” y permite a la oposición autóctona embanderarse con la enseña patria uruguaya. No exactamente como Artigas, pongalé.

Para este cronista, el ranking de importancia de lo sucedido podría encabezarse por las vacunas y seguir con las tratativas con el Fondo, luego el adiós al Grupo de Lima. La polémica del Mercosur es añosa, el acting del viernes se sustanciará en reuniones más trabajosas y templadas.

Claro que todo ocurre al mismo tiempo y se interinfluye pintando un cuadro matizado y complejo.

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Lima, sucursal de la OEA: La Organización de Estados Americanos (OEA) funciona como sucursal del Departamento de Estado, La mejor definición sobre el titular de la OEA, Luis Almagro, provino de su compatriota el ex presidente José Pepe Mujica: es un converso de la peor especie.

El Grupo de Lima replica los lineamientos de la OEA, monotemático respecto de Venezuela.

En minoría en América del Sur y en ambos organismos, el Gobierno argentino hizo malabares para no secesionarse. Provocó, según los trances, reacciones críticas de afuera y desde su propia coalición. Haber aprobado el informe de Michelle Bachelet sobre Derechos Humanos causó repudios internos. La respuesta de AF y del Canciller Felipe Solá sigue pareciéndole razonable a este cronista. La Argentina tiene una larga y honrosa tradición acompañando a los organismos internacionales de Derechos Humanos. Y Bachelet es una ex presidenta chilena reelecta no homologable a las derechas rabiosas.

El límite infranqueable de la política oficial, anclado en otra tradición virtuosa, es oponerse a cualquier forma de intervención extranjera en la política interna venezolana. Sea a la patética investidura internacional de José Guaidó, sea a amenazas de desestabilización variadas.

Durante más de un año se pensó que era mejor discutir “desde adentro” del Grupo de Lima con más coherencia que eficacia, ahora se privilegió un gesto de ruptura. Con mirada progresista la pregunta crítica no sería por qué hacerlo sino si hacía falta esperar tanto.

De cualquier modo, la pertenencia al Grupo no impidió las mejores acciones de Fernández; haber salvado y asilado al ex presidente boliviano Evo Morales (decisiones coronadas con las elecciones presidenciales), haber apoyado al ex mandatario brasileño Lula da Silva y al candidato a presidente de Ecuador Andrés Arauz.

AF no se limita a ser “un nostálgico del 2010”, también interactúa con jefes de otros estados, de distintas ideologías y de todo el globo.

Lo que explica en parte el convite de Biden e induce al presidente a imaginar movidas ambiciosas, sin precedentes (entre difíciles e imposibles) en el escenario global. Todo lo cual merece otro parrafito.

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Otro parrafito: Biden ratificó por carta la invitación que le había formulado a Alberto Fernández platicando por zoom tras haber sido electo. “Un gesto”, traduce un embajador con mucho millaje y buen conocedor de Estados Unidos. No equivale a plata ni a un aval para las negociaciones con el FMI pero insinúa que para la Casa Blanca, Alberto dista de ser un clon de Nicolás Maduro o un títere de Vladimir Putin. En el Departamento de Estado computan que el presidente argentino es dialoguista, que habla asiduamente con su par chileno Sebastián Piñera y hasta con el colombiano Iván Duque.

Con Lacalle había compartido un asadito que se quemó con efecto retroactivo el viernes pasado. AF también puede servir como puente con Bolivia o con el agigantado ex presidente brasileño Lula da Silva.

Fernández peregrinó por Europa antes de la pandemia y cuenta con buenos interlocutores por allá. Argentina precisa que el FMI cambie las reglas de los acuerdos de Facilidades extendidas, concediendo plazos de espera más amplios y mejores condiciones de pago. Tamaño cambio tiene que resolverse “en el mundo" y no solo en Washington o Nueva York”, explican en Olivos y Economía, con distintas jergas e igual pensamiento. La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner extrema los argumentos sin contradecirlos. Puede leerse como una división de roles o como un pressing interno o como un mix pero nunca como antagonismo dentro del Frente de Todos (FdT).

El cónclave presidencial convocado por Biden ocurrirá en abril, casi al mismo tiempo que la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno a celebrarse en Andorra. Tal vez, comentan confidentes de la Casa Rosada, Alberto Fernández se valga de ese ámbito para pedir apoyo internacional en las tratativas con el FMI . Los principales aliados deberían ser los Jefes de Estado de España y Portugal, Pedro Sánchez y Antonio Costa, con los que el presidente conversa con frecuencia.

La solidaridad internacional ha escaseado en la era de la covid 19. Escalaron la concentración de poder y de riqueza, el egoísmo, el acaparamiento de vacunas. Quizá la segunda ola provoque un cambio de conciencia que se acicateará con reclamos concretos y eventuales aliados de porte, suponen en el Gobierno.

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Las diferencias de siempre, con lenguaje picante: Lacalle sorprendió por su lenguaje en el encuentro de Mercosur, imaginado como protocolar. Decir “corsé” vaya y pase, desbrozan en Balcarce 50… pero la alusión al “lastre” colmó la medida. Fernández, acaso sorprendido por la intensidad del planteo, replicó enfadado. Jamás expulsó a Uruguay del Mercosur porque no dijo eso, porque no es su ideario.  Por añadidura no podría hacerlo aunque quisiera.

“Menos mal que fue virtual, con presencialidad terminaban a las piñas” distorsiona y se solaza el politólogo sueco que hace su tesis de postgrado sobre Argentina en un informe elevado al Decano de Sociales de Estocolmo. El investigador hibernaba y se puso en movimiento: el Mercosur lo inspiró.

Nuestro amigo exagera pero las divergencias entre los socios “chicos” del Mercosur (Uruguay y Paraguay) y los grandes (Brasil y Argentina) son proverbiales. No se han reparado en treinta años, la entidad está trabada en muchos aspectos. Diferentes los países, distintas las expectativas y proyectos. No hay polarización extrema sino diferencias. “No nos negamos a hacer acuerdos sino a hacerlos de cualquier manera y con cualquiera” explican en el Palacio San Martín. Los uruguayos hablan de “abrirse al mundo”, los argentinos de "conectarse".

La polémica dominará la reunión presencial de Cancilleres a realizarse el 22 abril, posiblemente más documentada y ritual que el round entre los presidentes. Lacalle Pou conoce ese cronograma. Su provocación pudo ser  un capítulo internacional de la política doméstica: en medio de un trance sanitario grave “garpa” plantarse frente a la Argentina,

Está fresco el fracaso del Acuerdo de Libre Comercio con la Unión Europea (UE), una de las fantasías predilectas del ex presidente Mauricio Macri. La firma preliminar hizo llorar al ex Canciller Jorge Faurie. El entusiasmo naufragó en el Viejo Mundo. El pacto requería la aprobación parlamentaria de todos los países miembros de la UE. “Una quimera parecida al cambio de la Coparticipación Federal que exige el aval de todas las Legislaturas provinciales” extrapola el becario sueco, versado y chusco. En varios estados europeos se opusieron productores locales, con argumentos proteccionistas, caramba. No querían competir con bienes provenientes de este Sur acaso más baratos. En el Primer Mundo se trata con respeto a quienes elaboran bienes, laboran la tierra, mantienen fuentes de trabajo, tienen arraigo y suman votantes.

Ahora las pretensiones de los librecambistas sureños enfilan hacia Corea. No les es fácil armar un frente común.

Pepe Mujica deploró ayer el entredicho en declaraciones periodísticas y la encuadró políticamente: “Es un momento de pasión y a cualquiera le puede pasar que se salga de la raya. No creo que sea un drama colosal lo que pasó. Hay una constelación de interés e irregularidades que habría que conocer. Hay que escuchar y respetar a los presidentes. Nosotros dependemos mucho de los valores que vendemos, somos un país pequeño. Estamos obligados a ser importadores de una cantidad de cosas que ni podemos soñar con producirlas. Creo que no son cosas para resolverse en una conferencia. Se necesita mucha negociación. Tenemos que ver los problemas que tiene la Argentina y Argentina tiene que ver los nuestros”. Aguante, Pepe.

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Cosmovisiones y estadistas surtidos: Humanista irredento, Mujica agregó una crítica: “Lo que más me dolió del Mercosur es que no se refirieron a lo que están haciendo los países ricos con las vacunas. Si no nos pueden vender vacunas, podrían colectivizar las patentes, pero vale más la santa propiedad que la vida de los humanos. Hoy en América Latina no hay un problema más grave que la cantidad de vacunas”.

El libro “Primer tiempo” de Macri ofrece una perspectiva diametralmente opuesta al rico pensamiento de Mujica. El dato más veraz de la edición original es la fecha de fallecimiento de su padre, Franco. En otros aspectos se permite mentir más o dar rienda suelta a su idiosincrasia.

En un tramo vinculado al eje de esta columna, Macri recuerda su primer encuentro con el fallecido presidente uruguayo Tabaré Vázquez. Estaban por compartir un asado. Tabaré se quejó, refiere Macri, de la política kirchnerista. “Mauricio” le respondió veloz: “Tabaré, le quiero pedir disculpas. (…) Quiero decirle que todos los problemas que usted me menciona acaban de ser solucionados”. En un periquete, como por arte de magia. Se fueron, sin problemas para discurrir, a degustar el cordero.

Más complicado resulta, reconoce Macri, extirpar el virus del populismo repitiendo (sin beneficio de inventario) la retórica de la dictadura militar.

Empobrecedora y excluyente la narrativa de la derecha, armoniosa con su política económica. La indignación y el griterío vienen en combo.

Lo que llamamos realidad ofrece complejidades, contradicciones, avances y retrocesos. Ese es el mundo real, cruel a menudo ni qué hablar cuando azota la pandemia.

Argentina pugna en ese contexto. Si llegaran los 3 millones de vacunas chinas Sinopharm que están pendientes de entrega podría hasta duplicarse la cantidad de personas inoculadas en contadas semanas. Ojalá ocurra, es factible… aunque nada es seguro en la era de la incertidumbre, el segundo año de la peste.

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