La seducción de una historia cinematográfica para un actor puede llegar por múltiples motivos. En el caso de Pablo Echarri, la identificación con El silencio del cazador, el nuevo film de Martín Desalvo que se estrena este jueves en salas, llegó primero por el guion. Al actor -que cada vez más consolida su trayectoria en el cine-, el largometraje donde interpreta a un guardaparques en la selva misionera le pareció que tenía un libreto muy sólido apenas lo leyó. "Es una historia muy simple y un nivel de escritura muy bien acabado, con personajes muy bien construidos, con un conflicto bien claro y con la posibilidad de transportar todo eso que se leía a lo que es la geografía de la selva misionera, que intuía e imaginaba que le iba a agregar una tensión y una belleza que le hacía muy bien a la historia", comenta Echarri en diálogo con Página/12.

En la ficción de Desalvo, Echarri es Ismael Guzmán, un guardaparques que trabaja en un Parque Nacional de la selva misionera con un grupo pequeño pero comprometido de guardas en alerta, ante la aparición de un animal salvaje que acecha desde la foresta. Guzmán también patrulla incansablemente la reserva en busca de cazadores furtivos. Sara Voguel (Mora Recalde), esposa de Guzmán, es una médica que atiende a la comunidad local y también a los pueblos originarios. Entre ellos dos, se encuentra un amigo de la infancia de ambos y expareja de Sara, Orlando “El Polaco” Venneck (el argentino criado y radicado en España Alberto Ammann). El Polaco no olvida el pasado amoroso con Sara. ¿Ella tampoco? Este colono, terrateniente y cazador furtivo –al igual que sus ancestros-, se siente impune y va poner en jaque a Guzmán en distintos aspectos de su vida, tanto profesional como personal. Los celos, las cuestiones no saldadas, la traición y las relaciones de poder enfrentarán a ambos en un mundo asediado por peleas ancestrales y conflictos de intereses.

-¿Qué implicó el rodaje en un medio natural?

-Generalmente, compromiso. Este tipo de desafíos hacen que uno se tenga que ir del lugar donde vive, dejar a la familia durante un tiempo, pasar de manos el lío que uno deja, cuando también se traslada a un lugar tan lejano de su casa. Y como contrapartida, zambullirse en un período de trabajo casi constante porque cuando uno se va de viaje a rodar, comparte hotel con el director, los compañeros y tiene el guion muy cerca. Cuando se termina de rodar, uno se la pasa charlando y debatiendo sobre lo hecho y lo que se va a hacer. Entonces, hay una comunión muy profunda dentro del equipo de trabajo. Esto hace que sea una experiencia bastante diferente a cuando estás en tu casa y el lugar de trabajo está apenas a algunos kilómetros de distancia. Fue mucha intensidad de la selva. Más allá de la belleza que nos ofrecía la selva misionera, es un lugar muy intenso para para filmar. Implica varias cosas: el agobio por el calor, lo peligroso de la selva, la intensidad. El calor y los bichos (risas). Para un porteño eso no es poco. Uno vislumbraba que iba a ser un rodaje duro y así lo fue. Pero más allá de lo que estaba escrito, cada vez que nos sumergíamos en la selva, sabíamos que en el retorno al hotel nos traíamos un material muy bueno que superaba lo que estaba escrito.

-Algunos de tus personajes en la pantalla grande fueron bastante oscuros, aunque éste más bien lucha por algo justo. ¿Te conectaste de otra manera para componerlo?

-Sí, era muy claro el camino del personaje. Guzmán es un hombre parco, de muy pocas palabras, dedicado casi de lleno a su tarea como guardaparque, con una estructura mental y emocional idealista que está atravesado por un pasado que tiene que ver con ese enfrentamiento casi eterno con "El Polaco". Su punto de partida iba desde la nobleza. De todas formas, a medida que va avanzando la historia, nos vamos dando cuenta de que Guzmán es un tipo intransigente, intolerante. Es un tipo que está muy anquilosado en su forma de pensar, en su manera intransigente de defender la selva y, sobre todo teñido primero por el conflicto actual que lleva con su pareja, que tiene que ver con la búsqueda de un hijo, y con la aparición del Polaco que, de alguna forma, viene a patear un poco ese tablero de seguridad o tranquilidad que lleva en su vida personal. Es un personaje que está tallado por la nobleza y, a medida que va avanzando la historia, no abandona el carácter defensor de la naturaleza, sus razones personales son cada vez más cuestionables.

-Es una película donde el machismo está muy presente. ¿Cómo crees que puede ser la lectura en un contexto tan diferente donde el machismo en la Argentina está siendo fuertemente cuestionado a través de la lucha del movimiento de las mujeres?

-Bueno, es un tema de análisis profundo y bastante dificultoso para poder resumir en unas palabras. Entiendo que estamos viviendo tiempos de evolución, que sobre todo tienen que ver con las igualdades de género. De alguna manera, el abordaje de la temática machista por parte del sector más feminista, a veces, atenta un poco a la posibilidad de que se sigan abordando ciertos temas que se les puede echar luz en la medida en que sean abordables. Cuando hay cierto deseo de anular esas temáticas, uno también pierde la posibilidad de seguir discurriendo sobre el machismo. Entiendo esta historia de guardaparques, colonos y de gente de la tierra también en lo que es Misiones como estructura en las formas, en las maneras, en su historia: ese machismo también sigue estando bastante presente. Contar esta historia en Misiones (y que sea una lucha de clases entre dos antagonistas históricos que se disputan el amor de una mujer) sin tocar el machismo hubiese sido una dificultad enorme. Yo creo que las historias deben ser abordadas, inclusive para seguir desculando por qué debemos seguir trabajando para que el machismo desaparezca. Así que me parece que es más una dificultad de otros que mía.

-La película permite conjeturar lo que puede suceder sin un buen cuidado del medio ambiente. ¿Cómo ves esa lucha en la actualidad de la Argentina?

-Desigual, me parece desigual, compleja. Si uno recuerda los hechos más recientes, como los incendios en Córdoba, los incendios en el sur, cerca de Bariloche, con todo lo que fue en El Bolsón, o mismo el incendio de los humedales, vemos que la Argentina está muy atrasada con respecto a leyes y a medidas que hagan efectiva esa protección ambiental. Siempre termina siendo más un deseo de las personas que forman parte que de los gobiernos o de los estados a la hora de buscar medidas en la protección. Acá se cuenta la historia de un defensor acérrimo de la naturaleza misionera, pero este defensor acérrimo está casi solo porque diría que hasta los que están con él, de alguna forma, tratan de persuadirlo de que no sea tan exigente o tan intolerante ni tan intransigente. Entonces, puede llegar a vislumbrase también que esa lucha por la protección ambiental es según quién quiera defenderla y qué quiera depositar en esa defensa. Me parece que en la Argentina hay mucho por hacer en materia de protección ambiental en todos los casos, no solamente en la protección animal sino también en la protección del suelo y por ende la protección de los bosques y demás. Termina siendo más una declaración de asociación de lucha por el medio ambiente que un compromiso concreto del Estado. Y todos sabemos que las cosas cambian cuando el Estado se compromete y cuando diseña herramientas que luego se cumplan. Si bien las asociaciones hacen un buen trabajo o las personas que difieren en la intensidad pueden hacer mucho, pero el resultado termina siendo insuficiente.

-Tu personaje le dice a su mujer en un momento: “Funcionarios sobran. Lo que hace falta es poner el cuerpo”. Si se extrapola esa frase a la realidad argentina en pandemia, ¿hace falta poner más el cuerpo en algunas jurisdicciones?

-No estoy de acuerdo con lo que dice Guzmán porque creo que los buenos funcionarios son los que cambian las realidades de los lugares, ya sean municipios, provincias o Estados. Viene con lo que decíamos antes: alguien puede, de hecho, tener éxito a la hora de poner el cuerpo, en este caso, de la defensa del medio ambiente. Pero lo que hace falta hoy en la Argentina son legislaciones, concreciones y herramientas que estén por encima de ponerle el cuerpo en el campo. Tal vez sería ponerle el cuerpo en el Congreso. En ese caso, sí estaría de acuerdo con Guzmán. Creo que hay que poner el cuerpo, hay que poner la convicción, hay que poner la ideología, inclusive a la hora de defender cuáles son las herramientas para proteger lo que hasta ahora no tiene protección. Pero Guzmán no lo dice desde ese lugar. Guzmán descree de los funcionarios. El cree que los que cambian la historia son los que se levantan a las 2 de la mañana o pasan dos o tres días en el monte. Claramente hacen un trabajo importante y vital, pero es la conjunción entre quienes ponen el cuerpo y quienes ponen la cabeza.

-¿Qué te sugiere el momento actual del país, con una derecha feroz que acusa al gobierno de todos los males, primero diciendo que las vacunas son veneno y después reclamando más dosis?

-Me sugiere que los momentos en que vivimos los elementos para desgastar al adversario han recrudecido y han escalado a espacios insospechables o insospechados. La utilización de la mentira como herramienta válida para desgastar al adversario es un mal de estos momentos. Y creo que la pandemia lo ha recrudecido, lo ha puesto cada vez más en evidencia. Estamos asistiendo a momentos feroces de enfrentamientos políticos que se parecen mucho más a las máximas de Maquiavelo y a su obra cumbre, El Príncipe. Y a su frase más conocida: El fin justifica los medios. Creo que no es así. Creo, o tengo la certeza de estar ubicado dentro de un lugar de la ideología donde no todas las herramientas son válidas a la hora de desgastar al adversario político. Eso no es solamente en la Argentina. Si analizamos brevemente esta nueva modalidad que se hace llamar lawfare, que no es ni más ni menos que la participación de un sector del Poder Judicial, de la prensa y de la política, vemos cómo van cambiando, cómo van mutando esas formas de opresión y de persecución que en otros momentos sentían a través de la fuerza. Estamos asistiendo a momentos descarnados, por decirlo de alguna manera, en carne viva. Cualquier herramienta sirve para poder intentar desbancar al oficialismo reinante en este momento. Así que creo que son momentos difíciles. Como un gran receptor y víctima de las noticias falsas, me cuesta mucho creer cómo puede ser que no se hayan tomado cartas en el asunto, a través de lo que representa "la libertad de expresión" como una entelequia muy difícil de poder abordar, cómo la mentira siga siendo aceptada cuando trae muchas veces consecuencias verdaderamente negativas.

-El personaje de Amman habla de un tema muy propio de la historia argentina: la impunidad de los poderosos. ¿Cómo observás esa situación en este presente de la Argentina? ¿Quiénes creés que son los verdaderos poderosos?

-Es el poder económico, es el poder que nunca cambia de manos. Los poderosos y los grandes acumuladores de dinero o de bienes. Se entiende que cuando la gente llega a acumular un nivel verdaderamente grande de bienes es muy difícil perderlo a lo largo del tiempo y a lo largo de las generaciones. Uno puede percibir cómo las distintas generaciones van heredando ese poder económico que, de alguna forma, también le otorgan un poder social y, por ende, les ayudan a construir, a veces con mayor éxito y, a veces, con menor éxito, un poder político. Ese poder está intacto. Cuando ese poder económico se ciñe al poder político (y ni hablar si se puede ceñir al poder judicial) el poder termina siendo absoluto. Y al poder mediático. Termina siendo un poder cuasi absoluto que verdaderamente genera un perjuicio muy grande para la sociedad. Y básicamente el perjuicio mayor que se genera es la democracia, a la calidad de la democracia. Todo eso está intacto y recrudecido. Cuando empezaba la pandemia nos poníamos a pensar cuáles eran los hechos positivos que iba a traer. Si me preguntás cuáles fueron los hechos positivos que trajo esta pandemia, te digo que muy pocos. Son más bien demostraciones de índole personal. Individualmente, la gente ha demostrado ser solidaria, empática, cercana a los que menos tienen, pero a nivel social hemos retrocedido varios casilleros.

"El sector cultural fue el más golpeado"

Pablo Echarri sostiene que la pandemia hizo crecer su trabajo dentro de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (SAGAI) "de forma incalculable", según asegura. "Teniendo en cuenta que nuestro sector cultural fue el más golpeado por la pandemia hizo que nosotros, como entidad de gestión, tuviéramos que seguir con lo administrativo enfrentando algunas cuestiones políticas que tenían que ver con la falta de pagos de algunos usuarios, pero sobre todo con lo que tenía que ver con la contención del colectivo", expresa el actor. Si bien Echarri entiende que "hay compañeros y compañeras que están bien ubicados y bien posicionados, la mayoría de nuestro colectivo vive al día". Por eso explica que SAGAI tuvo que "salir a contener y sostener a esa parte". Pero desde el punto de vista artístico, como están abiertos los teatros, Echarri está ensayando para la obra ART, dirigido por Ricardo Darín y Germán Palacios. "Ellos la hicieron durante doce años y yo comparto escenario con Mike Amigorena y Fernán Mirás. Estamos ensayando desde hace un par de semanas y estamos apuntando a estrenar a fines de mayo", cuenta Echarri. También su intención es poder seguir desarrollándose en materia de producción. "Cerré mi productora El Arbol, que tenía con mi anterior socio, Martín Seefeld. Abrí un nuevo sello, Alternativa, y estoy impulsando algunos guiones cinematográficos y algunas propuestas televisivas y de plataformas", concluye el actor.

La calumnia

La pregunta se impone: ¿Pablo Echarri se siente atacado por los medios hegemónicos? "No quiero ser mal interpretado. Acepto que cuando uno esclarece su posición política como consecuencia recibe el disgusto de un sector. Dicho esto diría que sí, que hay un ataque", admite Echarri, que fue injustamente acusado de beneficiarse con la vacuna contra el Coronavirus, cuando no fue así. Las falsas listas con información calumniosa en las que se mencionaba a Echarri fueron repudiadas por la Asociación Argentina de Actores que lo respaldó. "Hay desde un ninguneo al ataque. O sea, lo que existe es la invisibilización y cuando existe cierta apreciación a mi persona es a través de un ataque o a través de intentar colocarme en una posición embarazosa, una posición que pueda ser repudiable por ese mismo sector al que ellos defienden o al que ellos representan". De todos modos, el actor no dramatiza con eso. "Me hago cargo y lo acepto tal cual viene", señala.