Desde Brasilia

Vigilia democrática. Jair Bolsonaro atizó la crisis político-militar ordenando la remoción de los jefes de las Fuerzas Armadas en vísperas del 31 de marzo, cuando se cumplen 57 años del golpe de Estado que derrocó al presidente Joao Goulart.

En Brasilia se aguarda con atención lo que el excapitán-presidente, apologeta de la dictadura y la represión imperante durante los 21 años del régimen, pueda declarar y decidir este miércoles.

Según trascendió, fue "tensa" la reunión celebrada hoy a la mañana cuando el flamante ministro de Defensa, general retirado Walter Souza Braga Netto, le pidió las renuncias a los jefes del Ejército, Edson Pujol, la Marina Ilques Barbosa Júnior y al titular de la Fuerza Aérea, Antonio Carlos Bermudez.

Hay varias versiones sobre lo ocurrido durante ese encuentro a puertas cerradas, ninguna totalmente confiable, pero la mayoría de los relatos coinciden en que los altos oficiales relevados rechazan la "bolsonarización" de las corporaciones, por lo que esta supone para la disciplina interna, entre otras consecuencias.

Se sabe que dentro de la "tenientada", esto es los mandos inferiores del Ejército y la tropa, hay un fuerte apoyo e incluso militancia a favor del "mito" Bolsonaro.

Horas después de dar de baja a la cúpula castrense,  el ministro Braga Netto, considerado un bolsonarista intenso, afirmó que los brasileños deben "celebrar el movimiento del 31 de marzo de 1964".

Brasil enfrenta la peor crisis militar en décadas, con la salida simultánea de los comandantes de las FFAA y del ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, éste destituído el lunes.

Semejante tensión no significa que la cúpula militar sea democrática. Los altos mandos del Ejército, coyunturalmetne distanciados del mandatario, también revindican el "movimiento" de 1964 al que nunca llaman dictadura. Defienden el actual régimen, sólo discrepan sobre cómo es administrado. Todos son parte del partido militar, verdadera fuerza hegemónica del nuevo orden en vigor.

Este generalato es el mismo que fue omiso ante el golpe de 2016 que derrocó a Dilma Rousseff (a la que detestan por su pasado en la lucha armada y por haber creado la Comisión de la Verdad) y en 2018 tuvo una participación central en las maniobras para mantener preso a Luiz Inácio Lula da Silva e impedir su candidatura presidencial.

La oposición intenta frenar la embestida mientras prepara discursos de repudio al golpe que serán pronunciados en el Congreso.

El ocupante del Palacio del Planalto intenta "llevar el país al caos, y a partir de éste intentar un golpe de Estado (..) está jugando a cuanto peor, mejor", afirmó el diputado Paulo Teixeira, del Partido de los Trabajadores (PT).

Talíria Petrone, líder del Partido Socialismo y Libertad en la Cámara de Diputados, sostuvo, "no nos podemos perder en caos que Bolsonaro quiere crear para pavimentar el camino contra la Constitución en dirección al fascismo".

Incendiario

Para comprender la magnitud de los hechos sin caer en las simulaciones de Bolsonaro, es recomendable tener presente que desde su llegada al gobierno, en 2019, ya han sido varias las proclamas golpistas que pusieron al país en alerta. Pero ninguna se materializó.

Habitualmente estos movimientos bruscos ocurren cuando el gobierno está cercado por problemas y necesita recuperar la iniciativa, tal como ocurre ahora con la crisis sanitaria por el coronavirus, que hoy llegó al récord de 3.780 muertos en 24 horas, aliada a la reaparición de Lula, que de acuerdo a los sondeos podría vencer los comicios de octubre del año próximo.

El lunes Bolsonaro conmocionó al país anunciando cada dos horas la salida de un nuevo ministro, hasta completar seis. Técnica empleada por quienes conocen cómo aplicar la estrategia del caos.

Los dos ministerios más noticiosos fueron Defensa, con la llegada del general Braga Netto, y Cancillería, donde debió dimitir Ernesto Araújo, devoto de Donald Trump y objetor del marxismo cultural, cuyo lugar será ocupado por el diplomático Carlos Alberto Franco Franca.

No tuvo tanta repercusión el nombramiento como ministro de Justicia, el comisario Anderson Torres, cuya designación fue muy bien recibida por la Bancada de la Bala, el poderoso bloque parlamentario formado por miembros de las fuerzas de seguridad.

Es allí donde está una de las fuentes de poder de la actual administración. El bolsonarismo está tanto o más arraigado en las policías provinciales que en la tropa del Ejército. Y ese vínculo policial es parte de un mecanismo que se prolonga en las "milicias" parapoliciales, que son francamente bolsonaristas en algunas provincias.

Ese dispositivo formado por policías y "milicias" cuenta con poder de fuego y presencia territorial en casi todo el país, y ha demostrado ser capaz de amenazar a los gobiernos estaduales que levantan la voz contra Brasilia.

El bolsonarismo acaba de presentar un proyecto por el cual, en situaciones de emergencia, el presidente puede asumir el comando de las policías de los 27 gobiernos estaduales. Un verdadero ejército.

Esta semana el clan Bolsonaro, formado por el padre y sus hijos, manifestó su apoyo a un motín policial incipiente en el estado de Bahía, cuyo gobernador, Rui Costa, pertenece al Partido de los Trabajadores.