Durante el verano (boreal) de 1921, el cineasta alemán FW Murnau empezó a rodar Nosferatu en locaciones del norte de Alemania y en los Jofa Film Studios de Berlín. Esa fue la primera película de vampiros importante en la historia del cine y fue completamente adecuado que se tratara de un afano. Los herederos de Bram Stoker le habían negado a Murnau el permiso para hacer una adaptación de la novela Drácula, de 1897. 

El director y su guionista Henrik Galeen lidiaron con el inveniente llamando al protagonista conde Orlok en lugar de conde Drácula, y renombrando también a los demás personajes principales. Incluso así, la compañía productora Prana Film, que de cualquier modo pronto se iría a la quiebra, fue llevada a juicio por la viuda de Stoker.

Nosferatu fue el prototipo perfecto para todos los demás films de vampiros que le siguieron en gran profusión durante los últimos 100 años. Para sus detractores, incluida la viuda de Stoker, era un asunto escandaloso: un ejercicio de plagio vulgar. Para sus admiradores, todavía se cuenta entre las mejores películas de terror de todos los tiempos. 

"Fue como si una ráfaga helada del día del Juicio Final hubiera atravesado Nosferatu", escribió el crítico húngaro Béla Balázs en los años '20 acerca del efecto perturbador que el film había tenido en los espectadores. La película hoy parece incluso más gélida y perturbadora por ser tan vieja. La imagen en film granulado blanco y negro del vampiro cadavérico y ojeroso de Max Schreck saliendo a los tumbos de su ataúd, con los dientes de roedor y las orejas puntiagudas, todavía le provoca escalofríos a los espectadores. El conde Orlok está diseñado para ser lo más repulsivo posible. Sus dedos son como garras. Ratas y moscas lo siguen adonde quiera que vaya. El apellido Schreck traducido del alemán significa "miedo".

Muchas versiones de Drácula

El fue tan convincente en el papel que apareció el rumor absurdo de que era un vampiro real. Esa idea estuvo detrás de la película La sombra del vampiro, producida por Nicholas Cage en 2000, por la cual Willem Dafoe fue nominado para un Oscar por interpretar a Schreck. Él representó la muerte y la decadencia, pero también ejercitó una extraña fascinación erótica tanto en mujeres como en hombre con los que estaba en contacto.

El conde Orlok no había regresado a su ataún cuando una llegó una transformación para los vampiros de la pantalla grande. Fueron humanizados, presentados como criaturas  "atormentadas, tristes y solitarias", como los describió el director Werner Herzog cuando hizo su propia versión de Nosferatu (1979). Estaban "desesperadamente sedientos de amor, pero atemorizaban al mismo tiempo". Ser un no muerto era una maldición pero les agregaba a su atracción. Podían seguir amando durante siglos. Los vampiros se romantizaron cada vez más.

Bela Lugosi interpretó a un vampiro por primera vez en Drácula, de 1931. "Soy Drácula. Te saludo... ¡bienvenido!", le dice a sus visitantes. Con su cabello engominado hacia atrás, su hospitalidad extravagante y su forma de hablar florida, se veía y sonaba como un jefe de mozos muy siniestro en un restaurante húngaro de categoría. De todos modos, era mucho menos repulsivo que lo que había sido el conde Orlok de Schreck, un detalle subrayado unos pocos años más tarde cuando él compartió pantalla con los comediantes Bud Abbott y Lou Costello en la comedia de terror Abbott y Costello contra los fantasmas (1948).

Nosferatu, la que abrió el camino del género.

Los espectadores siempre han tratado de lidiar con el miedo y la repugnancia que sienten durante las películas de terror más atemorizantes a través de la válvula de escape de la risa. En el caso de Lugosi, Universal llevó las cosas un paso más allá al convertir al actor, originalmente muy atemorizador, en una figura de diversión.

De Carle Dreyer a la Hammer

Tall, Dark and Gruesome (Alto, oscuro y repugnante) fue el título irónico que el actor Christopher Lee le puso a su autobiografía. Como Drácula en la serie de películas de Hammer sobre el personaje, el pintón actor británico interpretó al vampiro como si fuera un libertino victoriano. Lee le abrió el camino a todas las elegantes figuras románticas que le siguieron, desde Frank Langella y Cleas Bang en adaptaciones de Drácula para cine y televisión, hasta Robert Pattinson en la saga de Crepúsculo, Tom Cruise y Brad Pitt en Entrevista con el vampiro (1994), y Gary Oldman como el seductor y salvaje Vlad El Empalador en Drácula (1992).

Lee acordó usar una capa en la primera Drácula de Hammer aunque no había podido encontrar ninguna mención a eso en la novela de Stoker. Lugosi había usado una antes que él. Él marcó la línea, sin embargo, con respecto a la vestimenta nocturna sobre la base de que pensó que era "poco probable" que un conde en un castillo en el medio de la Transilvania gótica usara un esmoquin. "Todo bien con la estilización pero si caés en la desmesura terminás en el camp", explicó. No porque el camp fuera necesariamente algo malo. Han habido montones de películas de vampiros que han disfrutado de su propio absurdo; films con títulos como Los vampiros apestan, Drácula: muerto y disfrutándolo, o Los asesinos de vampiros sin miedo.

El género le ha permitido a los directores ser audaces y provocadores al igual que profundamente tontos y explotadores. "Ellos raramente son compañeros decorosamente heterosexuales, monógamos y respetuosos. En cambio, son seductores perversos polimorfos", escribió el académico Jeffrey Andrew Weinstock sobre los vampiros y sus inclinaciones amorosas en un ensayo de 2010.

Una de las fascinaciones del género es el modo en que ha cubierto la línea entre lo artístico y la explotación. Murnau es uno de los auteurs más reverenciados del cine mudo alemán y aún así su nombre estuvo vinculado a los primeros films de vampiros serios. La bruja vampiro (1932), del director danés Carl Dreyer, es otro ejemplo inicial de la película de vampiros como arte de alto nivel. "Quería mostrar que el horror no es parte de las cosas que nos rodean sino algo de nuestro propio subconsciente", explicó el cineasta respecto a su película, parcialmente basada en la novella lésbica Carmilla (1872), de Sheridan Le Fans.

El vampiro de Pattinson en Crepúsculo es más seductor que atemorizador.

Vampiros modernos

Es un historia casi de ensueño en la que los espectadores se sienten rápidamente tan desorientados como el protagonista, Allan Gray. El joven se sumergió tan profundamente en el estudio de la adoración satánica y los vampiros que no puede distinguir entre la realidad y lo sobrenatural. Vive en unmundo en los que los vampiros empujan a sus víctimas al suicidio, "por tanto entregando sus almas al maligno". El único modo de librarse de ellos es abrir sus tumbas y clavarle estacas en sus corazones, clavando "sus horrorosas almas" a la tierra.

La sombría y tímidamente poética narración de La bruja vampiro es muy diferente de la chillona carnicería que se encuentra en tantas de las siguientes películas de vampiros. Hace explícita referencia a epidemias "asesinas" y muertes no explicadas por las cuales son culpados los vampiros. La propia Nosferatu había sido hecha justo después del desastre de la epidemia de la gripe española, que entre 1918 y 1920 mató a 500 millones de personas. Las películas pueden ser vistas como alegorías sobre enfermedades mortales que parecen venir de ninguna parte. No sería una sorpresa si en los próximos años se hicieran más de estas películas, ya que los cineastas se esfuerzan en encontrarle sentido a la devastación forjada por la pandemia de la Covid.

El género de los vampiros, sin embargo, ha pasado por tantas mutaciones como las enfermedades que pueden haber inspirado su formato. También se han diseminado globalmente. Se puede pensar en Drácula en su castillo de Transilvania, pero cada región tiene ahora su propia tradición vampírica. Hay historias de vampiros asiáticas (Thirst, de Park Chan-woo), expediciones latinoamericanas en el género (La invención de Cronos, de Guillermo Del Toro), y thrillers vampíricos africanos (Eternity, de 2010).

Los vampiros han sido sujetos de películas de blaxpoitation (Blacula, el vampiro negro), sexploitation (The Vampire Lovers), infantiles (El pequeño vampiro) y westerns (Cowboys y vampiros). Y también continúan inspirando películas artísticas hipsters (por ejemplo, Sólo los amantes sobreviven, de Jim Jarmusch).

Hay un larguísimo camino desde el gesticulador Schreck en Nosferatu hasta los hastiados, millonarios, facheros y jóvenes chupasangres taiwaneses en la nueva película de vampiros satírica Dead & Beatiful, que acaba de estrenarse en el Festival de Rotterdam. Están aburridos con un mundo en el que pueden comprarlo todo y en que ninguna experiencia de siente especialemente nueva, ni siquiera tener colmillos. En manos del director holandés, el género se pone "internacional, asiático y sobre el dinero".

Durante el siglo que transcurrió desde que Murnau comenzó a filmar Nosferatu, su "sinfonía del horror", se han hecho miles de películas de vampiros. La amplia mayoría fueron destrozadas por los críticos, pero el público sigue yendo por más. Los aficcionados al género tendrán disponibles en los próximos meses el debut como director de Branko Tomovic, Vampir. "Nuestro film está inspirado por los casos de vampiros reales que ocurrieron en Serbia a principios del 1700. Esos fueron los orígenes de los vampiros. Aunque Vampir está ambientada en tiempos actuales, está basada en aquellos mitos", le dijo recientemente el escritor y cineasta a la revista Cineuropa.

Robert Eggers planea una remake de Nosferatu con Anya Taylor-Joy, de Gambito de dama, aunque todavía habrá que ver si el film se hace. Marvel se está colando en el mundo de los no muertos con una adaptación de Morbius, con Jared Leto como un superhéroe vampiro. Otras películas con colmillos anunciadas recientemente tienen títulos tan atractivos como Sorority Row Vampires, Dance with a Vampyre, Dark Thirst, We Only Come Out at Night, Clan of the Vein, y The Strippers and The Vampire’s Daughter. En resumen, hay una infestación de películas de murciélagos. Quizá sea tiempo que los exterminadores de pestes saquen el ajo y los crucifijos, y para que los críticos afilen sus estacas, pero la experiencia sugiere que entre todas las escorias sin sangre seguramente habrá una o dos nuevas gemas.

De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

*Esta nota fue publicada originalmente el 1/4/2021