A pocas horas de conocer el veredicto del tribunal que dictó su absolución, Marian Gómez decidió no bajar los brazos. Irá por la condena por violencia institucional contra todes les policías que la atacaron por lesbiana en la estación de transbordo del subte en Plaza Constitución y la sometieron a vejámenes obligándola a desnudarse en un calabozo. Y analiza accionar judicialmente contra les funcionaries del Poder Judicial que la arrastraron a un proceso absurdo que le arruinó cuatro años de su vida.

“La noticia me llegó el miércoles a las cinco y pico de la tarde. Me estaba bañando y Rocío -mi esposa- había salido a hacer un mandado. Al volver a casa, me dice ‘lo logramos, te absolvieron’. Yo no lo podía creer. Agrandaba los ojos y no caía. Veníamos tan mal con este juicio, lo estiraron tanto que no esperaba algo positivo. Por eso me tomó de sorpresa. Así como estaba, me fui a la escuela y llegué tarde”.

Marian cursa en el Instituto de Mecánica de Lanús. Todos sus compañeros de estudio son varones. Ninguno le dijo nada sobre este tema. Nunca. Ni siquiera recibió miradas inquisidoras. Esas miradas que tuvo que soportar en la calle durante estos cuatro años.

“Antes de que empezaran las audiencias estuve 10 días encerrada, sin poder salir, porque mi caso se había difundido por televisión y la gente me miraba por la calle. En lo psicológico fue terrible. Me sentía escrachada. Hoy en pandemia es fácil imaginarse 10 días encerrada en tu casa sin ver a nadie. Pero imaginate antes de todo esto”, cuenta Marian.

DESANDAR LA INJUSTICIA

El miércoles 7, la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal (integrada por los jueces Horacio Leonardo Días, Eugenio Sarrabayrouse y Daniel Morin) dictó el fallo que absuelve a Marian Gómez de los delitos de resistencia a la autoridad y lesiones leves, por el que la jueza del Tribunal 26, Marta Yungano, la había condenado a un año de prisión, siguiendo casi al pie de la letra el hilvanado construido por la fiscal Diana Goral (que se presenta como “especializada en violencia de género”).

El fallo de Casación sienta un precedente importante contra los abusos policiales, el armado de causas por resistencia a la autoridad y la discriminación por motivos de género. El abogado defensor de Marian Gómez, Lisandro Teszkiewicz, resumió: “Marian Gómez no cometió resistencia a la autoridad, porque la autoridad se comportó de manera ilegítima. Marian no es culpable de ningún delito porque se defendió legítimamente de una discriminación ilegítima por ser lesbiana y pobre”.

Este capítulo nefasto en la vida de Marian Gómez comenzó el 2 de octubre de 2017. Marian –por entonces tenía 24 años- y su esposa, Rocío Girat, conversaban y fumaban mientras se despedían en el Centro de Trasbordo vidriado de la línea C de subtes, en Plaza Constitución. Rocío Girat lloraba porque estaba próxima a enfrentar en un juicio a su padre, un oficial de la Armada que abusó de ella durante años. En un momento, las chicas se abrazaron y se dieron un beso. El empleado de Metrovías José María Pérez observó a la pareja lesbiana durante varios minutos. Molesto porque una de las jóvenes lloraba, interpretó por su cuenta que, como una de ellas tenía aspecto algo masculino, “estaba haciendo sufrir” a su novia de apariencia más femenina. El empleado le pidió al policía con el que tenía confianza, Jonatan Rojo, que se ocupara de la lesbiana con aspecto masculino. Llovía y muchas personas fumaban en la estación de transbordo, pero el policía Rojo solamente increpó a Marian Gómez, tratándola de “pibe”, para que dejara de fumar. Marian respondió: “Termino el cigarrillo y me voy”. Y cuando la joven lesbiana intentaba irse, Jonatan Rojo se lo impidió, le tocó un pecho empujándola mientras le decía “pibe, vos no te vas”. El policía convocó a la oficial Karen Villarreal para reducir a Marian Gómez, ante los pedidos desesperados de Rocío Girat, a quien les uniformades no quisieron reconocer como esposa de la detenida, y el pedido de auxilio de Marian Gómez, que clamaba porque el policía Jonatan Rojo le apoyaba la rodilla con todo el peso de su cuerpo sobre la espalda y no le permitía respirar.

CONTRA EL LESBOODIO

Las organizaciones de lesbianas de todo el país se movilizaron en red para reclamar la absolución de Marian Gómez, perfilada, atacada y procesada por hacerse más visible en su expresión de género, al besar a Rocío delante de una multitud y especialmente delante de dos hombres que odian a las lesbianas. Uno de esos hombres, investido de potestad para vigilar en nombre de la empresa Metrovías, y otro investido de autoridad para reprimir en nombre del Estado porteño. Pero no para reprimir lo que se le ocurra. O para reprimir porque un empleado del subte tiene fantasías lesboodiantes. O para aplicar una toma asfixiante con la rodilla, como la que mató a George Floyd. O para someter a vejámenes a una lesbiana obligada a desnudarse en un calabozo (como hicieron les policías que la tuvieron presa en una comisaría). O, sencillamente, para impartir órdenes contrarias a la ley.

En una asamblea multitudinaria de lesbianas llevada a cabo en la mutual Sentimiento de Federico Lacroze -no bien el Poder Judicial le dictó el procesamiento-, Marian pidió “a toda persona que se sienta identificada” que se una a esta lucha contra la violencia institucional. Le costó mucho hablar. No estaba en ella ser protagonista de algo así. Pero el destino quiso que se cruzara primero con José María Pérez y el policía Jonatan Rojo y luego con un engranaje judicial lesbofóbico, hetero-cis-patriarcal y profundamente anti clase popular y trabajadora, como la que transborda todos los días por Plaza Constitución con destino a la zona sur del Gran Buenos Aires. Engranaje al que le puso freno el fallo de la Sala II Cámara de Casación. Porque puede haber un Poder Judicial diferente, si existe la voluntad de poner fin a la persecución contra los grupos sociales oprimidos solo por el hecho de serlo. Esas voluntades, por ahora, son individuales o de pequeños grupos de funcionaries. Loables, pero insuficientes. Insuficientes porque de manera corporativa existen fiscales como Diana Goral. Que tienen cuidado de no salirse de la línea (total están en libertad de discriminar la prueba a su antojo), porque hay jueces/juezas que terminan de revocarles las paredes que construyeron sin cuestionarles nada. Y jueces/juezas como Marta Yungano, que se atienen a la letra acusatoria de sus fiscales favorites, y firman la pena que les solicitan, partida por la mitad (como fue el caso de Marian Gómez), para no parecer tan arbitaries. Hay mucho de esto. Basta con asistir a las audiencias judiciales y tomar nota en un cuaderno. Si les jueces son una extensión automática de les fiscales, y les fiscales una extensión automática de la policía, qué justicia se puede esperar.

Capítulo aparte, el sector del feminismo cisgénero binarista que considera que con reemplazar funcionarios varones por mujeres cis el problema se solucionaría, porque “las mujeres son vaginalmente feministas”. Quienes asistimos a las audiencias judiciales estamos cansades de escuchar a juezas mujeres fallar en base a creencias hetero-cis-patriarcales, como guardianas excelsas de la corporación judicial. La justicia no pasa por lo que se encuentra entre las piernas de los seres humanos.

Pero el colmo del ataque del Poder Judicial contra el movimiento lgtb argentino lo produjo la jueza Marta Yungano cuando eligió el 28 de junio de 2019, 50º aniversario de la revuelta de Stonewall, para dictar la condena contra Marian Gómez. Revuelta que fue el detonante de la lucha masiva por el orgullo lgtb en todo el mundo.

“Fueron cuatro audiencias. Siempre pedimos una sala grande para que pudieran acompañarnos y nunca nos la concedieron. Recién en la última nos dieron una sala grande, para hacer más espectacular la condena el día de Stonewall”, observa Marian Gómez.

UN LARGO CAMINO

Nos consta. Soy acompañó a Marian en todas las audiencias del Tribunal 26. Todas, menos la última, se llevaron a cabo en un despacho pequeño y mal ventilado, improvisado como sala de audiencias. En un rincón junto a un ropero y un escritorio, un grupo improvisado de sillas vetustas de juegos diferentes, para un auditorio de no más de 10 personas.

“Todo este tiempo tuve dificultad para conseguir empleo registrado. Se me dieron dos propuestas piolas de trabajo con salario digno, pero no pude tomarlas porque tenía los antecedentes penales de cuando la jueza Fombona de Pombo me condenó a ir a juicio. Pero he tenido para comer. La mayoría de la población está precarizada laboralmente, así que no me quejo. Me gano la vida haciendo trabajos de refacción y pintura en casas particulares. Lo que sí me resultó pesado es que la gente me salude por la calle. Aunque sea para darme fuerzas. Eso me alteró la vida”.

“Quiero agradecer a todas las personas que nos dieron su apoyo, que estuvieron con Rocío y conmigo todo el tiempo. Si no hubieran estado, no llegábamos a la absolución. Cuando termine la pandemia festejaremos, no faltará oportunidad. Pero toda esa fuerza me ayuda a que continuemos con la causa contra los policías. A mí me desnudaron en un calabozo. Eso no puede seguir ocurriendo. Esta gente sin capacitación cobra un sueldo y tiene un arma. Quiero que les saquen el uniforme. La semana próxima me voy a presentar en la oficina de Violencia Institucional. Porque si me duermo y espero los tiempos de la Justicia, voy a tener que esperar 4 años más. Y no sería justo. Esto no va a quedar así. Voy a seguir luchando si no me frenan. Porque toda la situación ha sido injusta aunque el fallo de Casación sea bueno. La jueza y la fiscal cometieron actos discriminatorios. Nosotras no somos un número. Somos personas, tenemos una historia”, anuncia Marian Gómez.

“Luchando, las cosas se consiguen cuando tenés la conciencia limpia. Todo esto que nos hicieron fue para adoctrinarnos. Pero ya no estamos en la época de la esclavitud”.