¿Las investigadoras tienen las mismas probabilidades que sus colegas varones para obtener financiamiento en sus proyectos? Esa pregunta se hicieron las economistas Diana Suárez y Florencia Fiorentin, del Instituto de Industria de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Las docentes analizaron la presencia de sesgos de género en la asignación de subsidios para investigación del programa de Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica de Argentina (PICT), gestionado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, a través del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica.

En el documento “Brechas de género en el PICT: una mirada sobre el efecto Matilda”, las investigadoras identificaron tres obstáculos principales a los que enfrentan las mujeres a la hora de acceder a fondos públicos para la investigación, que se intensifican a medida que las científicas avanzan en sus carreras.

La primera es la barrera de entrada: si bien son muy altas las probabilidades de rechazo la primera vez que los y las investigadoras presentan un PICT, las mujeres tienen un 2.6% menos de probabilidad de obtener su primer subsidio que sus pares varones. En diálogo con el Suplemento Universidad, Suárez sostuvo que este fenómeno se debe a múltiples factores. Por ejemplo, en Argentina y el mundo, las mujeres investigadoras tienen menores tasas de publicación en revistas especializadas, que “es un punto determinante al momento de evaluar la trayectoria de la persona que aplica a fondos públicos”.

Esta menor tasa se debe tanto a mayores cargas del llamado "trabajo doméstico universitario" o al mayor tiempo dedicado a las tareas de cuidados y el trabajo doméstico, que afectan los niveles de productividad, en mayor medida que a sus pares varones. En esa línea, Suárez remarcó que también se explica por “procesos socio-culturales arraigados en las prácticas de investigación, que hacen que, al momento de evaluar, las mujeres enfrenten mayores tasas de rechazo, y que son muy difíciles de cuantificar”.

La segunda dificultad es la brecha de participación, ya que las investçigadoras tienen un 5.9% menos de probabilidades de obtener el subsidio que sus colegas varones. Al respecto, Fiorentin señaló que “en general se asocia a la mujer con lo sensible, delicado, lo débil” y subrayó que “se les suele asignar tareas más vinculadas con la docencia, porque por naturaleza son cariñosas y amistosas, que tareas de investigación”.

Por último, la tercera barrera se refiere a la probabilidad de recurrencia, es decir, de que aumenten las posibilidades de obtener un subsidio si se accedió a financiamiento antes. El “efecto Mateo” refiere a que los investigadores que consiguieron financiamiento tienen más probabilidades de volver a ser financiados a nivel general en un 16%.

El impacto en la producción de conocimiento

Al igual que con otros indicadores, a nivel global la brecha de género no parece visible, pero se materializa de forma latente. Según cifras de 2019 del CONICET, hay una paridad de género en el número total de investigadores e investigadoras científicas. Sin embargo, a medida que la carrera avanza, el número de mujeres disminuye. Sólo el 25% de los investigadores superiores del CONICET son de género femenino.

Lo mismo sucede con los PICT, si bien a nivel general es similar la cantidad de proyectos financiados por año entre varones y mujeres, son más las mujeres que se presentan a la convocatoria. Entre 2012 y 2015 se presentaron al PICT 6.500 proyectos dirigidos por mujeres y 5.400 por varones, mientras que la tasa de adjudicación fue del 38% para las mujeres y del 45% entre los varones. Esto impacta tanto en las temáticas abarcadas como también en su difusión.

Según apuntó Fiorentin, la mayoría de los estudios se realiza “en hombres blancos de contextura promedio, o se toman sus características como parámetro”, por lo cual se genera “una brecha en el conocimiento respecto de cómo realizar los diagnósticos y tratamientos en mujeres, y en personas de otras características”.

“Se suele asumir que los hombres tienen más probabilidad de ser afectados por enfermedades cardiovasculares, cuando son más las mujeres que mueren por ello. Esto es porque están más difundidos los síntomas que afectan a los varones, entonces ni la propia mujer que está sufriendo un infarto se percata de que puede tratarse de eso, y demora más en ir a un hospital o clínica”, apuntó Fiorentin a modo de ejemplo. A su juicio, “la neutralidad con la que se supone que se produce la ciencia y tecnología no existe, afecta a todas las disciplinas, y eso es un problema que hay que solucionar en el menor plazo posible”.

En cuanto a la difusión de las investigaciones, Suárez indicó que las mujeres presentan menores tasas de publicación y precisó que este fenómeno es “más intenso” en algunas disciplinas tradicionalmente masculinizadas, como es el caso de las denominadas STEM (por sus siglas en inglés: ciencia, tecnología, ingeniería y matemática). Para la docente de la UNGS, hay preguntas de investigación que “solo se formulan cuando hay mujeres investigando en ese tema y hay resultados de investigación que aplican distinto entre varones y mujeres”.

Para el estudio se valieron de dos fuentes de información: los registros de solicitantes al PICT entre 2003 y 2015 –hayan sido adjudicados/as o no– y la información extraída de Scopus, una base de datos bibliográfica de resúmenes y citas de artículos de revistas científicas.