A principios de abril de este año, recibo un mensaje de un amigo que me indica que hay algunas ‘volcadas’ de Manu Ginóbili que cuestan (¡como mínimo!) 7.988 dólares. Me dice también, que hay más de cien registradas y que en algunos casos, el precio llega a 23 mil dólares. Como le debe estar pasando a usted… yo no entendía nada. ¿Qué quiere decir que se vende una volcada de Manu? Manu no juega más desde hace un tiempo, y la NBA es la dueña de los derechos de televisión de todas las jugadas que se hubieran producido en la liga. Entonces ¿quién las vende? ¿Y qué quiere decir que las vende si uno las puede buscar en Youtube y verlas tantas veces como quiera… y encima gratis?Me dijo también que buscara por internet porque el CEO de Twitter, Jack Dorsey, había puesto en venta o abierto una subasta, en donde ‘el primer tweet’ [1] que se emitió -en la historia- y que envió él, tenía como precio mínimo, precio de base… ¡dos millones de dólares! Al final, la subasta cerró y el precio final fue de ¡2.900.000 dólares! [2]. Pero mi asombro llegó a lugares insospechados, cuando una compañía de Dubai, compró una obra de arte digital de un artista que utiliza el seudónimo Beeple [3], cuyo verdadero nombre es Mike Winkelmann, y que consiste en un collage de más de 5.000 ilustraciones digitales de su autoría y que se vendió en…. (¿está preparada o preparado?): ¡69 millones de dólares! 

Creo que después de la información que escribí en el primer párrafo, usted (como me pasó a mí), querrá entender de qué estoy hablando. Lo que sigue, es un resumen de lo que leí, escuché, pregunté y me comentaron sobre lo que se llaman NFT. No crea que yo tengo ni todas las respuestas ni explicaciones de lo que está pasando. Pero siento que ahora -al menos- sé de qué hablan cuando dicen que se compran y se venden NFT. Creo que lo primero que hay que entender (y no es trivial hacerlo) ¿qué es un NFT? Para empezar, NFT son las siglas (en inglés) de “Non Fungible Token”. Por supuesto, yo nunca le hubiera puesto este nombre, pero… no me preguntaron. La palabra ‘token’ tiene varios significados en inglés. En una época, se usaba como sinónimo de ‘cospel’ (¿se acuerda?) cuando teníamos que usarlos en los teléfonos públicos o en el subte. Pero también se puede usar como un ticket o un voucher o un cupón que se puede canjear por algún objeto. La palabra fungible se usa -por ejemplo- como algo que se puede canjear, pero en este caso particular, como dice explícitamente que es ‘non fungible’, entonces es una pieza única, que no se puede reemplazar por nada igual. Pero igualmente, la pregunta sigue abierta: ¿qué es lo que se vende que es tan único?Acompáñeme por acá en este breve repaso por la historia. En la época de las videocaseteras y los videocasetes, cuando uno había grabado algún programa o una película y hacía una copia, era evidente cuál era el original y cuál era la copia. De hecho, se notaba la diferencia de calidad entre una versión y la otra. Si uno seguía copiando la copia, cada una de ellas ‘perdía una generación’ y cada vez se veía más borroso y esencialmente, peor. Pero eso sucedía antes, con la tecnología analógica. Ahora, con la tecnología digital, si usted tiene una foto o un video o una canción en su computadora o en su teléfono, e hiciera alguna copia de ellas, ¡no hay diferencias observables entre una y otra! El original es una réplica de la copia (y al revés también): son indistinguibles. Y eso sucede aunque yo haga dos o mil millones de copias. La vida en el mundo de los átomos es muy diferente que la que vivimos ahora, en el mundo digital. Necesito dar un paso más antes de llegar a mi objetivo. Le pido que no abandone ahora porque necesito hacer una ‘mini-referencia’ a las criptomonedas. Es muy probable que usted haya escuchado hablar de ellas (las dos más famosas son Bitcoin y Ethereum), pero no entiende bien ‘qué son exactamente’, cómo se compran, quiénes las venden, cuánto valen, qué forma tienen… y encima: ¡cotizan en la bolsa! Es decir, su valor va mutando con el tiempo. Eso es raro, pero si uno piensa en el oro, entonces se entiende más. En el caso de los Bitcoin (por ejemplo), en sus comienzos se podía conseguir uno por diez centavos de dólar, y ahora (abril del 2021), el precio ‘tocó’ los 63.000. Quienes compraron en ese momento, se hicieron super-millonarios. Uno sabe también, que las criptomonedas no son tangibles, no se pueden ‘tocar’ o ‘ver’. En esencia, un bitcoin es un objeto ‘virtual’, que tiene un valor variable pero que uno puede convertir a cualquier moneda en cualquier país del mundo. Por otro lado, como las criptomonedas son ‘anónimas’, están por fuera del circuito bancario y por lo tanto, no están sujetas a las reglas del mundo financiero. Ese era el objetivo mayor y hasta acá, uno podría decir: ‘misión cumplida’. Por supuesto, esto ha dado lugar -alimentado por el propio establishment que hace circular noticias falsas con su agenda encubierta para mantener el control- a imaginar que con los bitcoins sólo se pueden hacer operaciones ilegales: comprar drogas o vender armas. Pero no me quiero desviar. Las criptomonedas, están ‘anotadas’ en una suerte de Libro Mayor (lo que se denomina una ‘Blockchain’ [4]) del que hay miles de copias todas iguales. Allí quedan registradas todas las operaciones que se realizan por segundo y se actualizan en forma instantánea. Es decir, cualquier operación que uno haga (de compra o venta) se actualiza simultáneamente en todos estos libros. Aquí un hecho crucial y determinante: la tecnología que se usa para las blockchains es la clave de todo lo que tenga que ver con las criptomonedas, pero la seguridad, invulnerabilidad, anonimato que ofrece, permite que se usen estas mismas blockchains para otras actividades, como por ejemplo los NFT, que voy a describir más abajo. Ya llego, téngame un poquito de paciencia. Una analogía: Piense una blockchain (cadena de bloques) como un ‘libro enorme’, con hojas (bloques) numeradas, y de manera tal que cada uno de estos bloques tiene una firma (digital) que certifica todo lo que está escrito más arriba. Lo notable es que esta particular firma ‘autenticatoria’ forma parte del siguiente bloque. Cada bitcoin es una ‘anotación’ en todas las copias de este libro, e indica en qué momento se hizo la operación, quién es el dueño (información que aparece ‘codificada’), quién la vendió, en qué momento y en qué lugar geográfico se produjo, y lo extraordinario, como escribí más arriba, es que resulta inviolable y sobre todo… ¡inmodificable! Como usted advierte, esto no es un hecho menor porque si alguien lograra ‘decodificar’ un segmento del libro y quisiera apropiárselo, esa modificación en una de las páginas la tendría que producir simultáneamente en todos. Pero aún así, eso no alcanzaría porque cada página está conectada con la anterior y también con la siguiente, por lo que si uno modifica una, inexorablemente afecta todas las páginas que siguen. El fraude sería detectado instantáneamente. 

Un último dato (técnico): una criptomoneda es una ‘anotación’ en la blockchain. Esta anotación -que resulta totalmente inteligible- se hace utilizando un alfabeto que tiene solamente 16 letras [5] o caracteres (los diez dígitos que van del cero al nueve, y las letras A, B, C, D, E y F) y este idioma tiene la particularidad que todas las palabras que aparecen escritas tienen la misma longitud: 64 caracteres extraídos del idioma que describí más arriba. Cada persona o entidad que tenga bitcoins, es porque es dueña de una particular anotación, que conserva en lo que se llama una criptobilletera (o billetera virtual), de la que esta persona tiene una clave o contraseña única. El libro es público, de manera tal que cualquiera lo puede leer, pero entender lo que significa es -virtualmente- imposible. Vuelvo, ahora sí, a los NFT. Tome una de las volcadas de Manu [6]. Si explora un poquito podrá ver que se han agregado más NFTs, y que los precios ahora varían (mucho) pero tendrá una idea de lo que está sucediendo. Cuando una persona compra un NFT (que representa un objeto cualquiera pero expresado en forma digital) lo que hace no es comprar el video [7] sino que uno compra el segmento de una blockchain que dice que usted es la dueña o el dueño de esa ‘volcada’ en particular. Es decir: elija una jugada cualquiera de Manu o el gol de Maradona a los ingleses por ejemplo. Si quiere, puede ver las jugadas en Youtube en forma gratuita. Pero de todas las copias en existencia hay una sola que está distinguida, como si estuviera autografiada. El NFT es en esencia, el equivalente de un certificado de autenticación. Hay uno solo. Copias puede haber tantas como uno quiera, pero el o la poseedor/a del original, es usted, o quien tenga el NFT. Y así figura en la blockchain. Una vez más: el NFT no es la volcada en sí misma, sino el certificado de autenticación o unicidad. Me imagino su cara de incredulidad. ¿Por qué habría alguien de pagar semejante suma de dinero para tener un certificado, que encima no se lo puede mostrar a nadie? En el mundo anterior, en el mundo de los átomos, si una persona pudiera pagar la Mona Lisa, la tiene exhibida en su casa o en un museo y listo. El resto, está claro que son copias. Pero hacerse dueño de una foto, o de un gif o de una canción o de un video que se puede conseguir gratis, requiere de un esfuerzo de imaginación, de vanidad y mucho dinero. Puede que quien pagó 69 millones de dólares por el collage digital de Beeple, lo venda (como sostienen) en 200 millones dentro de un tiempo, pero también puede que valga un dólar dentro de diez días, y que en cualquier momento esta burbuja digital explote, tal como ha sucedido tantas veces en nuestra historia. Sobre fines de marzo de este año, Kevin Roose, un periodista del New York Times, escribió un artículo como este [8], explicando lo que son los NFT. Y lo ofreció en una subasta. Con sus amigos trataron de imaginar un precio posible, suponiendo que ‘alguien’ podría querer tener el primer artículo sobre el tema que fuera publicado -nada menos- que por el New York Times en sus ‘casi’ 170 años de vida. Le puso como precio ‘base’ 850 dólares, la mitad de lo que valía un Ether (el equivalente de Bitcoin que usa la blockchain llamada Ethereum). La subasta estaría abierta por solo 24 horas, y el dinero obtenido lo donaría a una organización de beneficencia. Sorpresa: el comprador, pagó ¡350 Ether! que al precio del día, significaron $844,788 dólares [9]. Nadie lo podía creer. Lo que los NFT permiten también es hacer una reparación para cualquier artista que ve que su obra digital se disemina sin que él/ella vean un solo centavo como producto de su obra. Es posible incluir en el contrato que figura en el NFT que cada vez que ese NFT cambie de manos, el artista obtenga un porcentaje del producido (cosa que obviamente no sucede ni siquiera en el mundo pre-digital). En el mundo de los átomos, si una pintora o un pintor vendían un cuadro, cobraba una cierta cantidad de dinero, pero no tenía (ni tiene) ninguna participación en cualquier venta futura. En el mundo digital, con los NFT eso no tiene por qué suceder y en algún sentido, los NFT llegan para corregir esa injusticia. Guste o no, los NFT llegaron para quedarse. Por ahora, llego hasta acá, pero quisiera terminar diciendo: continuará… O, continuaré…

[1] https://www.cnbc.com/2021/03/22/twitter-ceo-jack-dorseys-first-tweet-nft-sells-for-2point9-million.html

[2] El producido de la venta fue donado por Dorsey a una institución no gubernamental dedicada a la beneficencia.

[3] https://www.theverge.com/2021/3/12/22327594/metakovan-beeple-highest-auction-price-69-million-nft

[4] La traducción literal de la palabra ‘Blockchain’ sería una ‘Cadena de Bloques’, aunque en este caso sería una ‘Cadena de Páginas’ en donde queda registrado toda operación que se realice.

[5] El nombre técnico es sistema hexadecimal.

[6] https://nbatopshot.com/listings/p2p/827f9328-03aa-4cb5-97cd-7b5f2c2386fd+98d16dd1-7dab-4cd9-b839-c924518f919c

[7] En este caso es un video, pero podría ser un gif, un pdf, una canción, un libro, una pintura, cualquier objeto[8] https://www.nytimes.com/2021/03/24/technology/nft-column-blockchain.html[9][9] https://foundation.app/kevinroose/the-new-york-times-x-nft-13129