“Semblanzas que meten en la máquina dramatúrgica a una persona y la sacan personaje”, dice Mauricio Kartún a propósito de Protagonistas y Antagonistas del Teatro de Rosario (Ramos Generales, 2020), el libro donde José Moset reúne 22 perfiles, o mejor dicho, semblanzas dedicadas al teatro independiente de la ciudad. Un recorrido que retrata, a su vez, una época de experiencias compartidas, con el teatro como lugar de encuentro.

“Hay un libro anterior, que salió en 2018, Centro Dramático del Litoral: historia abierta, que es la historia del grupo pionero de la década del ’50. Al contar la cronología del grupo, fui intercalando perfiles, pequeñas biografías de dos páginas de algunos de los protagonistas de esa experiencia. Esos perfiles eran independientes de la cronología, y al publicar ese libro me quedó la sensación de que allí estuvo la semilla del próximo”, explica el dramaturgo y periodista a Rosario/12.

-¿Cómo surge la elección de estas semblanzas?

-Hice una lista de 40 o 50 personas que conocía, entre las cuales hay un corte generacional, donde los más jóvenes pueden ser Luis Machin o Patricia Suárez. Son todos mayores porque es la gente que yo conocí, de la que hice una selección en base a lo que todos aportaron al teatro independiente, de una manera u otra. Por supuesto faltan más, porque tampoco pretendí agotar eso, pero traté de que fuera diversificado y estuvieran presentes las distintas tendencias artísticas y personalidades. Cerré en 22 semblanzas, también porque tenía un límite, que vino dado a través de una beca de investigación del Instituto Nacional del Teatro.

Además de los mencionados, en el recorrido de Moset aparecen los nombres de Eugenio Filipelli, Cristina Prates, Aldo Pricco, María Fiorentino, Carlos Mathus, Raúl Saggini, Daniel Querol, Arnaldo Colombaroli, Hugo Salguero, Néstor Zapata, Liliana Gioia, David Edery, Miguel Franchi, Ana María Rozzi de Bergel, Carlos Segura, Omar Tiberti, Walter Operto, José Alberto Berlén, Clide Tello, y Roberto Fontanarrosa. A través del ensayo, Moset se permite la producción de textos de riqueza distintiva. “Me gusta mucho el ensayo, en el sentido de que se permite transgresiones, mientras el estudio más académico responde a otros criterios. El ensayo me permitió hacer intromisiones personales en las historias de los otros, porque en algunos casos trabajamos juntos y con todos hay un afecto. En algunas de esas semblanzas aparece más la cuestión autobiográfica, porque al fenómeno cultural del teatro independiente lo quise ver desde adentro; además, era la forma de relatar que a mí me hacía gozar más del placer de indagar en esas historias”, continúa.

-En ese sentido, pienso en la apertura de lectura que significa la semblanza sobre Filipelli.

-Con él tuve una relación muy cercana, y por su edad podría haber sido mi padre. Compartimos algunas actividades dando charlas o talleres de teatro, y conversamos muchísimo en los bares. Me pareció que tenía que abrir con él, además de ser una historia dramática y contradictoria como lo son todas. En este caso me tocaba tan de cerca que me pareció bien empezar con esa semblanza, en donde aparece la época de la dictadura porque fue durante la década del ’70 cuando mantuvimos en gran parte nuestra relación.

El gran retrato que ofrece el libro es justamente el de un medio preocupado por dejar un legado que accione y continúe; de acuerdo con el autor, “uno de los objetivos fue rescatar estos nombres del olvido, yo tengo contacto con actores que ya superan los 80 años y un sentimiento que advierto, aunque no se diga, es esa sensación de que se va la vida y no existe el reconocimiento, siempre es cuestión de empezar de nuevo en este medio, en una ciudad del interior donde el reconocimiento siempre se demora o no llega nunca”.

Las predilecciones sobre las historias encuentran un vínculo íntimo invariable, que Moset deja percibir entre líneas. Cómo él mismo dice, el afecto tiñe las semblanzas porque “los aprecio a todos por igual, todos fueron enormemente generosos y confiados en lo que iba a hacer y se abrieron hasta para contarme detalles de su vida”. En este sentido, Moset es capaz de integrar figuras aparentemente opuestas: “uno puede ser Carlos Mathus, un renovador total, o un actor profesional como Luis Machin o una actriz como María Fiorientino, y por otro lado un hombre al que el medio descartó por mucho tiempo como José Berlén, ¡cómo no incluirlo, cuando forma parte de un movimiento que representa a un sector de público que lo sigue y con el que ha trabajo durante 40 años! Yo lo respeto mucho, tuvimos charlas muy interesantes, profundas y sentidas”.

-El desenlace no puede ser mejor, tal vez inevitable, con la figura de Fontanarrosa; tal como lo titulás: “dramaturgo a pesar suyo”.

-¡Era lo que menos quería ser! Lo llevaron a esa situación y no le debe haber gustado nada (cuando Eugenio Filipelli y Norberto Campos, cada uno por su lado y de manera coincidente, hicieron versiones de Inodoro Pereyra). ¡Hagan las dos!, dijo (risas). Cosa insólita, no sé si hay otro ejemplo de esa característica.

-Y destaco la inclusión de Walter Operto, también por ser el responsable del sello editor Ramos Generales.

-Esto es algo que digo en su semblanza, a mí me resulta admirable el desprendimiento que tiene. Cuando estaba instalando (el Centro Cultural) La Nave en la Asociación Bancaria, recibió una indemnización por un juicio y en lugar de comprarse un auto o cualquier otro bien lo puso allí, en el teatro, para hacer las refacciones y ponerlo en movimiento. Tiene otros casos así en su vida, y la editorial también, ¿quién puede pensar algo así, con qué perspectiva y en el año de la pandemia? Hasta el momento se publicaron cuatro libros, que él apunta a lo local y regional. En mi caso, me dio mucho placer porque después de la beca que me otorgó el Instituto para la investigación, solicité el subsidio para la publicación, que me lo otorgaron, y pude pagar la edición a Operto. Eso me dejó satisfecho, porque en estas circunstancias no son accesibles este tipo de cosas. Para mí, es un logro más estar en este nuevo sello editorial.