Las circunstancias pesan en el destino de los personajes del nuevo libro de cuentos de Liliana Allami, Los que están solos, publicado en la colección Ojo Lector de la editorial Moglia, de Corrientes. Una mujer sufre con vergüenza la condena por estafa que recae sobre su pareja; una escritora que publica su primer libro espera con impaciencia el reconocimiento que ni siquiera sus padres se dignan a darle; otra mujer, adicta al chocolate, imagina un desenlace amargo en venganza de una rival peligrosa; un septuagenario tuerto enfrenta como puede a un bicho monstruoso con el único fin de recuperar el amor de su hija. Como describe el título del libro, lxs antihéroes de estas aventuras más bien íntimas, puramente mentales en algunos casos, tienen que enfrentarse con los recursos escasos de los que disponen, y a solas.

El profesor del taller literario al que asiste la protagonista de “El destello bravo” brinda pistas sobre uno de los núcleos de los cuentos de Allami. “Hay rasgos de humor frente a un dramatismo descarnado”, le dice a la estudiante momentos antes de iniciar una estereotipada táctica de seducción (fallida). El dramatismo de las historias se compensa con lo que la realidad, siempre avara, les ofrece a cambio: el placer de bailar (sola) en una fiesta ajena, de revelar un secreto pese a las consecuencias o de escapar de una cita a ciegas con un reverendo patán. Y también está el recurso a la narración, que viene a poner orden en el caos de la memoria. “Creo que en un punto del recuerdo los hechos se atropellan y cuando quiero recuperarlos se me aparecen como un todo”, razona la adolescente mojigata (como ella misma se define) de “La desbocada chica de los túneles”; “A veces, me pongo a repasar los días para entender en qué momento se empezaron a dar vuelta las cosas”, inicia Miguel en “Yo soy yo y Magalí es Magalí”. En el acto de narrar está implícita una toma de conciencia.

“Mi literatura es muy de puertas adentro –define Allami, que es licenciada en Química, egresada de la Universidad de Buenos Aires-. Siempre escribo historias mínimas. Me atrae ahondar en el mundo femenino, en sus incertidumbres, sus pasiones, sus debilidades, sus vínculos. Mis temas rondan los conflictos amorosos, familiares, la soledad que atrapa y se quiere soslayar, la falta de complicidad con los espejos que el paso del tiempo vuelve una amenaza. El humor me permitió enfrentar algunas cuestiones que no sé si hubiera podido enfrentar a cara descubierta”. Su escritura, reconoce, comienza por la experiencia personal. “Después la ficción hace lo suyo y universaliza situaciones que siento propias”. Dos cuentos vuelven sobre la angustia de escritoras que quieren ser leídas en un mundillo de envidias firmes y vanidades frágiles.

Este el noveno libro de Allami, que en 2016 fue premiada en México por Las cosas de fondo. Excepto la novela corta El verbo justo, publicó únicamente colecciones de cuentos. “No es que me sienta más cómoda con ese género –dice la autora-. Las historias se me imponen así, yo simplemente soy la intermediaria. A veces me gustaría escribir largo para que el tema que tengo entre las manos no se agote pronto: mis días cobran más sentido cuando una historia me convoca. Apenas termino de escribir un cuento, me enfrento a un vacío. Entonces, me encuentro otra vez atenta y a la pesca, con esa inquietud y esa urgencia de querer volver sobre la página”. Para ella, lo que acerca y (paradójicamente) une a los personajes de Los que están solos es la soledad. “Una sensación de desamparo –afirma-. Cierta neblina en la que se encuentran de repente inmersos, enfrentados a una íntima desazón, estén o no acompañados”. Tan espesos como la ficción permite, los cuentos de Allami describen misterios de la vida diaria.

Liliana Allami
Los que están solos
Moglia Ediciones
140 páginas