Sospecha Mortal                        4 Puntos

The Informer, Gran Bretaña/ EE.UU./Canadá, 2019

Dirección: Andrea Di Stefano.

Guion: Matt Cook, Rowan Joffe y A. Di Stefano, sobre novela de Anders Roslum y Börge Hellström.

Duración: 113 minutos.

Intérpretes: Joel Kinnaman, Rosamunde Pike, Ana de Armas, Clive Owen, Common, Eugene Lipinski.

Estreno en Netflix.

El “topo” es un personaje muy interesante: no sólo se ve obligado a representar un papel sino que además se siente culpable de delatar a los tipos que creyeron en él, y a la vez se muere de miedo de que éstos lo descubran y lo hagan puré. La pasa muy mal, y como es sabido cuanto peor lo pasa la gente mejor es la película. En el caso de Joel Kinnaman, no sabemos cómo la pasa. Al actor sueco se lo ve dotado únicamente para hacer lo que ya hizo: de Robocop, en la remake de 2014. Inflando bíceps y exhibiendo tatuajes, este compatriota de Bergman más parece estar ofreciéndose como chongo para algún millonario que actuando en una película. Que lo acompañe Rosamunde Pike no suma: la actriz de Perdida jamás expresó nada que no fuera su propia falta de expresión. Tampoco es que sólo ellos tengan la culpa de que Sospecha mortal (The Informer) sea tan indistinguible de otras como lo es su título en castellano: la película dirigida por el italiano Andrea Di Stefano parece la primera escrita, filmada y actuada por robots. Lo cual tal vez la convierta en pionera del cine del futuro.

Kinnaman es Pete Koslow, que aprovechando su origen se halla infiltrado dentro de la mafia polaca de Nueva York (esta mafia no la teníamos, pero como en Nueva York todos los inmigrantes tienen mafia propia, es lógico que exista), coordina un operativo con sus superiores para atrapar con las manos en la masa a un capomafia a quien llaman “El General”. Pero algo sale mal (como corresponde) y un policía infiltrado del otro lado es asesinado por el grupo liderado por Koslow. Ya se sabe cómo es esto: matás a un botón y se te echa toda la yuta encima. Como castigo por haberlo permitido, “El General” da una última posibilidad de sobrevida a Koslow: infiltrarse ahora en la cárcel, para sacarle el negocio de las manos a un tipo que maneja el tráfico de fentanilo desde allí. Como toda película de topos es siempre un juego de doble pinza, el que aprieta del otro lado es el funcionario del FBI responsable de esa operación, Montgomery (Clive Owen), que da órdenes a Wilcox, agente a cargo de Koslow (Pike) para deshacerse de él. A la vez, un policía encubierto, amigo del asesinado (el rapper Common, que suma piedra al elenco) se propone vengarlo a como dé lugar.

Los guionistas (dos, más el director) suman tantas subtramas (no mencionamos los conflictos matrimoniales de Koslow para que no nos pase lo mismo que a ellos) que, aunque han obtenido dos horas de metraje de parte de los productores, la trama queda congestionada como un atascamiento de tránsito. Los autos (Koslow, los polacos, los policías, el FBI, los presos, la esposa de Koslow) no se pueden mover, sus choferes (ellos mismos) están como molestos, enojados con el atasco. Por eso tantos ceños fruncidos, tanta cara dura, tanto pasar de una escena a otra como haciendo fuerza. The Informer es un thriller fruncido.