Desde Washington, DC. El ritmo al que Estados Unidos venía desplegando su campaña de vacunación decreció en las últimas semanas. Si a mediados de abril se daban unas tres millones de dosis diarias en promedio, ese número ahora está por debajo de las dos millones. Ahora, el desafío para el gobierno de Joseph Biden, que centraliza la iniciativa, no está tanto en la logística o la distribución sino en las acciones para convencer a los menos entusiasmados con la idea del pinchazo.

Hasta este sábado, el 57 por ciento de las personas mayores de 18 años ya había recibido al menos una dosis de la vacuna contra el COVID-19. El martes pasado, el presidente estadounidense anunció su nuevo objetivo: que ese número llegue al 70 por ciento el 4 de julio, día de la independencia estadounidense. Ya lo había prometido a fines de marzo, cuando alentó a la gente a vacunarse para que el principal festejo del verano del país norteamericano vuelva a contar con reuniones familiares y barbacoas.

Pero a esta altura, cuando faltan menos de dos meses para esa fecha límite, el ritmo de la campaña de vacunación cayó un 43 por ciento en la última quincena, según números de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades que monitorea el New York Times.

Estados Unidos actualmente distribuye tres vacunas: Pfizer-BioNTech, Moderna y Johnson & Johnson. Produce dosis de AstraZeneca que no usa, porque la Administración de Medicamentos y Alimentos todavía no la aprobó en el país. No parece que vaya a necesitarlas: se dio el lujo de parar la vacunación con Johnson & Johnson por una semana y la sustituyó con dosis de las otras dos empresas.

Los problemas de logística también parecen haber quedado atrás. La campaña pasó de ser únicamente a través de turnos que se conseguían por teléfono e internet a distribuirse en farmacias que permiten que cualquiera entre a pedir su dosis sin cita previa. El país quiere llegar a vacunar a más del 70 por ciento de su gente y alcanzar la inmunidad de rebaño, pero el objetivo está lejos.

A nivel nacional, Estados Unidos ya vacunó al 46 por ciento de su población total. Hay estados que superan incluso esa marca. Vermont y Massachusetts, en el noreste, ya vacunaron al 60 por ciento de sus habitantes. Nueva York, a la mitad y ya se ilusiona con un turismo de vacunas que le permita reactivar la vida en Manhattan. Pero ese no es el panorama en todo el país.

Como ocurre con muchos temas que dividen a la sociedad estadounidense, el mapa de estados que manejan cifras alentadoras en la vacunación y el de los que están por debajo del promedio nacional se superpone casi a la perfección con el de distritos demócratas y republicanos, respectivamente. En el sur, en estados como Alabama, Louisiana o Mississippi, la cantidad de personas vacunadas no supera el 35 por ciento. Son estados que han tenido pocas restricciones también a lo largo de la pandemia. Texas, con solo un 40 por ciento de la población vacunada, decidió reabrir al 100 por ciento.

No debería ser una sorpresa. Una encuesta reciente de la Fundación Kaiser Family encontró que, entre todos los grupos demográficos, los republicanos y los blancos cristianos evangélicos son los que menos dispuestos están a darse la vacuna. Casi el 30 por ciento de esos grupos sostuvo que “definitivamente no” lo hará. Eso sí, uno de cada cinco republicanos dijo que era más probable que se la dé si el expresidente Donald Trump le pide que lo haga.

Entre las razones esgrimidas para rechazar la vacuna, la más común entre los encuestados fue que las vacunas son demasiado nuevas y que no hay demasiada información sobre sus efectos a largo plazo. Sin embargo, informarles a esas personas que la ciencia lleva años trabajando en la tecnología que utilizan las vacunas casi no provoca ningún cambio en sus ideas. Solo el seis por ciento de ese grupo dijo que el argumento lo hacía más abierto a la idea de la vacuna.

Algunos de los “no” rotundos de la encuesta, no obstante, aceptarían la vacuna si estar inmunizado se transformara en un requisito obligatorio. Pero la posibilidad de la aparición de “pasaportes de vacunación” también es rechazada. El gobernador republicano de Florida, Ron DeSantis, ya firmó un decreto para prohibir la emisión de estos documentos en el estado y evitar que los establecimientos puedan pedirles a sus clientes algún certificado de vacunación como condición para atenderlos.

El estudio también identificó que los antivacunas más acérrimos no son el único obstáculo para alcanzar la inmunidad de rebaño en el país norteamericano. En muchos casos, era simplemente falta de ganas o de interés. “Algunos indicaron que es más probable que se vacunen si esto fuera algo sencillo de hacer en la vida cotidiana”, explica el informe. En esa línea, la ciudad de Nueva York presentó un “vacunabús” como iniciativa de vacunación comunitaria en el Bronx. “Es como un party bus pero te llevás inmunidad contra una pandemia mundial”, dijo la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en sus redes sociales para motivar a la gente a acercarse.

En algunos estados, la campaña pasa hoy por los incentivos y la aparición de pequeños premios para compensar a quienes todavía no se vacunaron. El condado de Harris, en Texas, al que pertenece la ciudad de Houston, planea entregar muñequitos de una de sus estrellas locales de béisbol. En Nueva Jersey, el gobernador Phil Murphy anunció un programa oficial para que cada persona que reciba el pinchazo pueda conseguir una cerveza gratis. También Miami Beach, en Florida, se prepara para dar descuentos en bares a quienes muestren que recibieron sus dosis.

Mientras tanto, la Casa Blanca sabe que la situación privilegiada de Estados Unidos es vista con rechazo en el resto del mundo, en el que las vacunas escasean y los casos de la enfermedad crecen. Las críticas se reanudaron especialmente con la ola de contagios en India. En ese contexto, el Gobierno de Biden anunció que apoyará una suspensión de las patentes de las vacunas contra el coronavirus: “La administración cree firmemente en las protecciones a la propiedad intelectual, pero al servicio de terminar esta pandemia, apoya levantar esas protecciones para las vacunas contra el COVID-19”.