La familia Durán fue conocida por el pueblo del departamento Belén el 10 de marzo cuando su hijo de 2 años tragó una semilla de sandía y casi muere por una obstrucción. Luego de aquella odisea que debieron vivir para que el niño sea atendido en un hospital de la provincia de Tucumán, y como consecuencia de un aislamiento por covid-19 de 25 días, Aníbal Durán, el padre, quedó sin trabajo. Desde hace dos semanas viven en un rancho de nylon y piden ayuda a la comunidad para que no les quiten a sus hijos.

En diálogo con Catamarca/12, María, hermana de Aníbal, relató que su cuñada, Yanela (19), se contagió de coronavirus durante los primeros días de abril. En ese momento, la familia completa quedó aislada y él perdió el trabajo que estaba haciendo en una obra como albañil.

Al momento de contagiarse, la situación económica que estaban atravesando no era buena. Vivían en un monoambiente por el que pagaban 7 mil pesos por mes. Sin embargo, la escasez de trabajo por falta de obras, comenzaron a sentirla mes tras mes a medida que avanzaban la pandemia y las consecuentes medidas restrictivas.

En enero, iniciaron los trámites para que Desarrollo Social del Municipio de Belén les pagara la mitad del alquiler. La primera suma de dinero les llegó a finales de marzo. “La burocracia es muchísima para poder conseguir que el municipio te dé algo. Cuando sucedió el accidente de mi sobrino, que se ahogó con la semilla, la gente colaboró para que ellos pudieran estar en Tucumán mientras lo atendían. Así consiguieron 14 mil pesos, que es con lo que pagaron los meses de alquiler que debían antes de poder irse”, relató María.

Fue a finales de abril,  luego del aislamiento, cuando quedaron sin posibilidades económicas para pagar un lugar donde vivir. El único ingreso que tienen es el de la tarjeta alimentar, pero no les alcanza más que para la comida de los tres niños y la de ellos.

Sin otra solución y ante la necesidad de que sus hijos tengan un techo, Aníbal consiguió nylon y armó un rancho en un terreno que les cedieron para que algún día el Municipio les construya una solución habitacional. Sin embargo, y teniendo en cuenta que el más pequeño de sus hijos sufre una enfermedad del corazón, y desde hace tres meses no pueden comprarle el medicamento, ni tampoco viajar a la ciudad Capital para hacerle los estudios que le pidieron, saben que no es lo adecuado.

“Hace dos meses lo derivaron a mi sobrino porque convulsionó. En Belén no hay neurólogo ni tomógrafo. Para todo hay que ir la ciudad, pero por la pandemia no hay colectivos y si hubiera tampoco ellos tienen cómo pagarlo. Es desesperante lo que están viviendo. Las temperaturas por la noche son cada vez más bajas·, contó.

Además, explicó que la urgencia de la familia por salir de esa situación, consiguiendo un trabajo, es porque desde el área de asistencia social de la comuna, se acercaron durante la noche del lunes, luego de escucharlos en una radio local. “Delante de los chicos los retaron y le dijeron que le van a sacar a los chicos porque no pueden vivir así. El más grande la escuchó y se puso a llorar porque no quería irse `con esa señora´. Después, le hicieron firmar a mi mamá un documento en donde decía que ella se tenía que hacer cargo de los niños y que ya iban a ver si le construían una habitación, pero sin baño”, contó.

Según el relato de María, “En Belén hay casas precarias y humildes, pero no hay ranchos. Ellos –el municipio- no quieren ranchos y por eso se enojaron, quieren esconder la realidad. Luego de que el caso trascendiera en las redes y por gestiones de una concejal, la Secretaría de la Vivienda se comunicó con ellos y les prometió ver si les hacían la casa. Mi hermano se inscribió como tres veces ya y las casas se las dan a otra gente”, concluyó.