Louise Jallu no ahorra en seguridad, admiración y convicciones para definir a Piazzolla. “Cuando uno estudia bandoneón, la figura emblemática de Astor se impone por sí misma”, dispara y no se ruboriza a la hora de las comparaciones: afirma que es exactamente lo mismo que le pasa a un clavecinista con Bach, a un pianista con Chopin o a un violinista con Mozart. De aquí a decir que es bandoneonista, que se formó en clave piazzolliana y que acaba de publicar el disco Piazzolla 2021, hay apenas un milímetro de distancia “¿Cómo no lo iba a hacer, si estoy inmersa en su música desde antes de que mi edad llegara a las dos cifras?”, confiesa ella, y vuelve a establecer paralelos ahistóricos, ahora entre el creador de “Invierno porteño” y Chopin. “Ambas músicas son tan complejas como inmediatas”, sentencia.

-Suena sugestivo. ¿Podrías argumentar la analogía?

-Claro, porque ambas le hablan al corazón tanto como seducen al teórico. Con esto digo que acceder a Piazzolla y Chopin es muy fácil, porque fascinan por su fuerza. Y, al mismo tiempo, revelan aspectos audaces en la escritura y la composición, sobre todo por el uso de las armonías.

Jallu es francesa y tenía la intención de llegarse hasta la Argentina este año para presentar el disco, pero la pandemia hizo colapsar la intención. Tendrá que conformarse a cambio con pasear al tiburón del fueye por festivales de su país como el Les Nuits de Nacre, el Jazz a Crest o el de Mars, entre otros. Habrá que esperar por estas pampas, entonces, para apreciar en vivo las once atrevidas incursiones que la música gala traza sobre piezas nada fáciles del arcón piazzolliano. Entre ellas “Soledad”; “Tristezas de un doble A”, abrillantada por una formidable cadencia de bandoneón; “Oblivion”, de fuerte impronta jazzera; y “Libertango”, tal vez la más osada de todas, con Mederic Collignon en bugle, instrumento clave –junto al saxo, claro- de Adolphe Sax y arma musical favorita de Chet Baker. “El fliscorno -también se le dice así- acentúa el lado jazzero de la música de Astor”, garantiza Jallu. “Colocarlo en 'Oblivion' fue ideal porque es un tema que se recuesta sobre el género, pero lo más importante es cómo lo toca Mederic… Creo que a Astor le hubiese gustado conocerlo”, ríe.

-La versión de “Libertango” es audaz y solo se parece a la de su autor en eso, precisamente. ¿Por qué encaraste una interpretación “tan” libre?
-Porque tratar de seguir sus pasos habría sido inútil para mí, porque es un éxito planetario y resuena en todos los oídos. Además, hay readaptaciones muy convincentes de muchos músicos. Pero no podía no incluirla en mi disco. Al principio escribí varias adaptaciones pero ninguna me satisfacía. Quería que se la reconociera, pero repropiándome del “objeto”, como el gran Picasso se apropió de la “L'Odalisque de Ingres” para hacer otra cosa. El resultado es quizás arriesgado, sí, y también irreverente, pero si ubicamos esta adaptación en la larga retahíla de readaptaciones de temas en la música, hay que ver estos actos como otra forma de realizar un homenaje… Digamos que fue un ejercicio de estilo.

-“Soledad”, por formato y sonido, parece transitar otro carril conceptual.
-Me gusta mucho este tema porque sigue siendo secreto, íntimo, y tenso, dado que la frase recorre toda su duración manteniendo una tensión extrema. Creo que logramos una desnudez interesante en la instrumentalización.

Jallu jugó en el disco con dos cracks del universo Piazzolla. Uno indirecto -Bernard Cavanna, cocreador de la cátedra de bandoneón del conservatorio de Gennevilliers-, y el otro directo: Gustavo Beytelmann, pianista argentino radicado en Francia. El primero con sus arreglos y el exmúsico de Astor con su instrumento, ayudaron a que la bandoneonista convierta un golazo musical. “Tocar con alguien de su talla hace que te sientas segura”, señala Jallu, posada en las intervenciones de Beytelmann. “Me sentí como una acróbata con una red de seguridad abajo… A través de los acentos, la dinámica o la alquimia de los cambios de tempo, de los rallentando o acelerando, Gustavo te estimula a ir más allá de vos misma”.

Jallu empezó a tocar el fueye a los 5 años y no lo largó nunca. Primero fue de entrecasa, inspirada en una hermana tres años mayor que ya lo hacía, y luego en el conservatorio Gennevilliers, guiada por otros dos argentinos con varias millas recorridas en el tango universal: César Stroscio y Juan José Mosalini. Allí se diplomó siendo aún menor de edad. Luego ganó el Concurso Internacional de Klingenthal (Alemania) y tuvo una premonitoria formación propia, el Louise Jallu Quartet que la acompañó mientras tocaba con la cantante griega Katerina Fotinaki, el contrabajista Claude Tchamitchian, o el exguitarrista de Invisible época El jardín de los presentes, Tomás Gubitsch. “Además de Piazzolla, admiro profundamente a Anibal Troilo y a Máximo Mori, a quien me habría gustado escuchar en vivo, porque hacía sonar muy bien el instrumento. La verdad es que me inspiré en Mori, sobre todo en Francesita”, advierte.

-Ese es el nombre de tu disco debut, el predecesor de Piazzolla 2021. ¿Cuál es su impronta?

-La contrario a la que imaginé para Piazzolla 2021, porque no partí de una figura legendaria de la música mundialmente conocida, sino de la música de un compositor bastante desconocido hoy, al menos en Europa. Me refiero a Enrique Delfino, por el cual siento un afecto particular, tanto por su música como por el hombre que creo haber adivinado a través de algunos documentos a los que tuve acceso. Este álbum rinde homenaje también a todas las mujeres provenientes de Europa que fueron obligadas a prostituirse en Buenos Aires, en lugares en los que el tango comenzaba a adquirir sus cartas de nobleza.

-Nombraste a Delfino y a Troilo. ¿Cuál es tu relación con el tango en general, más allá de Piazzolla?
-Salgán, Pugliese… Creo que el tango se volvió un género absoluto que podría compararse con el jazz, que se crea en todo el mundo y ya no está localizado en los clubs de Nueva York o Chicago. Con el tango pasa lo mismo… Hoy en día invade nuestras culturas y se transforma. Respecto a mi afecto particular por el género, éste se debe a sus misterios, al sonido, los acentos y los movimientos de tempo. Tampoco quiero obviar que se trata de una música que se escribe pero no se fija sino que se desarrolla en múltiples variaciones.