Bajo el lema "Raíces en movimiento" se lanzó en las redes la nueva edición del FICDH con acceso gratuito durante una semana, ofreciendo más de 50 cortometrajes, largometrajes y documentales que giran en torno a las múltiples identidades, la migración y las existencias por fuera de toda norma, denunciando la persecución y la discriminación a lo largo de todo el globo terráqueo a través del celuloide diariamente hasta el 2 de junio, sumando además actividades especiales, charlas y entrevistas con sus realizadorxs.

Entre la abultada e interesantísima grilla del festival se estrena en Argentina “Una niña”, la película de 2020 premiada en los principales festivales de cine del planeta en la cual su director Sébastien Lifshitz acompaña durante un año las vivencias de Sasha y su familia en tierras francesas alejadas de la glamorosa París. El documental pone en primer plano la cotidianidad de una niña trans de 9 años que solo quiere concretar su sueño desde que tiene 3 años y que es, ni más ni menos, el de ser Sasha: jugar libremente, aprender ballet, ir a la escuela, recibir el amor de su familia y vestirse como mejor la parezca. Pero, una vez más, el colegio se erige como un muro terrorífico y represor que opera como el principal enemigo de su existencia, atacando su identidad, a su familia y a su persona, obligándola, entre otras manifestaciones de violencia, a vestir "ropa de niño", teniendo que abandonar de la puerta para afuera de la institución la vestimenta que ella eligió para sí, además de intentar por todos los medios posibles de impedir la realización del film, con carta documento y patota de abogados incluidas. Como tantas otras veces, en el primer plano de la segregación aparecen la escuela, las instituciones, las familias normadas, los servicios sociales y las sectas siniestras como los chats de papis y mamis en grupos de WhatsApp, poniendo a las infancias trans en el centro del odio, arrebatándoles la posibilidad de las crianzas amorosas a los niños y las niñas, siempre ajenxs a la imbecilidad adulta.

Una de las particularidades del film de Lifshitz, sino la principal, es la profunda emotividad con la que decidió retratar frente a cámara las andanzas de la familia y de la pequeña, recorriendo experiencias que sin duda evocan historias locales como la lucha encarada por Luana y su mamá Gabriela, emparentándose también en perspectiva y enfoque -aunque en este caso, ficcional- con “Tomboy”, la maravillosa película de Celine Sciamma de 2011. "Una niña", ya desde su título, busca reposar todo debate en torno a las infancias trans bajo una sola y sencilla pregunta, que un miembro de su familia se hace mirando a los ojos del público: “¿Qué les molesta”?, para inmediatamente responderse: "No es una cuestión de tolerancia. Es Sasha, y punto". También su director, entrevistado en la Berlinale del año pasado en la que estrenó oficialmente su film, dejó bastante claras las intenciones combativas y emotivas de su trabajo: “Mi película no trata sólo de una niña trans, sino también sobre personas que no se ajustan a la norma o que son diferentes. Para mí, Sasha es una heroína moderna".

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