Al morir la matinée                   6 puntos

Uruguay/Argentina, 2020

Dirección: Maximiliano Contenti.

Guion: Manuel Facal y Maximiliano Contenti.

Duración: 88 minutos.

Intérpretes: Ricardo Islas, Luciana Grasso, Franco Durán, Julieta Spinelli, Vladimir Knazevs, Bruno Salvatti, Daiana Carigi, Patricia Porzio.

Estreno: en Cinear Play.

Construida sobre el terreno delimitado por el cruce entre el slasher y el giallo, la película uruguaya Al morir la matinée tiene sin embargo una identidad propia. De ambos géneros toma elementos estéticos para darle forma a un universo bien reconocible. Hay un asesino que mata con arma blanca, aunque a veces sorprende usando algún otro elemento que le permita penetrar la carne de las víctimas con sus propias manos. Por lo tanto, también hay sangre y la voluntad de exhibir aquello que la anatomía suele mantener oculto. Eso que en el cine se llama gore. Las razones de este asesino para matar nunca se explican y se limitan a su propia psicopatía. Sus víctimas favoritas son adolescentes y jóvenes en quienes el film deposita una serie de características que se oponen a una la moral conservadora, acá representada por el criminal. De este modo, la candidez, el hedonismo, la despreocupación o el simple impulso de poner en libertad el deseo serán castigados por esta versión oriental del ángel exterminador.

Como suele ocurrir en muchos giallos y en especial en la filmografía de Darío Argento, en Al morir la matinée la acción transcurre en un espacio vinculado al arte. Si Suspiria (1978) tenía lugar en una academia de danza y Opera (1987) en un teatro lírico, esta película dirigida por Maximiliano Contenti elige un territorio más familiar: una sala de cine. Pero no una de esas impersonales y estandarizadas a las que el público debió resignarse en la era de los shopping, sino en uno de esos viejos coliseos con plateas y pullman. La película aprovecha las dimensiones monumentales que ofrece un espacio así para convertirlo en un laberinto sin salida. Claro que para que eso luzca natural, el director debe recurrir a uno de los gestos más repetidos del cine actual: volver al pasado, haciendo que la acción transcurra en un 1993 que cinematográficamente luce más bien ochentoso.

Al morir la matinée representa una experiencia lúdica que recupera el placer de lo analógico, expresión que dentro del cine de terror remite a una época y una estética específica, cuyo final puede ubicarse más o menos por el año en el que transcurre la historia, con el estreno de Jurassic Park (a la que Contenti cita de forma indirecta). En ese sentido, el título de la película hace referencia no solo a esa última función sobre al filo de la noche que el asesino elige para realizar su macabro trabajo, sino también al ocaso de una era. Sin embargo, cuanto más se aleja de su propio universo para abrazar la rutina del homenaje Al morir la matinée va perdiendo su mejor tono. No tanto como para arruinar la experiencia, pero lo suficiente como para asumir el innecesario riesgo de relegar aquello que la hace única. Aún así, la labor de fotografía y arte es impecable, logrando que la película luzca moderna en su factura al mismo tiempo que acierta en la elección y uso de los recursos para crear la atmósfera retro. Y sin querer, también convierte sus imágenes de una sala de cine cerrada por la muerte en persona en un símbolo que resuena fuerte en tiempos de covid.