No hay fórmulas para la inspiración. Tampoco lugares ni métodos infalibles –mucho menos universales- para que surjan aquellos anhelos que permanecen latentes pero reprimidos en algún lugar de la mente. A veces hace falta algo que inspire la puesta en marcha del sueño pendiente. Y, ¿por qué no?, quizá pueda ser un ciclo de televisión el germen motivacional para que alguien se anime a dar ese paso. Esa es la idea que se esconde alrededor de Ida y vuelta, un ciclo de entrevistas en el que figuras del mundo artístico cuentan el origen que los llevó a ser quienes son. Conducido por la comediante Dalia Gutmann, el programa (viernes a las 12, 16 y 20, por Canal (á)) propone charlas descontracturadas capaces de inspirar a que persigan sus deseos a quienes están del otro lado. “Son entrevistas que no buscan sacarle un título al invitado sino profundizar y conocer los procesos creativos”, le cuenta Gutmann a Página/12.

Locutora egresada del ISER, Gutmann desarrolló un largo recorrido como comediante, ya sea en su rol de standupera (con Cosa de minas se presentó en diferentes salas argentinas) o como conductora de ciclos de humor (Tipos de minas, La culpa es de Colón). Sin embargo, en Ida y vuelta se corre del centro para darle lugar a los entrevistados, en diálogos a solas en los que el humor forma parte pero no es el fin. Desde Jairo hasta Dolores Fonzi, pasando por Carlos Rottemberg, José María Muscari, Ricky Pashkus, Malena Guinzburg o Violeta Urtizberea, distintas personalidades del mundo artístico pasarán por este ciclo. El periodista y conductor Matías Martin es el invitado de hoy (viernes 11).

“En la tele y en todos lados hay muchos programas de entrevistas, pero pocos tienen como eje lo aspiracional”, detalla Gutmann. “En este programa no vas a encontrarte con un título de impacto sino con la posibilidad de conocer la historia de personas consagradas en su ámbito y que esas historias te puedan servir a vos para tu propia vida. Es una charla entre dos personas que se sientan a tomar un café, en las que me gusta hablar de procesos creativos, en las que trato de entender por qué y cómo el protagonista de esa entrevista se transformó en quién es”, subraya la ahora conductora.

-¿Qué pasa con la comediante cuando tiene que conducir ir o entrevistar? ¿Sentís forzadamente la necesidad de hacer reír al público y al entrevistado?

-No me siento obligada a hacer reír. Sí me gusta que el otro esté contento, alegre, pero si pinta contar una historia que lejos está de ser alegre, bienvenida sea. No busco ni el chiste ni estar todo el tiempo bien arriba. Obviamente, que si sucede, lo celebro un montón. Sé que en el escenario tengo que hacer reír, porque es mi laburo y la gente paga para eso, pero en una entrevista puedo relajarme y permitir que sucedan otros climas.

-¿Cómo es el humor en tiempo de deconstrucción para una mujer comediante? ¿Hubo una liberación?

-Claro que hay un registro. Desde que empecé a hacer comedia, allá por 2005, cambió mucho mi cabeza, de lo que me río y del lugar en el que me ubico. Que la sociedad haya cambiado también ayudó, porque uno como comediante tiene que estar muy atento todas las transformaciones sociales; si no, quedás viejo todo el tiempo. En este proceso fui pasando por diferentes etapas. En algún momento, quizás hubo chistes u observaciones que me las reprimí para no ofender, pero después entendí que si siento o veo tal cosa, no tengo por qué reprimirlo. Creo en la deconstrucción, la celebro, pero tiene que ser auténtica. La deconstrucción tribunera, para quedar bien, no sirve. Ahora me planteo más el humor pero sin dejar de reprimirme las cosas que tengo para decir.

-¿Sentiste alguna vez que los comediante hombres tienen más libertad para ejercer la profesión que las mujeres? En más impunidad creativa o en que pagan un menor costo…

-Siempre sentí mucha liberación en el escenario. A contracara de lo que pasa en la tele, que es un medio masivo de comunicación y tiene sus propias reglas, en el teatro siempre me fascinó la liberación de poder decir lo que se me canta. De cualquier manera, no creo que se trate de un tema de hombres y mujeres sino de mentalidad. Hay cabezas que son patriarcales y otras que son más abiertas. En el stand up, por suerte, hay muchas y muy buenas mujeres humoristas. Y claro que siempre vamos a estar más evaluadas. Pero en lo particular, trato de no hacerme ese barullo a la hora de laburar, porque si encima de que hay que pelar talento me hago la cabeza con que soy mujer y me van a mirar raro, pierdo mucha energía. Pero sin dudas somos parte de una cultura machista en la que las mujeres somos más observadas y evaluadas.

-¿Creés que el humor está atravesando una crisis conceptual? En el sentido de que la corrección política se impone.

-Me parece buenísimo que está en crisis el humor brutal, que se sientan inhibidos aquellos que lo hacían a la hora de hacer chistes de otro tiempo. Por el otro lado, también detesto la corrección política, dejar de decir algo que te parece gracioso. No sé, es un tema muy poco generalizable, depende de caso y lugar. Lo que tengo claro es que antes el humor naturalizaba brutalidades. Ahora, en cambio, si bien hay gente que se seguirá riendo, a muchos les va a chocar.

-¿Cuáles son tus límites a la hora de hacer humor, si es que los tenés?

-Quizás a los 20 o 30 años pensaba que no los tenía. Ahora que estoy más grande, te diría que sí. No me gusta que nadie se sienta mal por algo que diga, a la vez que me hincha los ovarios la susceptibilidad extrema, o lo que son más papistas que el Papa. En Twitter, por ejemplo, me sorprende la literalidad con que muchas ironías o bromas son tomados por algunos. El límite es no joder al otro, pero también saber que a la hora de hacer humor alguien se pueda ofender.

-En tu caso, ¿la pandemia resultó ser un beneficio o un obstáculo para hacer reír?

-Cuando comenzó la pandemia, en el 2020, yo estaba re motivada, hacía un montón de contenido para Instagram, escribí una obra de teatro que estrené en febrero de este año y tuve que dejar de hacerla en abril... En cambio, en 2021 es como que no tengo mucha nafta. Estoy más irascible, pero a su vez siento como la “responsabilidad social” -ponele- de hacer contenidos que traigan alegría y hagan reír. El año pasado me puso muy activa, y este año me pasa, como a la mayoría, que tengo menos humor y estoy más irascible. Lo que tengo claro es que no podemos perder la alegría.