Si hace diez años me hubieran dicho que algo así sucedería, habría respondido que solo en una película de ciencia ficción podría plantearse ese escenario. La noche del jueves en el Congreso de la Nación fue histórica dada la importancia de las leyes que se trataron, como la de equidad de género en los medios de comunicación y en especial para mí por la media sanción del proyecto de Promoción del Acceso al Empleo Formal para Personas Travestis, Transexuales y Transgénero «Diana Sacayán-Lohana Berkins». Muchas compañeras durante todo el día se lamentaban en sus redes de que ellas no estuvieran acá para ver el fruto de su legado y su lucha finalmente cosechado. Yo estoy convencida de que estuvieron ahí, saboreándolo.

El Congreso no era el de siempre, ese que estamos acostumbradxs a ver en los noticieros, frío, distante, con sus bancas marrones serias cubiertas de formalidad. Esa noche todo era diferente, lo podía percibir pese a estar viéndolo por televisión: se sentía una energía diferente, esa furia trava tan inexplicable. Me hizo recordar a una noche de carnaval, la primera vez que subí a un colectivo lleno de travestis en Burzaco. Había purpurina en el aire, las plumas se caían de los tocados y los espaldares parecían flotar en cámara lenta. Mientras subía, giraba mi cabeza mirando todo fascinada: esos destellos milimétricos de color se pegaban en mi cara, mi cuerpo, mis manos. ¡Todo era tan trava! Fue como una especie de bautismo.

Mirando la votación, tuve la misma sensación: el ambiente volvía a inundarse de brillos, plumas, y perfume Poison. Ellas, nuestras traviarcas Lohana y Diana, sin duda, estaban ahí. Una mezcla de mística y emoción se apoderó de mí durante toda la sesión. Me resultaba difícil no emocionarme al escuchar las diferentes oratorias y el reconocimiento a estas dos travas sudacas que, a fuerza de convicción, perseverancia y lucha hicieron de sus voces nuestras voces y las escucharon cuando nadie lo hacía. Sé que parte de mi entusiasmo tenía que ver con la reparación histórica que esta ley significa para nuestro colectivo, nada menos que la posibilidad de acceder a un trabajo formal, tener entre manos por primera vez un recibo de sueldo que se traduce como acceso a cosas que estaban vedadas.

No se confundan: esto no es un privilegio. Se está restituyendo un derecho negado históricamente, se está compensando una deuda pendiente con un sector de la sociedad al que la democracia le dio siempre la espalda. Esta ley viene a subsanar años de abusos y peajes para poder sobrevivir. Lo primero que aprendíamos en la calle era que por trava, todo sería mucho más caro. ¿Por qué? Por migrantes del género, los cuerpos que habían abandonado el binarismo, ahora serían malditos, parias de una sociedad que castigaba lo diferente. Por ser travas, pagaríamos un alquiler más caro o viviríamos en la calle. Por travas, nos cobrarían un cuarto de pensión como si fuera una suite del hotel Alvear. Por travas, le íbamos a tener que abonar un canon a la policía para poder caminar de día en el barrio o para que no nos lastimaran. Por travas, todo sería más caro: los maquillajes, las pelucas, los tacos, la ropa, la peluquería, la depilación o las hormonas. Tómalo o déjalo, sin derecho a exigir nada. Esas violaciones a los DDHH quedaron atrás gracias a Lohana Berkins y Diana Sacayán.

La invocación a sus nombres en casi todas las oratorias de la sesión fue el mejor homenaje a estas visionarias que advirtieron derechos donde solo había hostilidad. Cuando obtuvo la media sanción con 207 votos afirmativos, lxs diputadxs se pusieron de pie para aplaudir a las pocas compañeras allí presentes. En cada una de ellas estaban Lohana y Diana, en cada una de nosotrxs, lxs muertxs por la dictadura, lxs exiliadxs, lxs echadxs por nuestras familias, lxs perseguidxs por los edictos policiales. Estoy convencida de que en esos balcones estaban todxs lxs que ya no están, quienes perdieron la vida por un estado ausente.

Lohana Berkins y Diana Sacayán: ¡presentes! Y hoy más que nunca, presente Tehuel que sigue sin aparecer.