La emoción vibra en la punta de la lengua. “No hay una sola verdad, la vida es insegura, inestable; también la escritura”, dijo la escritora cordobesa María Teresa Andruetto durante la inauguración del 10º Festival Nacional de Literatura Filba, que se realizará de manera virtual y tendrá como destino online la ciudad de Santa Rosa (La Pampa). La programación incluye entrevistas, charlas, un homenaje a Rosario Bléfari (1965-2020), lecturas de poemas de Olga Orozco y Juan Carlos Bustriazo Ortiz. Mariana Enriquez cerrará esta edición, el sábado 19 a las 22, con una lectura de cuentos de terror. “A la hora de escribir me interesa entrar en la búsqueda de esa verdad de otro. El gran aprendizaje es cómo mirar intensamente, cómo no ser un mero espectador. Lo más político del asunto es poner en cuestión mis certezas; lo que une al arte con la política es la posibilidad de establecer disenso, cómo salir de uno mismo para mirar desde otros”, planteó Andruetto.

“Un relato o un poema es una voz al oído; en la oralidad está el lugar más vital de una lengua, también el más inestable y difícil de apresar”, afirmó la autora de las novelas La mujer en cuestión, Lengua madre y Los manchados. Andruetto reconoció que volver verdadera una voz es el desafío que la impulsa a estar atenta a los matices del habla. “La literatura es memoria no solo histórica, sino también memoria del cuerpo, de la vida cotidiana, de las mujeres de la casa. Esa memoria es un río subterráneo que a veces irrumpe y sale a la superficie para volver a hundirse, que va y viene, pero no deja de estar en nosotros porque hay un saber que está en el cuerpo y rebrota”, explicó la escritora que en 2012 ganó el premio Hans Christian Andersen, el “pequeño Nobel” de la literatura infantil y juvenil.

Andruetto aseguró que las formas del arte que más le interesan son las que conectan con “esa zona subterránea” en la que “un individuo logra extraer algo de la voz social”. “En los mejores momentos de los mejores escritores, quien habla por ellos es una sociedad”, subrayó la escritora cordobesa en este décimo aniversario del Filba Nacional, una edición en la que se destacan actividades como las biografías imaginadas de tres indígenas que escribieron María Rosa Lojo, Martín Felipe Castagnet y Mario Méndez a partir del libro Gente de la tierra, del pampeano José Depetris. O “Nueva excursión a los indios ranqueles”, un panel en el que María Moreno, Carlos Gamerro, Inés de Mendonça y Pablo Ansolabehere analizarán la obra de Lucio V. Mansilla.

Los libros de Andruetto parecen más autobiográficos de lo que son por la manera en que trabaja. “Yo creo en la cocción que la escritura hace con la vida. Todo comienza con ciertos relámpagos de vida de otros que me llaman la atención porque en algún punto, todavía desconocido, se vinculan con algo muy propio. Después viene un arduo acto de magia: lograr que lo que veo se vuelva visible para otros”, afirmó la autora de Stefano, La mujer vampiro, El árbol de lilas y Clara y el hombre en la ventana, entre otros libros de literatura infantil y juvenil. A la escritora cordobesa le gustan las escenas que presentan “un ligero corrimiento de lo habitual”. No le interesa lo que escandaliza ni tampoco lo extraordinario, sino “lo que es apenas un poco extraño, lo que se esconde bajo las apariencias y sólo con mucha atención, a veces, se dejar ver”.

Nunca escribió historias reales, pero tampoco puramente imaginadas. “Todo lo que hice condensa situaciones que vi o escuché en oportunidades y tiempos diversos y también hay mucho autobiográfico que se filtra de un modo que llamaría estallado, como si se rompiera un vaso en miles de pequeñísimos fragmentos y esos fragmentos se desparramaran en el texto y ya no pudiera quitarlos y a veces ni siquiera reconocerlos”, advirtió Andruetto. “La ficción es entonces el paso de lo crudo a lo cocido; hay una materia cruda que es la vida, que no está toda junta, que esta dispersa y que la escritura cuece, amasa, fusiona. Reciclado y cocción de ingredientes muy diversos; la gracia está en que no se noten los ingredientes ni se vean las costuras”, precisó la escritora. 

La identidad atraviesa su obra por ser hija y nieta de inmigrantes que perdieron su lugar y en los pueblos cordobeses de Arroyo Cabral y Oliva se buscaron a ellos mismos. “En los pueblos de donde provengo, la gente añoraba algo ilusorio y bien sabemos que la escritura nace de la falta, que la palabra aparece cuando no está la cosa”, agregó la autora de libros de poesía como Kodak, Sueño americano y Cleofé.

“La primera línea es un regalo del cielo, al resto hay que transpirarlo”, definió la escritora cordobesa y añadió que el “regalo” puede ser una imagen, una escena o una frase en la que puede estar el comienzo de una voz en el oído. Si el deseo, la curiosidad, la energía y la disponibilidad del tiempo la acompañan, sigue ese hilo, intentando ver hacia dónde la lleva. “Escribir, así como yo lo entiendo, es ir hacia eso que viene hacia nosotros, esa imagen, esa voz en el oído, entregarse a esa intuición. Ir sin saber hacia dónde, abiertos a lo inesperado”, resumió Andruetto, que también se refirió a los peligros que hay en la escritura literaria. “El oficio puede ser el mayor enemigo; que ahí está el peligro de alumbrar muñecos y no salvajes criaturas en el mundo. Que lo mejor sería deshabitarse para que algo pueda ingresar, algo de todos y al mismo tiempo tan de nosotros. Deshabitarnos para que eso de otros que está en nosotros y desconocemos nos tire un hueso. Aceptar que nunca nada será del todo como lo hemos deseado, porque como dice un poema de Rodolfo Godino, en la pelea con la palabra inhábil, partes del corazón y la verdad se pierden”.

El tiempo tiene otro espesor después de escucharla. La escritora cordobesa recordó un gesto del padre del filósofo trans Paul Preciado, disidente del sistema sexo-género que vive en París. Cada noche habla por videoconferencia con ese padre que vive en España, al norte de Castilla, un hombre de noventa años que nunca fue capaz de decirle a la hija que Paul era, ni al hijo que ahora es que la o lo quería. Ese padre que no sabía o no podía dar amor un día se acercó a la pantalla y le dio un beso. A falta del abrazo presencial que tanto se extraña, algunos extendieron la palma de la mano sobre la sonrisa de Andruetto. Ella fue una bocanada de oxígeno a través de la pantalla.