“Papá, sos hetero y monógamo, sos lo menos” le dicen Nina (16) y Lupe (13) a Martín Morazzo, papá de tres mujeres (la menor tiene un año y medio) mientras le muestran las variantes del TikTok y sonríen mientras lo ven tratando de entender un código que lo deja afuera. Morazzo admite que cada edad tiene un drama específico, también una alegría o un modo de compartir diferente, pero a él ser padre le parece alucinante en todas sus versiones. “Es un poco de sentido común y un poco de responsabilidad extrema pero sobre todo es observar con respeto y dando la mayor libertad posible”, cuenta sobre sus hijas, que crecieron con el auge del feminismo y con nuevas maneras de entender las masculinidades, siendo que los modelos tradicionales de hombres proveedores y alejados del universo doméstico entraron en crisis total y que temas como el aborto legal o las violencias machistas vienen interpelando fuerte a los varones cisgénero. 

Para Germán Gafanni, papá de Mariano (11) y Juana (2), la conversación que instala nuestra época incluye la sexualidad y también las formas de relacionarse con las viejas generaciones. “Mi hijo mayor muchas veces me recriminó cómo yo trataba a mi vieja. Me decía todo muy lindo, te hacés el feminista pero después sos mala onda con la abuela” cuenta y reflexiona sobre esa costumbre que se vuelve tan visible en la paternidad cuando no se puede predicar con el ejemplo: “los hijos e hijas vienen a poner el dedo en la llaga. Uno puede querer ser moderno, estar actualizado y hablar casi el mismo idioma pero si no es de verdad, salta por algún lado”.

Para Luciano Fabbri, compilador y autor de un texto de La masculinidad incomodada (UNR editora), en las relaciones heterosexuales sexo-afectivas es donde están los ejemplos más cotidianos de cómo se despliega el dispositivo patriarcal en los vínculos: “imperceptibles y aparentemente inofensivos, hay algo que tiene que ver con la expropiación del tiempo. Yo vivo con mi pareja mujer, ponele, y me tomo un café con leche y voy y dejo la taza sucia en la bacha y no es que espero encontrar siempre la taza sucia en la bacha. Espero que alguien la lave por mí porque yo considero que puedo hacer algo más deseable o importante con mi tiempo. Normalizo y naturalizo el disponer”. Las nuevas generaciones tienen incorporado este chip de incomodar a los adultos en situaciones tan naturalizadas de las crianzas tradicionales, pero algo está cambiando y los varones e incluso los modelos de familia se amplificaron para dar lugar a otras maneras, otras demandas. 

Ernesto Soca y sus hijes León y Clementina

Sin embargo, la resistencia es enorme y la deconstrucción puede ser un largo camino. “Muchas veces termina el día y pienso “uy, mirá todo lo que hice” en relación a la casa y mis hijes pero entiendo que eso es algo que se va desarmando con el tiempo, sobre todo para las generaciones donde los hombres hacían el asado los domingos y las mujeres preparaban la ensalada y después lavaban los platos de todo el mundo” dice Ernesto Soca, papá de León (7) y Clementina (5).

Para todos ellos, el día del padre puede ser comercial o superfluo pero no pasa desapercibido. “Parece que no pero lo cultural tiene un peso y un efecto sobre casi todo, y es muy difícil zafar de eso. Con los roles paternos pasa algo que es cuestionarse permanentemente, sobre todo cuando se tienen hijas adolescentes, en relación a las diferencias que hacemos en la crianza y por cómo nos cuestionan ellas el binarismo y las reglas que nosotros pensábamos que existían en las relaciones” dice Fabio Val, padre de Mía (17) y Valentina (15), y admite que la pandemia vino a complicar un proceso que ya de por sí era complejo. “La cuarentena nos obligó a muchos a ver lo que hacíamos de la puerta de casa para adentro, con nuestros hijos y parejas, a mirar de frente algo que antes mirábamos por arriba y para mí en lo personal fue una cachetada porque me di cuenta que no hacía mucho y que solo interfería con mis hijas para darles órdenes pero no para entender o asimilar sus procesos” dice y asume que la transformación es compleja pero está en marcha. “De todas formas entiendo que es algo que nos pasó a muchos. La mayoría mira para otro lado y las pibas son muy explícitas para hacernos entender esto”.

Las masculinidades desde el Estado

La investigadora Laurana Malacalza, subsecretaria de Abordaje Integral de las Violencias por Razones de Género de la Nación, explica que las masculinidades son un tema de agenda prioritario. “Venimos desarrollando varias líneas de políticas públicas en torno a las masculinidades, sobre todo en el enfoque de masculinidades sin violencias, así en plural, entendiendo que hay distintas formas de habitarlas y que todas las políticas públicas que vamos desarrollando tienen un eje central, que es deconstruir las identidades hegemónicas que promueven relaciones de poder desiguales entre los géneros o situaciones de violencia”. En esta dirección pero a cargo de distintas organizaciones de varones como el Instituto de Masculinidades y Cambio Social, el colectivo de Varones Antipatriarcales y el grupo Paternando, hoy se lanza una campaña para ampliar la licencia por paternidad “con el objetivo de exigir el reconocimiento y la ampliación de este derecho, apuntando a transformar el rol de los varones en las tareas de cuidado y avanzar hacia mayores niveles de corresponsabilidad e igualdad”, según explica Daniel Jones, integrante del colectivo. Actualmente la Ley de Contrato de Trabajo de nuestro país estipula solo dos días de licencia por paternidad, siendo uno de los peores países de la región en ese sentido. Para Malacalza, el trabajo sostenido y articulado entre el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad y distintas organizaciones sociales, organismos públicos, estatales, y con el ámbito de la Educación Sexual Integral este trabajo es necesario y urgente, y va a decantar en una plataforma pública que muestre todos los recursos que hay disponibles para trabajar transversalmente en la sociedad. “Se va a colgar un mapa interactivo de estos recursos en la página del Ministerio para ver hacia dónde dirigir este trabajo con las masculinidades en los territorios, generando salidas creativas no sólo a las violencias sino a la crisis de cuidados” explica.

Para Fabbri, hoy en día hay muchos varones sensibilizados con esta problemática, más próximos a la agenda de género pero desorientados respecto a desde dónde aportar. “Hay tensiones entre esas masculinidades ya que tampoco terminan de cuajar en un proyecto efectivamente contrahegemónico” dice y plantea el peligro que implica la avanzada reaccionaria de las nuevas derechas y cómo están encontrando en los varones jóvenes enojados con los feminismos una de sus principales bases de acumulación. “Así como hay pibas súper comprometidas con el feminismo, hay pibes que están callados observando todo y que se preguntan qué es correcto y qué no, que tienen que hacer y cómo se tienen que relacionar con sus compañeras. Hay que pensar en contenidos para ellos, herramientas para trabajar adentro de las familias y desde la escuela” dice Mario Beltrán, padre de Luca (13). “A veces es complicado porque no es tanto lo que uno dice sino lo que uno hace. Personalmente tuve una pareja tradicional y hace algunos años formé pareja con un hombre pero siento que hay algunas cosas del patriarcado que se replican en las familias diversas” cuenta. 

Rodrigo Manigot y su hija Cielo

En este sentido, Rodrigo Manigot, cuenta que su organización interna con su pareja gira en torno a que ella renunció a su trabajo cuando fue mamá, pero después no pudo reinsertarse al universo laboral. “Siendo padre grande entendí, con muchísimo delay y con muchísimo dolor también, lo tremendo que es para una mujer que encima tiene que hacer todo el trabajo que acarrea ser madre. Nuestra hija tiene 5 años y ella sigue buscando trabajo, y por ahora nos organizamos así, pero no porque lo hayamos elegido, sino por esta configuración en la que las mujeres muchas veces quedan afuera del "mercado de trabajo”, y agrega: “A mí no me cambió la mentalidad ser papá de una nena, a mí lo que me cambió es la época, las movilizaciones, el dolor ante cada piba que aparece asesinada, me cambiaron las hijas de mis amigos, que cuando hacíamos chistes porque un pibe era gay se paraban de manos y nos ponían a nosotros en el lugar de fachos. Eso también te obliga a resetearte”. Para Juan Ponsard, padre de Pedro (13) y Mora (9) lo más importante en el ejercicio de la paternidad es ser afectuoso, “y es algo que yo no sentí con mi viejo. Sabía que me quería pero no me lo decía y para mí eso es importante y fundamental para que los varones puedan permitirse expresarse, sentir, desear y no tener miedo a hablar de sus emociones”. 

Juan Ponsard con Pedro y Mora

“Como padre, uno navega en un montón de dudas constantemente, y ese intento de deconstruirse e interpelarse es permanente en la función paterna. Trato que sea en todos los lugares que ocupo, no solo en mi casa. La bajada esa del hombre proveedor y la mujer que se ocupa de la casa no es el modelo de nuestra familia y eso lleva naturalmente a que todas las funciones estén más distribuidas… Yo venía de una crianza donde el varón “ayudaba”, y entiendo que las limitaciones, por ejemplo para pensarnos binarios, son nuestras, de los adultos. De todas formas, creo que el rol de la madre de mis hijes es clave, aprendo de ella más que de nadie” dice Soca.

Para Mariano Grassi, papá de Amparo (8) y autor de Mascota, una novela gráfica que tematiza la paternidad, tener una hija es lo que hizo que quisiera ocuparse de lo doméstico: “me imagino que no siendo padre no estaría tan pendiente de la limpieza, la comida, el orden. Son cosas que tienen que ver con el entorno en el que estás criando a alguien, porque todo transmite información, y todas son formas del amor. A veces la convivencia es complicada pero que esté Amparo, hace que todo el esfuerzo valga la pena”.

Mariano Grassi con Amparo