La “rumana”, le decían sus amigos, se despertó la mañana del primero de febrero de 2008 y atendió un llamado de un periodista de Prensa Latina que la quería entrevistar. “¿Yo recibí el premio?”, le preguntó a su interlocutor cubano, sorprendida y emocionada porque su libro de poemas La llave Marilyn había ganado el premio Casa de las Américas por tratarse de “una metáfora de la soledad en la ciudad moderna, con un tratamiento original en el que destaca un lenguaje despojado e irónico, entre la imagen y el habla cotidiana”. La poeta Laura Yasan murió a los 60 años. La encontró muerta su hija, el domingo. Se habría suicidado.

Yasan reconocía la influencia de Alejandra Pizarnik, Olga Orozco, Juan Gelman y Jorge Boccanera, autores que dejaron marcas más o menos perceptibles en su obra, en libros como Doble de alma (1995), Cambiar las armas (1997), Loba negra (1999), con el que obtuvo el premio Unico de Poesía Educa en Costa Rica; Cotillón para desesperados (2001), Tracción a sangre (2004), Ripio (2007), Animal de presa (2011), Premio Carmen Conde de Poesía; Pequeñas criaturas de lo incesante (2015), la antología Palabras no (2016), Ganado en su ley (2017), Principio de incertidumbre (2018) y Madre Siberia (2020), entre otros. “La poesía está siempre en ebullición, no puede ser de otra forma porque es transgresión de la gramática, del lenguaje. La poesía está para que el poeta violente todos los códigos y las convenciones”, dijo Yasan en una entrevista con Página/12.

“Busco mi herencia de huérfana legítima/ en las aguas del báltico/ en el brillo de los samovares/ los colores del aire en la estepa/ sé quién soy/ rusia en un camarote de tercera/ un pivot entre el hambre de ayer/ y el idioma extranjero de mañana/ sé quién soy/ el mismo hitler me trajo a esta tierra/ desde antes de nacer escapo de los progroms/ sigo ubicándome cerca de las puertas/ soy europea del este clavada en el atlántico/ polka tango mate vodka/ trostky evita gelman maiakovsky/ una estrella amarilla en el brazo derecho/ una roja en la frente/ sé quién soy/ lo escribí en las paredes de esta casa/ que construí con mi costilla/ para nunca olvidar”, se lee en el poema “Madre Siberia”.

La poeta coordinó talleres de escritura en distintas unidades penitenciarias, institutos de menores, hogares de ancianos, bibliotecas municipales y en forma privada. Yasan concebía el poema como “un acto de valentía” y creía que esa fuerza reside “en el coraje de atreverse a decir; que la poesía es un arma y que para ser buena debe ser belicosa, debe provocar, remover, maldecir”. La poesía del tango se da la mano con las letras del Indio Solari. Ella encontraba ahí una continuidad. “El Indio siempre habla de seres marginales, de estar re quemado, eso va muy al hueso de las personas. Desde lo marginal, desde lo no convencional, no habla del hombre común, habla de los márgenes, de los bordes -decía en una entrevista con Miguel Martínez Naón para la Agencia Paco Urondo-. Es lo que me interesa, y prácticamente el eje de mi poética. Lo que está por caerse del cuadro”.