Aquel domingo 22 de junio de 1969 fue una hermosa mañana de invierno, soleada, fresquita pero sin viento. La avenida Scalabrini Ortiz todavía se llamaba Canning y allí estaba yo, con mis catorce años, junto a mi amigo Cacho y su hermana, esperando ansiosos un 106 para ir al Teatro Coliseo ¡Nuestro primer recital! Íbamos a ver nada menos que a Almendra en lo que sería el tercer encuentro del ciclo Beat Baires, la primera vez que el rock nacional (o Beat, como se le decía en aquel entonces) llegaba a un teatro de semejante importancia y dimensiones.

Pero el bondi no venía... Yo miraba nervioso el reloj cuadradito que me había regalado Marta, mi madrina, y pensaba: no llegamos. Algo de mi nerviosismo se debe haber contagiado a mis compañeros de aventura, porque nos decidimos a hacer algo osado para tres adolescentes de entonces: tomar un taxi. Un servicial Siam Di Tella no tardó en aparecer. Avenida Santa Fe estaba casi desierta a esa hora.

Había conocido a Almendra gracias al programa Modart en la Noche, que conducía Pedro Aníbal Mansilla con su inimitable estilo. Tenía una radio Alfide chiquita a transistores y por la noche, cuando terminaba las tareas de tercer año del Carlos Pellegrini, me refugiaba en mi cuarto del PH que ocupábamos con mis viejos y mi hermano Jorge en Aguirre casi esquina Lavalleja, y entraba en otro universo, transportado por las mágicas palabras: “en el vieeeeento… ¡Modaaaaart en la noche!”

El programa de Beat Baires

La escalera del Coliseo parecía interminable. Habíamos sacado las entradas más baratas, en la tercera bandeja, un poquito a la izquierda del centro. A las once y pico apareció la primera banda. Estaban anunciados Los Abuelos de la Nada, pero ya estarían disueltos porque su lugar lo ocupó una banda de la que no tenía ni idea: 2001 Odisea del Sonido. Muchos años después me enteré que el tecladista era Hugo González Neira, más tarde un puntal de Aquelarre. De lo que me acuerdo es que era una banda numerosa y estridente, y que el cantante en un momento hizo una coreografía tipo Jim Morrison, arrojándose al piso mientras seguía cantando. Algo que una parte del público reprobó sonoramente. En aquellos días, cualquier manifestación gestual de ese tipo era como una falta de etiqueta rockera: los músicos tocaban y el público, sentado, aplaudía. Hoy día no puedo evitar el pensar que algo de la sociedad argentina solemne de esos años, recargada por el clima censor del Onganiato, se había colado también en parte de la audiencia.

En el intervalo y viendo que el teatro estaba lleno por la mitad, unos cuantos espectadores bajaron al súper pullman o a la platea. Pero mi yo adolescente temía que tal osadía terminara con mi expulsión de la sala, riesgo que no estaba dispuesto a correr. Confieso que dudé un momento, pero enseguida se apagaron las luces y entró en escena Engranaje, la ya legendaria banda de Osvaldo “Bocón” Frascino, que esa mañana tenía en sus filas al mismísimo Pappo. Recuerdo el fervor blusero del cuarteto, y la forma en que ocupaban el escenario con autoridad, y también la caliente aprobación de una banda de fans rabiosos que había en la platea.

Almendra

Volví a mirar el reloj y estaba preocupado porque había dicho que volvería a casa a comer y el almuerzo del domingo era un ritual tácito que no se salteaba. No había manera de avisar que el recital se extendía: un teléfono público que funcionara era una lotería e implicaba salir del teatro con destino incierto. Decidí bancármela y me mantuve firme. Serían cerca de la una del mediodía cuando llegó el turno de Almendra. Los recibió una ovación, sí, pero respetuosa. Todavía no era común ese intercambio de saludos, frases “ingeniosas” y loas a granel que más tarde se volverían costumbre ni bien Spinetta pisaba un escenario. Me impactó la justeza de la banda: el acople de los cuatro músicos daba fe de esas horas y horas de ensayos en el hogar Spinettiano de la calle Arribeños. Doy fe que tocaron “Tema de Pototo”, “Hoy todo el hielo en la ciudad” y “El mundo entre las manos”, porque ya los conocía de los discos. Otros asistentes al recital de ese 22 de junio aseguran que Almendra estrenó “Muchacha” ese día, pero no lo puedo asegurar. Lo que recuerdo claramente es la intensa y extensa zapada de “Color Humano”, donde la banda entró en un éxtasis instrumental a pleno. Algo que me quedará para siempre en la memoria es el caudal y la resonancia de la voz de aquel Spinetta de diecinueve años. Un registro empapado de pasión.

Pasaban de las dos de la tarde cuando Almendra terminó su recital. No recuerdo bises, quizás no se estilaban en aquellos días. Pero sí me acuerdo que salí del Coliseo encendido, bajando las escaleras casi a los saltitos. Almendra, en disco, me había encantado, pero Almendra, en vivo, me había transformado. Empezaba una vida nueva, con el rock en la sangre.

La visión de Alfredo Rosso desde la tercera bandeja del Coliseo

Tardé en reaccionar cuando me llamaron del Coliseo buscando un testimonio de aquel recital que vi allá lejos y hace tiempo. La idea era celebrar los 52 años de Beat Baires con un recital que juntara a músicos que tocaron en el ’69 con colegas que se fueron sumando a la movida a lo largo de las décadas. Y ya que no se podía hacer con público, por la pandemia, se decidió filmar y grabar el concierto para subirlo al canal de YouTube del Coliseo. Llegué al querido teatro con una excitación que se parecía mucho a la de aquel recital primerizo. Me reuní con mis colegas Claudio Kleiman y Pipo Lernoud, también presentes en aquel recital cuando aún no nos conocíamos, ya que faltaban años para que nos juntara la maravillosa aventura de la revista Expreso Imaginario. No quiero ser spoiler de la sorpresa que recibirán quienes lo vean esta noche en YouTube. Solo diré que la versión de “Color humano”, con las guitarras de David Lebón, Baltasar Comotto y Juanchi Baleirón sacándose chispas en armonioso duelo –valga el oxímoron–, fue espectacular.

Mi momento estelar fue volver a la tercera bandeja del Coliseo, a contar lo vivido medio siglo atrás para las cámaras del documental. Mientras los pioneros que protagonizaron aquella gesta recreaban clásicos primigenios de nuestro rock junto a sus pares de las generaciones siguientes, desde allá arriba, sentado en la misma butaca del ‘69, miré al escenario y la imagen de estos músicos por un momento se superpuso con la de los cuatro Almendra veinteañeros que llevé todos estos años en la memoria y el corazón. A la misma distancia... con la misma emoción.

Beat Baires 2021 se puede ver online esta noche, con la presencia de David Lebón, Hilda Lizarazu, Lito Vitale, Baltasar Comotto, Claudia Puyó, Claudio Gabis, Emilio del Guercio, Eruca Sativa, Feli Colina, Luciana Jury, Moris y Antonio Birabent, Juanchi Baleirón, Litto Nebbia, Willy Quiroga, Fernando Ruíz Díaz y Alejandro Medina. A las 20, por el canal de YouTube del Teatro Coliseo. Gratis.