La elección de Donald Trump como presidente del país más influyente del mundo es como un grano gigante que se extiende sobre la conciencia de unas cuantas franjas poblacionales. Desde los limítrofes mexicanos hasta tantos inmigrantes y habitantes de naciones “disidentes” (¿Corea del Norte?), pasando por los propios estadounidenses “bienpensantes” que ven en las formas del magnate un estilo muy poco apropiado para ejercer el dominio global. Se dijo durante mucho tiempo que la llegada de Trump a la Casa Blanca iba a mover los hilos de la política mundial, pero los efectos colaterales sacudieron también al universo de la cultura. La prueba está en que músicos ex Rage Against The Machine, Public Enemy y Cypress Hill hallaron una razón para estar mancomunadamente enfrentados a la actual gestión yanqui, algo que debe preocupar muy poco al gobierno y alegrar a tantos seguidores del hip-hop y el rapcore contestatario de fines de los ‘80 y comienzos de los ‘90. Así nació, el año pasado, Prophets of Rage.

Abrazado a esa palabra prácticamente desde su gateo como artista, la auténtica “revolución” que protagonizó Tom Morello no tuvo que ver con alterar la propiedad de los medios de producción sino con su forma de tocar la guitarra. Así, alcanzó con un primer disco epónimo para instalar a Rage Against The Machine como una de las bandas fundamentales de la por entonces nueva década de los ‘90. El resto fue historia conocida, hasta la formación de la agridulce Audioslave junto a Chris Cornell, tras un primer desplante de Zack de la Rocha, y el regreso de RATM para girar por el mundo.

¿Cómo olvidar su única presentación en Buenos Aires, en el Pepsi Music 2010? A menos de tres minutos de empezar el show, Morello tenía el plug en la mano para hacer el solo de Testify. “Me quedaron muchos recuerdos de esa gira, nos impactó el público sudamericano, especialmente el argentino. Estamos ansiosos por volver y a hacer que la Argentina se ponga rabiosa de nuevo”, le adelanta al NO. En aquella oportunidad, el grupo había pedido levantar las vallas que demarcaban el territorio VIP. El músico de 52 años así lo recuerda: “¿Cómo no íbamos a levantarlas? ¡El campo VIP es una aberración! En cualquier concierto la gente debería poder compartir junta, sin ningún tipo de divisiones por clase”.

Un segundo desplante de Zack de la Rocha dio por muerta la posibilidad de un nuevo disco –”No hubo tiempo para eso”, responde Morello, cortante– y obligó al guitarrista y sus viejos compañeros Tim Commerford y Brad Wilk a poner la libido en otro lado. El nuevo dream team quedó conformado con DJ Lord y Chuck-D de Public Enemy, más B-Real de Cypress Hill. Mecanizados por el rechazo al establishment político de Estados Unidos, el rejunte se terminó acercando más al espíritu de RATM, al soterrar las melodías vocales para dar rienda suelta al bullicio panfletario, ahora con la lengua bífida de dos MC. Fundada en el transcurso de la campaña presidencial estadounidense, Prophets of Rage llegará a Buenos Aires para una nueva edición del Maximus Festival, donde compartirá cartel con bandas como Linkin Park, Slayer, Ghost y Rob Zombie.

La única creación original del grupo hasta el momento es The Party’s Over, un EP que incluye dos canciones nuevas y tres en vivo, cuyo título es un juego de palabras alrededor del término “party”, al poder ser leído como “La fiesta terminó” o bien “El partido (político) terminó”. Sin embargo, hay planes concretos para este año, aún sin fecha: “Tenemos listo un disco nuevo”, dice Morello. “Lo estuvimos grabando los últimos seis meses y la pasamos muy bien haciéndolo. Explotamos mucho la química que fuimos desarrollando el año pasado durante la gira norteamericana, así que fue entrar al estudio y grabar. Es uno de los mejores que hice en mi carrera. De hecho, mis discos preferidos son siempre los primeros: el primero con Rage, el debut de Audioslave, el de The Nightwatchman, y éste. Hay una captura del espíritu del comienzo que me resulta siempre insuperable.”

Eligieron a Brendan O’Brien como productor, un fetiche tuyo. ¿Qué le aporta a tu música?

–Tenemos una gran relación. Brendan te garantiza que sónicamente el álbum va a ser genial, y no hay nada de qué preocuparse. De hecho, Chuck-D y B-Real, que nunca habían trabajado con él, estaban fascinados. No sólo sabe de sonido, es también un gran músico que aporta sugerencias para llevar las canciones a otro nivel.

¿Qué sensación creés que va a transmitir el disco?

–Nuestra idea base es confrontar con estos tiempos políticos tan tremendos. La banda suena así, tiene esa rabia adentro. Tocando la música de RATM, Public Enemy y Cypress Hill, nos dimos cuenta de que la banda ya tenía algo para decir por sí misma. El material es muy pesado y auténtico, con varios elementos de nuestros trabajos anteriores pero con un sentimiento propio. No se siente como ninguna de mis anteriores bandas.

Hacés mucho hincapié en el contexto político. ¿Hasta dónde puede llegar una banda para cambiar las cosas?

–A mí los grupos de rock y hip-hop me cambiaron la vida. The Clash o Public Enemy me ayudaron a darme cuenta de la cantidad de ideas que existían en el mundo por fuera de lo que me podían decir mis maestros, los dirigentes políticos o los anuncios corporativos. Deseo con fuerza que la música de RATM haya sido una influencia de ese tipo, esa inspiración para gente que vino después. Vamos a extender esa cadena mientras las políticas injustas merezcan una resistencia, una respuesta cultural.

Bombástica pero poco presuntuosa, original pero inteligible, la técnica de Morello aportó sonidos originales que fueron el punto de partida para un formato novedoso. El actual contexto geopolítico revive entonces las dos grandes pasiones del guitarrista: la intransigencia política y la música pesada cantada en clave de rap. En boca de sus protagonistas, la aparición pública de Prophets of Rage llegó acompañada de una misión: ser una “fuerza de tareas” para confrontar con la realidad política local.

No obstante, Donald Trump, la contracara perfecta del estadounidense que cuida las formas, representa para Morello casi el mismo peligro que su antigua contendiente Hillary Clinton. “No comparto para nada las razones del voto a Trump, pero las entiendo. Hubo un abandono muy fuerte, tanto de los demócratas como de los republicanos, por eso el país está sometido al racismo populista de Trump”, aclara. “Los trabajadores indocumentados, los mexicanos y los desempleados blancos tienen mucho más en común entre sí que con gente como él, pero si lo votaron es porque sentían que necesitaban algo así. Trump usa la clásica fórmula de ‘divide y reinarás’, y tenemos que luchar para liberarnos de esa actitud racista que permanecerá aún cuando él ya no esté. En América latina también hay un avance de la derecha, y es una tendencia perturbadora. Nuestra vocación es hablar sobre eso.”

Más allá de lo particular de tu discurso, nunca tuviste la apariencia ni el comportamiento que se espera de un músico de heavy metal. ¿Cuán distinto te sentís en ese mundo?

–Siempre fui un amante del metal. Pero es cierto, muchas veces fui el único tipo negro en un concierto de Iron Maiden o de Dio. Me acuerdo de la época en que se usaba mucho spandex, o chalecos de cuero con tachas y cosas como ésas. Yo era un outsider en ese marco pero me sentía muy dentro desde lo musical. Traté de atravesar toda esa coraza hasta llegar a quien realmente era, porque amo el metal, pero también el rap, el punk, el jazz, y me resulta más satisfactorio incorporar esas influencias en mi sonido. Apenas me mudé a Hollywood tenía claro que no quería estar en una banda que se viera como se veían todas. Cuando formamos Rage Against The Machine éramos un grupo de gente que eligió no dejarse intimidar por convenciones que indicaran cómo había que verse o actuar para tener un grupo de hard rock. Tratamos de encontrar algo propio o de redefinir esa imagen, y unos veintiséis años después puedo decir que fue una fórmula exitosa.

Mucha gente espera que incorpores nuevos sonidos y técnicas al día de hoy. ¿Hasta dónde la innovación de un músico se convierte en presión?

–La palabra “desafío” me suena demasiado ampulosa. Pero para mí no es una presión. Uso el mismo equipamiento básico desde hace casi treinta años, y todavía encuentro nuevos sonidos, nuevas texturas, ideas… eso es lo que amo de tocar la guitarra. No es sólo la técnica: es una ventana dentro de mi imaginación que se abre cada vez que la enchufo.