Desde Londres

A seis días de su lanzamiento, el “freedom day” de Boris Johnson se parece mucho más a un “chaos day” que a uno de liberación. Debido a la disparada de contagios de la variante Delta y a la necesidad de auto-aislamiento de los que hayan estado en contacto con ellos, Inglaterra enfrenta semanas de desabastecimiento en los supermercados, limitaciones en el transporte público, la atención sanitaria, la recolección de basura y hasta en los noticieros locales de la BBC .

La Oficina Nacional de Estadísticas señaló que uno de cada 75 ingleses tuvo covid la semana que finalizó el 17 de julio, justo dos días antes del día de la libertad, un claro aumento del 1 en 95 que se había registrado la semana previa. Si se toma en cuenta que después vino la apertura irrestricta de discotecas y otros lugares de entretenimiento, y el fin de la obligatoriedad del barbijo y la distancia social, se ve por qué las proyecciones epidemiológicas anticipan entre 1000 y 2000 hospitalizaciones diarias para mediados de agosto y entre 100 y 200 muertes por día.

Inmunidad híbrida

Ante este panorama, la pregunta que empieza a circular en los medios, los análisis, los “off the record” gubernamentales y los “on the record” científicos es si el levantamiento de todas las restricciones la semana pasada, corresponde a un error gubernamental o a una política deliberada, nueva variante de la vieja "inmunidad de rebaño" que los especialistas están llamando una “inmunidad híbrida”.

Una cosa está clara: el gobierno no ignora estos escenarios posibles. El mismo Boris Johnson, luego de anunciar con pirotecnia verbal de alto grado que estábamos en las puertas de una liberación similar al fin de la segunda guerra mundial, moderó su lenguaje, reconoció que la pandemia no había terminado y pidió cautela. Antes del "freedom day", el ministro de salud, el diputado y financista Sajid Javid, admitió que el Reino Unido podía llegar a 100 mil contagios diarios en agosto.

La frase de Javid todavía produce escalofríos en el mundo científico, en el Servicio Nacional de Salud (NHS) que teme un nuevo desborde de su capacidad hospitalaria y en el sector productivo que está experimentando una abrupta caída de su actividad porque ve diezmada por contagio o auto-aislamiento a su fuerza laboral. La pregunta obvia es por qué el gobierno ha insistido en abandonar tan prematuramente todos los controles en medio de una disparada de casos (entre 40 y 50 mil diarios) si en septiembre prácticamente el 100% de la población adulta estará vacunada.

El pico de los contagios: a mediados de agosto

Esta semana el vespertino conservador Evening Standard citó fuentes gubernamentales que hablaban de un nuevo enfoque para lograr la inmunidad del conjunto de la población: la “hybrid immunity”. ¿En qué consiste esta inmunidad híbrida? En Inglaterra casi el 90% de adultos tiene una vacuna mientras que el 70% tiene las dos inoculaciones. En cambio un 34% del grupo etario entre 19 y 29 años (unas 3 millones de personas) no se inoculó y tiene muchos antivacunas o simplemente indiferentes o apáticos en sus filas. “La idea es que a mediados de agosto se alcanzará el momento pico de los contagios. Se dará a través del contagio masivo de los que no se vacunaron y los que tienen una sola dosis, pero como la mayoría de la gente tiene anticuerpos y puede resistirlo, los contagios bajarán a partir de ese momento porque el virus no tendrá a quien más infectar”, señaló la fuente al Evening Standard.

El programa de vacunación hace la diferencia. La “inmunidad de rebaño” consistía simplemente en abrir las puertas y que el virus se expandiera hasta que por el contagio mismo y la generación de anticuerpos quedara sin refugio a la vista. La estrategia tenía dos problemas además de la falta de vacunas. Por un lado nadie podía asegurar 100% que ese sería el resultado, pero además, para que sucediera los epidemiólogos calcularon un costo estratosférico: más de medio millón de muertes.

En el centro de la inmunidad híbrida, en cambio, está el programa de vacunación. Las vacunas no eliminan pero disminuyen enormemente la letalidad y gravedad de una cepa como la Delta. El cálculo científico es que, por su grado de contagiosidad, la Delta requerirá más que la cepa previa para generar la inmunidad de rebaño: un 88% de la población con anticuerpos. “Lo que estamos viendo es una decisión gubernamental de que se infecte tanta gente como sea posible tan rápido como se pueda, mientras se usa una retórica de tener cuidado de manera de responsabilizar al público de las consecuencias”, señala Robert West especialista en Psicología de la Salud Pública de la University College de Londres, que participa del grupo asesor oficial SAGE.

Fiebre de sábado a la noche

La apertura irrestricta se aplicó en Holanda y terminó hace una semana con el primer ministro Mark Rutte pidiendo públicamente disculpas y reinstaurando restricciones en bares, restaurantes y discotecas. Como siempre el gobierno de Boris Johnson juega retóricamente a dos puntas. El mismo día en que el “freedom Day” abrió las puertas a miles de discotecas, Johnson pareció arrepentirse a medias anunciando que a partir de fines de septiembre se pediría un certificado de doble vacunación para ingresar a night-clubs y eventos públicos.

El CEO de la Asociación de Industrias de la Noche, Michael Kill (menudo apellido para esta época) dijo que la política gubernamental era un caos absoluto. “Freedom day duró 17 horas para los night-clubs. El 80% de nuestros establecimientos no quieren los certificados porque van a ser difícil de implementar, van a reducir el número de clientes y nos van a poner en desventaja con pubs y restaurantes”, dijo Mister Kill.

Mucho más misterioso es por qué el gobierno decidió que recién aplicaría esa política a partir de fines de septiembre. Si por un lado coincide con la época en que téoricamente el conjunto de la población adulta estaría vacunada, por el otro es dejar pasar más de dos meses para implementar la medida, es decir, permitir que durante todo ese tiempo se abarroten los 12 mil night clubs que hay en Inglaterra y se multipliquen exponencialmente los contagios, una decisión que cae como anillo al dedo para una estrategia de “inmunidad híbrida”.

Ida y vuelta, sube y baja

En un intento de frenar el impacto del "pingdemic" (el aislamiento y ausencia laboral por contacto con contagiados), el gobierno está analizando exceptuar a trabajadores esenciales. El viernes el ministro de Medio ambiente George Eustice anunció que unos 10 mil trabajadores de la industria del alimento con doble vacunación podrían ir al trabajo si se sometían diariamente a un hisopado previo.

El anuncio y la política cada vez más indecisa y zigzagueante del gobierno provocaron una reacción en cadena de distintos sectores. La British Meat Processor Association respondió que el gobierno tiene que dar información “clara y sin ambigüedades sobre qué locales están exceptuados, qué roles laborales se adaptan a la definición de trabajador esencial y de qué manera se va a aplicar”. Richard Harrow de la British Frozen Food Federation señaló que la situación es “peor que desastrosa”.

El sector de alimentación y de supermercados no son los únicos en rebelarse o suspender servicios. Transport for London indicó que tres de las 11 líneas de subte estarán cerradas este fin de semana debido a que más de 300 trabajadores están en auto-aislamiento. En la Local Government Association, que representa a los municipios ingleses, hay servicios cancelados debido al auto-aislamiento. En hotelería, bares y pubs hay hasta un 20% de ausencia de personal. Algo similar pasa en el sector fabril.

El gobierno insinuó sin confirmar que el 16 de agosto puede ser la fecha para reemplazar el actual sistema de testeo y rastreo por otro que exceptúe del auto-aislamiento por 10 días a los que se hayan dado las dos vacunas. Con un promedio de entre 40 y 50 mil contagiados diarios, con más de 600 mil aislados por contacto, las tres semanas que faltan para esa fecha son demasiado tiempo en este largo, discreto y, por momentos, apocalíptico verano inglés con escenas de parálisis y desabastecimiento que parecen salidas de una novela de J.G.Ballard.