“Se abrió una puertita”. No hace mucho Bruno Stagnaro utilizaba esa frase para referirse a la posibilidad de reestrenar Okupas. Parecía una quimera hasta que su reposición por Netflix, hace poco más de una semana, se volvió una realidad tan elocuente como los patadones con los que comenzaba la serie. Lo cierto es que estos once episodios obligaron a un “director’s cut” sobre el que ahora se conocen más detalles gracias a unos videos cedidos por la plataforma de streaming. Respecto de la remasterización, su máximo artífice dijo entender la preocupación de los fanáticos porque él también tenía reparos. “Para mí el resultado está buenísimo”, sentencia el director de la ficción estrenada en octubre de 2000, cuyo carácter mítico se ha visto retocado, reinterpretado y expandido con su llegada a la N roja.

Tras cuatro emisiones en aire (dos por la tevé pública, una en América y otra en Canal 9), la versión original de Okupas venía descascarada y sucia como “la casona del orto” que albergaba a Ricardo Riganti (Rodrigo de la Serna) y al resto de la banda. Especialmente porque la vía que profundizó el culto durante estos años fue You Tube (más de dos millones de reproducciones hasta la fecha) y que a su creador le producía sensaciones encontradas. El corte que puede verse en Netflix (se mantiene en el top 10 desde su estreno) cuenta con una nitidez impactante. Es decir, los ritos de amistad incendiarios del protagonista junto a Walter (Ariel Staltari), Chiqui (Franco Tirri) y el Pollo (Diego Alonso) ya no se ven pixelados. “La” escena con el Negro Pablo (Dante Mastropierro) en Dock Sud luce igual de amenazante que en su primera transmisión. Según los involucrados, la manufactura visual implicó un proceso tedioso y complejo que, sin embargo, se benefició por la larga espera. ¿El motivo? La aparición de nuevas herramientas de remasterización.

Para Stagnaro, no obstante, el mayor escollo estaba relacionado a los derechos impagables de la banda de sonido con la que Okupas se editó hace dos décadas. “Sistemáticamente me negué a que saliera de otra manera porque mucho de la identidad de Okupas pasa por sus canciones”, asegura el director hoy abocado a El Eternauta. Un detalle: los temas de rock nacional se mantienen casi en su totalidad (Vox Dei, Pappo’s Blues, el tema de apertura de Axel Krygier). Ahí está la célebre secuencia donde se oye “Toma el tren hacia el sur” de Almendra y el grupo se embarca al Conurbano en el ferrocarril Roca (Stagnaro dijo que para el protagonista “ir a Quilmes era su Excursión a los indios ranqueles”).

Resolver la “musicalidad” supuso un Tetris forzoso al tener que cambiar temas de The Who, Jimi Hendrix, Beatles y los Rolling Stones (elegidos por Jean Pierre Noher, Enrique Bellande y el montajista Alejandro Brodersohn) por otros que respetaran el espíritu de las escenas. La idea de suplantarlas con el cancionero de El mató a un policía motorizado derivó en que el compositor de la banda platense se despachara con treinta temas y veinte instrumentaciones que componen el nuevo collage sonoro. “Santiago Motorizado fue la persona indicada. Es absolutamente talentoso en lo que hace. Y además el hecho de que él en sí mismo es fanático de la serie. Eso para mí fue condición sine qua non porque era tanto el trabajo que había que hacer y al mismo tiempo tan minucioso, de ida y vuelta y las diferentes versiones de los temas, que creo que la única manera que eso se podía llevar a cabo, era junto a alguien que realmente amara la serie como la ama Santiago”, declaró Stagnaro. Al músico, por otro lado, la apuesta le permitió experimentar con géneros como la cumbia y el folclore. El nuevo repertorio, en definitiva, toma vuelo con ese “vals-tango” con la voz de Daniel Melingo y un tema tropical cantado por Vicentico. “Hay como una cosa que me divierte y tiene que ver con el redescubrimiento que van a hacer los fanáticos de la serie respecto de cuáles temas quedaron y cuáles volaron”, seduce Stagnaro.

Gran parte de la leyenda de Okupas está vinculada a su rodaje de guerrilla. “El último día no me lo voy a olvidar más, hacía 24 horas que veníamos filmando. Estábamos poniéndole mucha vida, mucha alma y mucho corazón. Y cuando Bruno dice 'acción' se larga a llover, pero a diluviar. Y bueno, fue toma única y ahí terminó. Ese fue el último día y fue muy, muy impresionante”, recuerda de la Serna. El retrato urbano impiadoso, la ciudad como un set áspero y reconocible, diferenció a la propuesta al momento de su estreno y lo sigue haciendo hoy. El visionado actual permite un salvoconducto paradójico al escenario postmenemista. Las pintadas (“Gaggero para Jefe de Gobierno”) son claramente de otra era aunque los cimientos del Pasaje Rivarola 4221 se mantengan firmes. Su protagonista también se explayó sobre este punto. “Yo hasta ese momento no había visto un guion tan bien escrito que ponía el foco, un poco, en un Buenos Aires poco frecuentado, un Buenos Aires oculto. Un Buenos Aires que nadie quería ver. Y fue la primera vez que se expresó esa voz emergente que veníamos tratando de no ver como sociedad. Sigo sintiendo que Okupas es actual, tiene aire de clásico. Creo que es un paradigma que nos sigue rigiendo que deberíamos poder transformar para que estas cosas no sigan sucediendo”.