Israel, uno de los países que más rápido ha avanzado en su campaña de vacunación contra covid, ha iniciado la aplicación de terceras dosis de Pfizer para proteger a los mayores de 60 años. Aunque dicha estrategia sanitaria aún no ha sido recomendada por los entes reguladores (como la Agencia Europea de Medicamentos o la Administración de Medicamentos y Alimentos de EEUU), el país se convierte en la primera nación en escoger esta vía. Pero podría haber más: Alemania y Reino Unido ya anunciaron que darían una dosis de refuerzo en septiembre, mientras que Uruguay y Chile son los primeros que se inclinarían por esta opción en la región.

Además de los adultos mayores, el grupo que recibirá el tercer pinchazo está compuesto por personas inmunosuprimidas e individuos que por patologías de base. ¿El requisito? Haber sido inoculado con la segunda dosis hace más de cinco meses. El objetivo del gobierno israelí es inmunizar la semana próxima a un millón y medio de personas que se encuentran en esta situación, frente a la propagación de Delta y el incremento de los casos que ya se ubica en las 2 mil infecciones diarias. Asimismo, esta nueva inyección serviría como refuerzo porque, a partir de estudios realizados por la propia compañía, las defensas caen con el tiempo.

“Pfizer hizo circular la idea de la necesidad de aplicar terceras dosis. Presentó un estudio en que, tras algunos meses, la eficacia de la vacuna frente al contagio cae de 94 al 86 por ciento. Aunque desciende, la protección es altísima todavía”, señala Ernesto Resnik, biólogo molecular y biotecnólogo argentino en Estados Unidos. Luego completa: “Normalmente algo caen los anticuerpos; es natural de hecho: si el cuerpo no identifica al patógeno nuevamente asume que el peligro se fue. En Estados Unidos, por ejemplo, la respuesta de la FDA fue que no hacía falta aplicar una tercera dosis”. Y agrega: “Hay que entender que Pfizer es una empresa y busca vender vacunas”. En la disputa geopolítica por el acceso al recurso, en muchos casos, se suele enfocar el asunto en el rol de los Estados, sin prestar demasiada atención en los principales actores de la pandemia: los laboratorios. El interés económico de las compañías resulta insoslayable; según informó el director financiero de la compañía, Frank D'Amelio, Pfizer ganó 7.800 millones de dólares con sus vacunas durante el segundo trimestre de 2021, mientras que hacia fin de año prevé obtener nada menos que 33.500 millones más.

En la misma línea que Resnik, Daniela Hozbor –bioquímica e Investigadora Principal del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular de La Plata– expresa: “Hay varios países que están analizando la aplicación de terceras dosis. Pfizer ya había deslizado esta posibilidad porque sus científicos observaban que la protección disminuía un poco. Sin embargo, no hay ningún argumento que sustente esta estrategia y la convierta en universal y extrapolable a otras naciones”. Después comenta: “Pienso que estaría bien dar esa discusión en poblaciones particulares, como pueden ser los adultos mayores, cuyo sistema inmunológico está en senescencia y puede que necesiten un refuerzo para poder mantener una respuesta adecuada”.

¿Es necesaria?

En Israel, a pesar de contar más del 60 por ciento de su población inmunizada con dos dosis, han implementado nuevas restricciones, con lo que el sueño del rebaño y vuelta a la normalidad se vieron pospuestos. “Hay algunos trabajos que hablan de una reducción del 40 y otros del 60 por ciento para la enfermedad sintomática. Sin embargo, en todo lo que leí siempre observé que los análisis toman pocos pacientes, así que son números que hay que analizarlos con pinzas. De todos modos, la protección contra la enfermedad severa sigue siendo fuertísima”, opina Juan Manuel Carballeda, investigador del Conicet en el Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la Universidad Nacional de Quilmes.

Si la protección que todavía exhiben dos dosis de Pfizer “es fuertísima”, ¿cómo se explica la estrategia por la que opta Israel? Resnik elabora una hipótesis para poder comprender por qué comienza el país con la inoculación de una tercera dosis. “Israel tiene un acuerdo muy raro con Pfizer, con lo cual obtuvo vacunas antes que ninguno. A mí me hace dudar si esto no se trata de un movimiento que busca ayudar a la compañía a vender aún más dosis. Me parece increíble que estén dando una dosis más: es cierto, ahora hay casos de Delta, pero la situación está controlada. Casi no registran fallecimientos, suena absurdo”, plantea. Israel reportó un promedio de tres fallecimientos diarios durante la última semana.

También podría pasar que el Gobierno quiera dar una señal positiva de cuidado a su población, expresar una sensación de tranquilidad. Pero no me lo explico”. En esta línea, lo apunta Hozbor: “Todavía las variantes no marcan la necesidad de una dosis más de refuerzo. Con dos dosis, la eficacia de las vacunas baja un poco, pero sigue siendo alta. Pfizer, por ejemplo, ofrecía 94 por ciento contra el virus original de Wuhan y baja a 88 por ciento con Delta. No es que es un desastre, todo lo contrario”, sostiene la especialista.

¿Qué podría pasar en Argentina?

El presente que afrontan los países que más vacunaron y que –lentamente– comienza a advertirse en Argentina, se caracteriza por un desacople entre la cantidad de contagios y los fallecimientos: aunque las infecciones con las nuevas variantes podrían incrementarse, las muertes tienden al descenso porque la protección frente a hospitalizaciones y decesos que ofrecen las vacunas es muy alta. “Se vio en Israel, pero también en muchos países de Europa. El desacople es una muestra perfecta de lo bien que funcionan las vacunas. Ahora, de repente, se les ocurre que dos dosis no funcionan tan bien y que necesitarían de un refuerzo más. Quizás en sitios como Chile y Uruguay, en donde hay presión popular por haber inmunizado con Sinovac, sea más comprensible dar una tercera dosis de Pfizer. Pero desde mi perspectiva, ni siquiera en esos casos sería necesario ahora. Basta con ver la curva de contagios de Uruguay cómo bajó meteóricamente para darse cuenta”, explica Resnik. Y remata: “Es imposible ignorar la cantidad de datos de campo con los que contamos. La realidad es incontrastable: las vacunas están funcionando súper bien”.

También hay que tener en cuenta que las primeras que van a empujar y enfatizarán en la necesidad de una tercera dosis son las farmacéuticas. Si tuviéramos que pensar en qué estrategia desarrollará nuestro país al respecto, habría que debatirlo en profundidad. Con la Sputnik, por ejemplo, que combina dos adenovirus distintos no es tan sencillo. Podría pensarse, en caso de ser necesario, una tercera inoculación con otra vacuna”, advierte Hozbor. Los estudios de combinación de fórmulas vacunales que realiza el mundo y también Argentina, sirven para adelantarse un paso e ir proyectando posibles soluciones ante las nuevas necesidades que el Sars CoV-2 demande. “Las terceras dosis son perfectamente posibles. La opción que más me atrae –porque es lo que mejor resultado arroja– es combinar vacunas con tecnologías diferentes. Precisamente, porque despiertan distintas partes del sistema inmunológico. Eso se vio en el caso de AstraZeneca con Pfizer”, comenta Carballeda. Luego proyecta: “Más aún con la emergencia de nuevas variantes más transmisibles y que reducen la inmunidad frente al contagio. En Argentina representará un problema que quizás haya que resolver en los próximos meses”.

Más allá de las opiniones, hay un dato que resulta contundente: mientras Israel va por la tercera, hay países de África que ni siquiera dieron la primera. La desigualdad del planeta en relación al acceso de recursos estratégicos durante la pandemia es contundente.

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