Scarlett Johansson no se ve ni se comporta como una lunática, pero en algunos sectores de Hollywood ahora la ven como tal. "Los locos tomaron el poder del manicomio", comentó el ejecutivo de un estudio en 1919, cuando descurió que tres de las principales estrellas cinematográficas del momento -Charlie Chaplin, Mary Pickford y Douglas Fairbanks-, junto al director de primera línea D. W. Griffith, habían fundado su propia compañía disidente, United Artists. Estaban determinados a retener las ganancias de sus películas. Después de todo, ellos eran los "talentos", y tenían fuertes sospechas de que los magnates de Hollywood estaban intentando conducirlos a firmar contratos altamente restrictivos que podrían limitar tanto su libertad artística como sus salarios.

Chaplin, Pickford y compañía dieron a conocer una magnánima declaración en la que se juramentaban a proteger al público de "amenazantes combinaciones y consorcios que lo forzarán a ver producciones mediocres y un entretenimiento hecho en serie".

Corresponde hacer un salto de más de un siglo y encontrar una situación muy similar. En 2021, la "amenazante combinación" aparece bajo el nombre de Disney+, el nuevo servicio de streaming que controla Pixar, Marvel y Star Wars, entre muchas otras marcas. Esta vez, la rebelde con causa es Johansson. Ella quizá no lanzó su propio estudio pero sí se encuentra en abierto enfrentamiento con los jefes de Hollywood.

Disney está trabajando duro para aumentar el número de suscriptores de su plataforma. Su tanque más reciente, Viuda Negra, en la que Johanssen es productora ejecutiva y protagonista, fue estrenado de manera simultánea en cine y en Disney+. La película fue bien recibida, pero los números de taquilla son muy pequeños en comparación con los billones que otras películas de superhéroes de Marvel han recaudado, principalmente por no haber tenido la larga marcha exclusiva en cines que tuvieron sus antecesoras.

La semana pasada, Johansson entabló una demanda contra el estudio, manifestando que la decisión de Disney de poner a Viuda Negra disponible en el sistema de "video on demand" al mismo tiempo que en la gran pantalla "disminuyó los ingresos de taquilla de manera dramática". Según el diario The Wall Street Journal, la decisión puede haberle costado a la actriz más de 50 millones de dólares en ingresos. La demanda también señala que el estudio obtiene grandes beneficios de la performance en Disney+, y que por ello tenía un interés creado en mostrar la película en la plataforma.

Rápidamente, la disputa se puso muy fea. Disney respondió con furia contra Johansson. La compañía despreció la demanda como "algo sin ningún mérito", llamándola "triste" y "encallecida". También reveló que le había pagado 20 millones a la actriz por su protagónico. Fue un intento calculado para retratarla como una nena mimada y pagada en exceso, insensible al sentimiento público durante la crisis de la Covid.

Aún queda por verse cuál será el daño a largo plazo para la franquicia Avengers y para la marca familiar de Disney, o si Johansson volverá a trabajar alguna vez para la compañía. Lo que hace a la disputa tan interesante es cuán similar es el lenguaje que se está utilizando a la retórica utilizada más de cien años atrás, cuando Pickford, Chaplin y compañía estaban tratando de romper los lazos con el sistema de estudios.

Las mismas quejas que se están escuchando ahora son las que en 1919 hablaban de "actores locos que están obteniendo salarios astronómicos". También se produce la misma movida hacia la consolidación entre las compañías más grandes. Usando la pandemia como una cortina de humo, corporaciones como Disney y Warner Bros. están reinventando sus modelos de distribución, pasando por alto o por el costado de manera cada vez más ostensible a las salas de cine. Al hacer eso, están restándole poder a las estrellas cuya remuneración hace tiempo está atada a la performance en las boleterías.

Johansson no es la única actriz de primera línea que sostiene una disputa con sus patrones. El héroe de acción Gerard Butler está demandando a la compañía cinematográfica independiente Nu Image/Millennium por ocultar beneficios de su thriller de 2013 Ataque a la Casa Blanca. Otras estrellas han expresado claramente su descontento por la decisión de Warner Bros. de lanzar este año todas sus películas en Estados Unidos simultáneamente en los cines y en su servicio de streaming HBO Max.

Estas disputas echan luz sobre la extrema desconfianza de los estudios hacia los "talentos" con los que trabajan de manera tan cercana. La historia de Hollywood es una saga de desgaste y una continua ola de malos sentimientos entre las estrellas y los ejecutivos que las contratan. Son mutuamente dependientes, pero tienen un enorme resentimiento entre sí.

Bette Davis.

Entre las muchas películas de Bette Davis hay una llamada Of Human Bondage (1934), que se conoció en castellano como Cautivo del deseo pero cuyo título literal, Servidumbre humana, resume perfectamente la agria actitud de la actriz con respecto a sus condiciones de trabajo en Hollywood, que una vez comparó con la esclavitud. Davis resintió amargamente la manera en la que Warner Bors. la forzó a tomar personajes en películas que despreciaba. En 1938 la actriz fue suspendida por el estudio tras negarse a aparecer en un proyecto llamado Comet Over Broadway. En ese momento Davis estaba enferma pero, tal como le dijo a la prensa, hubiera participado de cualquier manera si la película hubiera sido buena. "No sentí que se justificara arriesgar mi salud en defensa de un guión tan atroz", explicó.

Esto era la continuación de las acciones que Davis había tomado dos años antes, cuando había sido suspendida por negarse a aparecer como una mujer leñadora en God’s Country and the Woman (1936). Ella reaccionó al castigo yéndose a Gran Bretaña, esperando poder hacer películas allí, aun en flagrante violación de su contrato con Warner Bros. El estudio la llevó a estrados judiciales, donde el procurador, usando un lenguaje atrozmente sexista, la describió como "una jovencita traviesa". La actriz perdió el caso. Con solo dos años cumplidos de un contrato de siete, una castigada Davis volvió a Hollywood "para servir cinco años en la cárcel de Warner", como describió de manera ácida.

Como Johansson, Davis sintió que el estudio estaba pisoteando sus derechos. Ella quería más dinero y más control sobre su carrera. Sus experiencias pavimentaron el camino para su compañera en Warner Olivia de Havilland, quien demandó al estudio en 1943 y ganó. La llamada "Ley de Havilland" impidió a los estudios que siguieran extendiendo los contratos de sus estrellas de manera arbitraria, manteniéndolos así en una dorada forma de servidumbre legal.

Johansson puede ser vista como una sucesora actual de Davis y De Havilland: una estrella de la "Lista A" con la astucia para enfrentarse a los grandes jefes de estudios de Hollywood. Muchos creen que la actriz está siendo tratada con la misma condescendencia y desprecio que recibieron sus antecesoras. "Este ataque de género no tiene lugar en una discusión de negocios, y contribuye a un ambiente en el que las mujeres y las chicas son percibidas como menos capaces que los hombres para proteger sus propios intereses, y que enfrentan críticas que buscan confundir sobre el tema", señalaron los grupos activistas Women In Film, ReFrame y Time’s Up en un comunicado sobre el tema de Johanssen muy crítico hacia Disney.

Para quien quiera saber por qué las estrellas de Hollywood ganan tanto dinero, se necesita echar un vsitazo a un western en blanco y negro de 1950, Winchester '73, una de las primeras y mejores de las muchas colaboraciones entre el director Anthony Mann y el actor James Stewart. En su momento, la manera en que la película fue financiada fue revolucionaria: alentado por su agente Lew Wasserman, Stewart renunció a su habitual tarifa de 200 mil dólares (que en un momento de poca liquidez Universal de todos modos no iba a poder pagarle) a cambio de la mitad de los beneficios. El éxito de la película convirtió instantáneamente a Stewart en el actor mejor pago de Hollywood, y le dio un poder que pocas estrellas habían tenido jamás. Ese fue el momento en el que los lunáticos realmente empezaron a tomar el control del manicomio.

Robert Downey Jr. ganó unos 75 millones de dólares por Avengers: Endgame, gracias a su porción de las ganancias. Eso es más o menos lo que Johansson podría haber esperado de Viuda Negra en tiempos más normales. En lugar de eso, tras haber llegado con tanto apuro a Disney+, se convirtió en la película más pirateada del año, y llevó a Johanssen a lanzar su demanda contra el estudio, que puede fijar un gran precedente. ¿Está peleando por el dinero o por la libertad artística? Como ha demostrado la historia, en la casa de locos de Hollywood estos dos asuntos nunca pueden ser realmente considerados por separado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.