Ley Micaela se llama una de las colecciones de la Editorial Mingeneros. Esa ley que establece la formación en géneros para todas las personas que sean agentes del Estado condensa una apuesta social por la transformación. “Ley Micaela es un fenómeno que vamos a estudiar en los próximos años, una herramienta que es la capacitación que tiene un nivel de demanda y de apropiación de social y política enorme. Los sindicatos quieren ley Micaela, los clubes, los partidos políticos quieren ley Micaela. Y no todo entra en esa ley. Como la gente quiere que se llame Ley Micaela, vamos a llamarla Micaela, porque es un fenómeno maravilloso entonces también pensar materiales para cualquiera, en un club de barrio, en un sindicato, en una provincia que quieran llevar sus capacitaciones”, dice la ministra Elizabeth Gómez Alcorta unas horas antes de la presentación oficial de una Editorial que tiene otras colecciones, y se piensa como la inscripción de “el legado de estos tiempos” a través de “palabras que son testigos de esta época”. 

Como primera ministra del área, Elizabeth Gómez Alcorta está al frente del desafío de generar una estructura perdurable y al mismo tiempo, atender las urgencias. Entre esas dos fuerzas, surge la necesidad de dejar huellas. “Tenemos para la gestión dos cajas de cambio, una vinculada a la urgencia, que está en todos lados, pero también tenemos que trabajar para el mediano o el largo plazo”, le dijo la ministra a Las12 y abundó: “Más allá de las tareas urgentes, nuestra tarea es la transformación cultural. No desde el Ministerio, sino desde los movimientos de mujeres y diversidad. Si logramos esas transformaciones, las desigualdades, las violencias, van a dejar de existir”, confía.

La directora de la Editorial es María Campana, al frente de un equipo que trabaja desde 2020, y que ya creó las distintas colecciones, entre ellas, XYZ y XYZ+, cuyos nombres iban a ser ABC, pero cambiaron porque nadie aprende desde cero, sino que se entra al conocimiento desde el propio saber. La primera genera materiales "más básicos" y la segunda apuesta a miradas "interseccionales" sobre diferentes temas, como el consumo problemático de sustancias. 

--¿Cómo surgió la propuesta de contar con una editorial propia?

--Necesitábamos distintos materiales, algunos que sean sencillos, que sean accesibles, que permitieran adquirir conocimientos muy básicos, con preguntas que se hacen muchas compañeras, para orientar muchos conceptos. También nos dábamos cuenta de que había algunos temas que por primera vez estaban en la agenda pública y que el Ministerio tenía posición y nos parecía importante escribir, dejar que puedan circular con aspectos más específicos, o categorías que impliquen alguna singularidad, por ejemplo, el tema del medio ambiente. A partir de las necesidades propias del Ministerio dijimos el año pasado que estaría buenísimo crear la editorial. Entendemos que es absolutamente relevante tener materiales, permitirnos reflexionar, provocar preguntas, interrogantes, para la sociedad en general, algunas para quien tiene un primer acercamiento, pero también pensamos en materiales para quienes efectivamente trabajan o llevan políticas públicas de género, necesitamos recursos para la acción. Hay otra colección que es Descifrar, para poder pensar números, poner en contexto algunos diagnósticos, que sirven para quienes estudian, trabajan, investigan, hacen políticas públicas. Tenemos una colección que es sala de ensayos (ya estamos trabajando en mujeres y LGTB en pandemia y pensar distintas voces que aporten, en eso va a estar Dora Barrancos a la cabeza. Para nosotras en el marco de la gestión, de correr, de estar siempre con muchas situaciones de necesidad, de emergencia, de urgencia, la editorial es una joyita.

Entre los materiales que se piensan como recursos para la acción, se está elaborando un trabajo con mujeres y población LGBT que están alojadas en ámbitos de protección o casas de medio camino, hogares, refugios, de los que hay más de 200 en el país. “Y nadie hasta ahora dijo cómo tiene que hacer ese abordaje”, subraya Gómez Alcorta.

Sobre el entusiasmo que genera la editorial, Gómez Alcorta subraya que “todas las áreas quieren tener un material y para todos es muy bueno porque además deja una base, que es lo que buscamos para este primer paso, que también va a ser una marca de esta época, porque nos pasa cuando leemos materiales de hace 20 años, ahí podemos identificar cuáles eran los debates, viene con unos cambios de paradigmas, miradas sobre las violencias, políticas de cuidado. Para nosotros esa mirada, ese marco político, ese marco desde donde hacemos las políticas públicas nos parece importante”.

Para la ministra es “muy importante” que todos los libros tienen un audiolibro, y que se firmó un convenio con el Centro Universitario de Idiomas, de la UBA, para traducirlos a seis lenguas indígenas. “Para mí era el compromiso hacerlo de este modo”, plantea.

--Volviendo a las urgencias, ya llevan recorridas las distintas regiones del país en las reuniones del Consejo Federal para la prevención y abordaje de femicidios, travesticidios y transfemicidios, ¿cuáles son las principales falencias que han detectado en las provincias?

--Creo que lo primero que falta y es parte de la tarea que tenemos, es coordinación estatal. Argentina tiene un estado que está en muchos lugares, estados locales, provinciales, lo que hay es una enorme desarticulación, una enorme falta de información centralizada que permita a cualquier efector público, cualquiera, a quien atienda en una comisaría de un pueblo, en un municipio o en el Ministerio de las Mujeres contar con información sobre los casos. Porque cada sector trabaja desde su lugar, somos enormes archipiélagos y tampoco hay información centralizada. Por eso se trabajaba mal, para mí, el estado trabaja de un modo muy ineficiente, para nosotras parte de esas tareas centrales es la creación del sistema integrado de casos de violencia de género. Esa información significa que si el estado nacional le está dando un acompañamiento, se puede saber si ese agresor fue denunciado por distintas mujeres, cosas elementales. 

Gómez Alcorta sabe que "esto es complejo porque estamos en un país federal con una división de poderes pero no es imposible, esa es la tarea más importante que estamos dando con el consejo federal de femicidios". Y suma que "el Ministerio de Justicia creó un registro único para que todas las denuncias penales que están en cualquier situación, en cualquier lugar del país, formen parte del mismo sistema, de un mismo registro, y va a ser un salto enorme, no importa si denunciás en La Quiaca o en Ushuaia, que esa información se nuclee. La intervención va a ser totalmente distinta porque vos lo que vas a tener es un mapa de riesgo, que hoy no tenemos, entonces cada uno actúa medio intuitivamente".

Con la pandemia y la crisis económica que trajo aparejada, la demanda de programas como el Acompañar, que destina el equivalente a un salario mínimo, vital y móvil durante seis meses a mujeres que sufran violencia machista y requieran un impulso para lograr su autonomía económica, escalaron hasta llegar a 33 mil asignaciones en todo el país. El trámite se realiza en el municipio, y se pone en marcha a través de convenios con Nación. “La proyección que teníamos era cerca de 33 mil en el año y la vamos a superar claramente. Hay que pensar que son situaciones de violencia de género que generen riesgo en la vida, y que requieren de una intervención urgente. Además, en este momento dramático para las mujeres en el acceso al trabajo, ya que la pandemia nos dejó mucho peor de lo que estábamos, hay una demanda más grande de lo que preveíamos”, suma Gómez Alcorta.

--Hace pocas semanas presentaron el Mapa Federal de Cuidados, donde se concentra toda la oferta existente, ¿qué reveló?

--Es clave porque es la primera vez, es el primer mapa con ese nivel de integralidad que existe en toda Latinoamérica, la CEPAL está contenta y orgullosa. Es un recurso para las personas y las familias que necesiten, uno puede entrar ahí, ver donde vive, sus necesidades, si necesita un servicio, para un cuidado de un adulto mayor, primera infancia, discapacidad, si quiere llevar adelante un curso, una capacitación, eso se puede consultar en cualquier lugar del país. Y claramente, lo que uno ve con el mapa, es que hay una distribución bastante inequitativa, en las grandes ciudades y en Buenos Aires en particular, es donde se concentra gran parte de la oferta, y eso hace que, en otros lugares, recaiga exclusivamente en las familias. Eso también habla de la injusta distribución

Pero el mapa tiene una doble función: la otra es contar en el mismo lugar con todos los organismos que integran la mesa integral de cuidados, para poder pensar las políticas públicas, ahí uno va a saber dónde hay que poner los servicios, y falta integrarlo con una información que vamos a tener cuando se realice la encuesta nacional del uso del tiempo, que nos va a permitir hacer foco en la demanda. Para nosotros es clave incorporar esa información, que nos va a permitir sobre todo pensar y planificar la infraestructura de cuidado, los servicios de cuidado. Cuando vayamos a un sistema integrado de cuidado, sin ese mapa no se puede planificar nada, para nosotros es un punto clave.

--También en los últimos días presentaron el Mapa federal de los trabajos en masculinidades, donde se concentran las experiencias de todo el país...

--Un cambio de paradigma muy clave es -mientras se sigue trabajando con quien está en situación de violencia de género-, también poder pensar alternativas, recursos y abordajes para quien en algún momento ejerce violencia por motivos de género. Esa mirada es pensar en las masculinidades, esto implica algo que empezó a moverse hace unos cuantos años, algunas muy criticadas en los feminismos, pero si no se aborda desde este lugar, los recursos para resolver son pocos, más allá de lo punitivo. Hay que pensar nuevas herramientas, el trabajo con las masculinidades es clave, no solo para quienes están imputados en una causa judicial. Empezamos a ver que había muchas experiencias muy diversas, se hizo un relevamiento, porque ponemos en valor lo que hay, para quien quiera conocer, hacer una derivación, eso genera redes, para que las provincias, los municipios, las organizaciones de la sociedad civil, política que tiendan a esta mirada. Porque sabemos que hay que trabajar con la mujer en el momento de máxima tensión, y resguardar su vida, pero al que hay que sacar de ese lugar y de esa casa es el varón. A ese varón también darle un abordaje, y las experiencias con nuevas masculinidades son muy buenas, ahí hay un marco teórico, tenemos algo para hacer, no es solamente denunciarlo y que intervenga el poder judicial que poco puede resolver. Si no trabajamos con ese varón que ha aprendido a ejercer esa violencia, lo que vamos a tener más temprano que tarde, son otras mujeres violentadas por ese varón. En el relevamiento que hicimos el año pasado encontramos más de 210 experiencias, y hay muchísimas nuevas experiencias este año.

--¿Son experiencias muy focalizadas, dirigidas a la clase media, y de poco alcance?

--El ejemplo del centro de varones de Córdoba, que tenía el año pasado 800 varones por orden judicial llevando adelante los encuentros es una demostración de que no es algo micro y se empieza a estudiar la baja incidencia de denuncias de varones que han ejercido violencia y que han tenido algún trabajo en estos dispositivos. Las experiencias son pocas, serían mucho más masivas en cuanto haya más dispositivos que trabajen estos temas. Y si bien la mayoría de los que son espacios más voluntarios de acercamiento pueden estar más dirigidos a la clase media, también es cierto que es una buena herramienta para trabajar con quienes están siendo denunciados. Ahí hay un trabajo para hacer. 

Estigmas por desarmar

Los trabajos para hacer son muchos. Entre las urgencias y los legados hay un amplio camino de diálogo de saberes, que también forma parte de las apuestas de la Editorial Mingeneros. La presentación del miércoles cerró con Lucy, una joven que leyó su propio texto, llamado “Soy Villera”. “No soy lo que otres dicen”, dijo la joven, quien formó parte del acto “para transmitir el sentir de muches que viven en barrios estigmatizados”.

Y si hay un estigma que en estos días recorre algunos medios de comunicación, y por lo tanto miles de conversaciones cotidianas, es el de las personas que reciben asistencia económica estatal, siempre insuficiente. “Cuando uno piensa quiénes han sostenido la situación social, que lo han hecho siempre, hay 12 mil comedores y ollas, y esos comedores lo que hacen es acercar el alimento y el plato de comida a cientos de miles de familia. Hay que pensar quién hace la comida, quién se encarga, son jornadas larguísimas y diarias, son mujeres que cuando hubo que quedarse dentro de la casa, ellas no podían, porque si no, la gente no comía”, dice Gómez Alcorta, sobre la tarea que hacen estas trabajadoras esenciales. “Muchas de ellas cuentan con un salario social complementario, que es lo que corresponde, que de subsidio no tiene nada porque nadie podría negar que son trabajadoras esenciales, no sólo en el marco de la pandemia, ya que aseguran que millones de argentinos coman”, agrega para subrayar que recorre cotidianamente esos espacios. “Creo que efectivamente nos falta mayores reconocimientos tanto en términos económicos como en términos simbólicos, porque la idea de que muchos y muchas sigan pensando que son planes o subsidios, estoy hablando en el caso de compañeras de carne y hueso que nosotras dialogamos todas las semanas y que les reconocemos una enorme valentía, porque trabajan en burbujas porque no podían enfermarse, y que en esas condiciones tan difíciles, sostuvieron y lo siguen sosteniendo todos los días”. Para la ministra, “hay mucho desconocimiento, sobre todo de cierto tipo de periodismo, de cierto tipo de dirigentes políticos, que además generan una mirada social muy despectiva y sumamente injusta sobre compañeras que hacen un trabajo que es para sacarse el sombrero”.