En una nota biográfica, el escritor y diseñador estadounidense Jesse Ball (Port Jefferson, New York, 1978) declara que enseñó "sueño lúcido y mentira" en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago.

Esto parece un hecho inverosímil, quizás probablemente una versión en género curriculum vitae de los epitafios históricamente falsos (aunque más reales que la verdad) que boceta el protagonista de su novela breve The Curfew (2011). Publicada en Buenos Aires por La Bestia Equilátera como Toque de queda (2014), en una traducción de Carlos Gardini, es hasta ahora la única obra traducida al castellano del autor de Samedi the Deafness (2007) y Silence Once Begun (2014), por nombrar dos de entre sus catorce libros publicados en poesía, narrativa, dibujo y folletín. Receptor de una beca Guggenheim el año pasado, Ball viene mañana a Rosario con la escritora Catherine Lacey.

Nacida en Tupelo (Mississipi), Lacey ganó un premio Whiting en 2016. Es autora de la novela The Answers; la primera, Nobody is ever missing (2014), traducida como Nunca falta nadie (Alfaguara, 2016), fue considerada por la revista The New Yorker el mejor libro del año.

Jesse Ball protagonizará una serie de tres actividades en Aricana (Buenos Aires 934) los días 8, 9 y 10 de mayo, de 18 a 20. Tanto él como Lacey son considerados representantes de una "nueva escritura norteamericana". De eso hablará mañana Elena Tardonato, directora del Centro de Estudios Norteamericanos de la Universidad Nacional de Rosario, que organiza la actividad. También hablará María Cecilia Micetich, poeta y estudiosa de la obra de Ball e integrante del CEN junto con Victoria Salinas, Fernanda Frola, David García y Ezequiel Bottero. El martes el autor dará una entrevista abierta y una charla. El miércoles brindará una clase de escritura creativa. Luego seguirá viaje a Buenos Aires como invitado a la Feria del Libro.

 

"Mis clases no se tratan tanto de escribir sino sobre la vida, sobre la forma en que intenta vivir un artista", dijo Jesse Ball.

 

"Mis clases no se tratan tanto de escribir sino sobre la vida, sobre la forma en que intenta vivir un artista", dijo Jesse Ball a Rosario/12 anteayer, en claro y pausado inglés, en una entrevista por Skype donde también opinó que "la vida no es un asunto muy serio".

El sentido político y estético de la música en Toque de queda recuerda (aunque con una prosa de opuesto estilo minimalista) a la narrativa de Daniel Moyano. En una ponencia presentada el año pasado en Buenos Aires en las jornadas de Estudios Americanos del Centro de Estudios Americanos, Micetich citó una entrevista donde Ball comparaba su ineluctable proceso de escritura con el de un concierto en vivo.

De hecho, William, el narrador de Toque de queda, es un ex violinista que recuerda cómo el ejecutante "debe dejar de pensar en la música, debe dejar de pensar en los dedos, incluso en manos y violines, para manipular directamente el sonido. En esos momentos, es desastroso recordar que uno tiene manos, que uno está tocando". El pasaje se lee como una descripción del método de escritura del autor.

"Lo mejor de tocar un instrumento es que produce un grado supremo del estar vivo, porque la ejecución de un arte lleva a un organismo a un punto de claridad y en ese punto de claridad hay una explosión de sentimiento", explica Ball. "Es una especie de completa ecuanimidad o de potente ambivalencia; 'ambivalencia' es una palabra que suele usarse con un matiz despectivo, pero me refiero a cuando hay dos fuerzas muy poderosas y las dos se oponen, como en un arco, donde una fuerza es mantenida en equilibrio pero en medio de una tormenta".

‑¿Es cierto que dio clases de sueño lúcido y mentira?

‑Sí, he dado clases así en la Escuela del Instituto de Arte de Chicago. La clase sobre mentir fue la primera que di. Creo que tener una comprensión de lo que significa mentir es muy importante para poder crear ese sistema que es una novela. Sin entender la diferencia entre qué es mentir y qué es decir la verdad sería imposible escribir. Después he enseñado cómo tener sueños lúcidos a niños y a gente que está en prisión. De hecho escribí un libro sobre esas clases, que se publicó en marzo: Sleep, Death Brother (Sueño, hermano de la muerte).

 

Mujeres que desaparecen

 

William y su hija muda, Molly, habitan una distopía totalitaria absurda donde fue prohibida la música. La madre de Molly y esposa de William, Louisa, es una desaparecida, entre tantos; muy probablemente, secuestrada y asesinada por la policía secreta. Conmueve la austeridad con que Ball narra la tragedia desde el punto de vista de William, un narrador que economiza las palabras como conteniendo su angustia.

Otra mujer que desaparece (pero por propia voluntad, y narra su odisea con humor oscuro) es el tema en Nunca falta nadie, de Lacey.

En diálogo con Rosario/12, Micetich resumió Silence once begun, novela donde "un hombre firma que mató a una persona pero nunca la mató, y nos enteramos de la vida de este hombre silencioso no en una narración sino en una sucesión de entrevistas a personas que alguna vez tuvieron contacto con él. Es un calidoscopio de lo absurdo".

La estructura es fragmentaria y mediada también en Toque de queda, cuya complejidad compositiva contrasta con la contundente sencillez de su prosa. Las anotaciones de William están enmarcadas, sus líneas de diálogo se abren con asteriscos, hay tramos que forman pancartas en letras mayúsculas y el pasado de los protagonistas es narrado como función de títeres, combinando bellamente la puesta en abismo con el recurso de la ékfrasis: "A lo lejos espera una multitud, pintada en el escenario. Está compuesta por todas las personas que han de conocer. Ni una sola persona de la multitud puede ver a las demás, y guardan silencio, desplazando el peso de un pie al otro".

El sentido de sus juegos gráficos, según Ball, es principalmente lúdico. "Es necesario jugar; algo que no juega está muerto", afirmó.

 

"Saber mentir es importante para crear una novela. Sin saber la diferencia entre mentira y verdad, sería imposible escribir".

 

El narrador de Toque de queda se propone, en la novela misma, "presentar una ciudad y sus habitantes como una serie de objetos cuyas relaciones no se pueden describir con ninguna certeza". Sin embargo, es aplicable a Ball el chiste amargo de que si Kafka fuera argentino sería un escritor realista. El objetivo de la novela es estético y político al mismo tiempo: la sátira no es más ni menos importante que explorar los límites de la representación. "Creo que una obra honesta es política por naturaleza", afirma Ball. "También es político el libro en términos de su estructura de representación: crea un espacio donde a la imaginación se le otorga un acceso igualitario a cierta especie de relato historiográfico. La función de títeres se va convirtiendo en el eje de la narración a medida que la novela avanza".

‑¿El teatro de marionetas es un recurso narrativo o también posee un valor metafórico y alegórico, como dijeron algunos críticos?

(Duda antes de responder) ‑Ciertamente es un recurso narrativo. Podría haber sido otra cosa. No necesita ser un teatro de títeres, pudo haber sido cualquier otro procedimiento artístico de cualquier disciplina. Pero parece pasar la prueba de "deliciosidad", por este misterio de lo animado, de cosas que obtienen animación. Les permite a las criaturas del teatro de títeres evadirse de su hacedor, y le da más espacio a la interioridad que al mundo externo del consenso.

(Los cupos son limitados para las tres actividades y la inscripción es por medio de la fan page del Centro de Estudios Norteamericanos o de ARICANA. La inscripción será libre y gratuita para los oyentes, con la opción de un bono contribución de $20 a voluntad. En caso de requerir certificado, tendrá un arancel de $80).