A pesar de que nunca llegó a consumar la presentación formal, a causa de la pandemia, Barbi Recanati disfruta de la revancha que consiguió Ubicación en tiempo real (2020), su primer disco de larga duración en solitario. A tal punto de que, tras haber ganado a fines de julio el Gardel en la categoría “Mejor álbum de rock alternativo”, se animó a salir a tocarlo por toda la Argentina. Este sábado 21 lo hará en Buenos Aires, en Camping (Av. del Libertador 999), a las 17. Apenas anunció la fecha, las entradas se agotaron. Sin embargo, esta progresiva vuelta a los escenarios la encuentra en una época donde el tiempo libre le es esquivo. “Desde que soy muy chica, el ocio es invaluable para mí”, reconoce la artista. “Siempre preferí tener dos monedas en el bolsillo y mucho tiempo para ir caminando a mi casa. O estar un miércoles a las 3 de la tarde en una plaza. En los últimos años, eso cambió por la maternidad y la responsabilidad que conlleva. Cuando llegó la pandemia, me cargué de tantos proyectos que ahora me la paso trabajando y no tengo tiempo ni de andar dos cuadras porque llego tarde. Me jugó en contra. Busco volver a mi viejo yo”.

-Cuando hurgás en ese viejo yo, ¿recordás aún el momento en el que decidiste ser música?

-Me sucedió algo un poco loco con la música: se me metió en la cabeza que quería ser una artista o una estrella de rock, aunque desde un lugar muy infantil, como si fuera una astronauta. Debía tener 7 años. Vi una película y esa fantasía no la reemplacé por nada. Cuando tenía 20 años, seguía estando ahí. Siguió por muchos años. Me costaba vincularme con otra gente que no fuera de mi banda porque era mi mundo. No había otro. Después, con el tiempo, se me fue la fantasía de la astronauta, y empezó a aparecer un deseo más formado de lo que para mí significaban la música y el arte. Calculo que eso es la madurez. Me encontré con algunas cosas que coincidían con mi fantasía y no estaban buenas. De repente estaba en escenarios parecidos a los de los libros de rock que leía y eran rancios, no me gustaban para nada. Ahí se empezó a pinchar. No por inalcanzable, sino porque no tenía nada que ver con lo que podía imaginar.

-¿Te referís al after del rock?

-No necesariamente. Me refiero a que, por ejemplo, cuando entrás al estadio te das cuenta de que un instrumento está lejos del otro. Me gustan más los escenarios chicos y en las giras extraño mi casa. Pensás que los Stones quizá no son tan felices porque desde hace 50 años que hacen los mismos temas. Experimentar y hacer lo que vos querés no te deja un peso, entonces te dicen que es mejor ceder. Al hacerlo, puede que consigas un hit. Si eso sucede, tenés presión para hacer otro. Son objetivos que te pone la industria de fantasía y cuando los cumplís, te das cuenta de que no dan gratificación. Se inventan para generar dinero con vos.

-¿Qué esperás?

-Hacer la música que quiero, tocar cuando quiero y hablar con quien quiera. Si bien encontré mi camino feliz, también aparecieron otras cosas que no sabía que me gustaban y que aparte me generan trabajo.

Además de participar en el programa de radio ICUPAI, transmitido por Nacional Rock, actualmente Recanati conduce el podcast Mostras del Rock, en sociedad con Futuröck. Esto último derivó en una novela gráfica homónima, ilustrada por Powerpaola y publicada por Ediciones Futuröck. La relación entre la radio online y la artista se produjo a raíz de la creación de Goza Records. Pero el sello feminista no sólo edita discos, sino que también organiza charlas por todo el país. En 2019, una de esas sesiones tuvo como invitada a Shirley Manson, cantante de Garbage, a partir de la amistad que entablaron la escocesa con la porteña en el debut de los autores del hit “Stupid Girl” en Buenos Aires, en el Pepsi Music de 2012. En aquella ocasión, luego de tocar con su otrora banda, Utopians, la cantautora de 34 años conoció en el camarín a los de Wisconsin, lo que decantó en un fuerte vínculo entre ambas frontwomen. A tal instancia que el nuevo disco del cuarteo, No Gods, No Masters, lanzado en junio pasado, está inspirado en el movimiento feminista latinoamericano y en Recanati.

-¿Te sorprende que Shirley Manson haya dicho que sos una de las inspiraciones del nuevo disco de su grupo?

-Creo que eso habla más de Shirley Manson que de mí. Ella es humilde y muy considerada. No sé qué le pasó con mis palabras, pero me impresiona un montón. Crecí escuchando a Garbage y jamás en mi vida creí que pudiera generar un impacto mínimo en ella. Y mucho menos que algo que le dijera la inspirara a hacer un disco o una canción.

-¿Qué le dijiste?

-Fue una charla larga. Ahí le dije que para tener convicciones no podía haber ídolos ni construirlos. Era algo que se contradecía y que era muy siniestro lo que pasaba en la música con eso. Es una forma de alejarnos de un pensamiento propio.

-A propósito de la caída de esos bastiones e imaginarios, ¿cómo repensás el rock en esta época?

-Lo que me pasa últimamente es que cada vez que abro una red social encuentro bajando línea a cualquier persona, con equis cantidad de seguidores y sin importar a qué se dedica. Te dice cómo tenés que comer, vestirte o vivir. Todos son referentes, influencers o pensadores. Hago un esfuerzo muy grande para no caer en eso. Así que no puedo responder a tu pregunta porque sería bajar línea y no quiero. Pero sí siento que hay un juego y una intención, de parte de quienes lo promueven, de vender al artista como la obra, en vez de a la canción o al disco. Y se vuelve tan intocable que es inimputable y es capaz de cualquier cosa. Eso no tiene que ver con la gente consumidora ni el artista sino con el motor siniestro que hay alrededor para que eso haga dinero. No soy tan ingenua para hablar del anticapitalismo, aunque existe una escena musical creciente e increíble que va al margen del capitalismo.

-¿Sentís entonces que tu Gardel encierra en sí mismo una victoria contra el sistema?

-Los premios me parecen un lindo piropo. No lo veo como una victoria ni nada así, porque nunca sentí que perdía cuando no ganaba. A veces ganás porque sos el nombre que más conocen. La nominación es un reconocimiento, pero ganar o perder me parece anecdótico.

-Desde el Gardel de Oro de Marilina Bertoldi, pareciera haber un punto de inflexión en la industria musical argentina. ¿Lo sentís sincero?

-El Gardel de Oro de Marilina fue un punto de inflexión súper importante. Tal vez me equivoque, pero estoy convencida de que no hizo que el camino de la música cambiara. Abrió otro camino, que cada vez es más grande y que va por el costado. Ese para mí es el futuro de la música. Hay otra escena musical en paralelo a la que conocí de chica. Tampoco es una continuación. Es una escena musical con diversidad, con equidad, con ideal, con convicciones y con política. Es muy rockera, sin importar cuántas guitarras eléctricas tenga. Está muy comprometida con su arte y con la escena artística en general.

Ubicación en tiempo real es un trabajo discográfico realmente contemporáneo. Ya desde su título, que surgió de forma fortuita mientras Recanati le enviaba la dirección en la que se encontraba a su amiga Charo López. Cuando la actriz y humorista iba rumbo a recogerla, le advirtió que ya tenía nombre para su primer álbum. “Este disco es sin dudas el más mío que hice porque es el primero como solista”, explica la cantante y guitarrista, que en 2018 estrenó su carrera en solitario con el EP Teoría espacial. “Hay algo de eso que para mí fue muy increíble. La producción fue una bendición, porque Juan y Tomás (productores del álbum) me permitieron repetir una y mil veces cada parte de la canción hasta que estaba como yo quería. Eso implicaba volver a grabar el tema entero. Pudimos porque lo hicimos en nuestro estudio. Muchas de las decisiones que se tomaron en este disco fueron cien por cien parte de la experiencia pasada y vivida. De repente, encontré esa fórmula. En vez de estar 14 días en el estudio de grabación, estuvimos un año”.

-¿Cuál es el tema que mejor representa ese proceso?

-El mejor ejemplo es “Los días que no estás”. Apenas sé tocar la guitarra, pero cuando aparecí con ese tema les sugerí a Juan y a Tomás cómo debían sonar los instrumentos. Si lo hubiera hecho con cualquier otro productor del planeta, no me hubiese permitido involucrarme de esa manera.

-Si bien esa canción tiene como invitada y coautora a Paula Trama, una de las mejores compositoras que tiene actualmente la Argentina. ¿Cómo fue el armado del resto del disco?

-Empezaron a pasar cosas en el proceso del disco que para mí fueron súper fuertes. Se trataron de cosas personales que me resultaron fáciles de escribir. Qué loco que es escribir cuando tenés algo para decir y qué loco que es escribir cuando no tenés nada para decir. Viví las dos experiencias y no hay forma de falsificar eso. Me pasó de estar por entrar a grabar y no tener idea de qué hablar. Estaba vacía, estresada, con la cabeza en otra cosa, porque no tenía ganas ni nada para decir. Hay artistas que hacen una canción por día. Para mí, hacer 12 por año, cada dos años, es una barbaridad. Las veces que me tocó decir cosas, cuando no tenía nada para decir, me arrepentí por mucho tiempo. Tengo la suerte de haber arrancado muy joven y de haber tenido experiencias así. También tengo la suerte de haber sido una artista underground. Este es mi mejor momento para escribir canciones, porque es cuando más cosas siento y más ganas tengo de transformarlas en temas.

-Parte de tu público posiblemente desconozca las canciones de tu etapa grupal, cuando componías en inglés. ¿Te fue muy difícil pasar al español?

-Escribir ahora una canción en inglés me parece lo mismo que tararear. No le veo sentido. En esa época no tenía nada para decir. Por eso, fonéticamente, el inglés es mejor, hasta banaliza un poco. El español es hermoso para decir cosas y tiene palabras increíbles. No me parece mal no tener nada para decir, pero son diferentes etapas de la música. Por suerte, la mayoría de las personas que la recuerdan son periodistas especializados y uno que otro seguidor del under porteño. Y digo que es una suerte porque estoy orgullosa de que mucha gente me conozca a partir de mis canciones nuevas.

-En 2019, fuiste acto soporte de la vuelta a Buenos Aires de la australiana Courtney Barnett, icono del indie milénico. Esa performance tuya significó tu introducción a tu carrera solista ante un público nuevo. ¿Qué polaroid te quedó de ese momento?

-Fue un show increíble, una experiencia hermosa. Me dieron ganas de volver a hacer música. Sentía que despegarme de Utopians iba a ser imposible y que todo lo que quería hacer musicalmente a partir de ese momento sería muy mal recibido. Sabía que al público que me seguía por mi música no iba a gustarle lo nuevo porque era distinto. No tenía dónde tocar ni a dónde ir. Cuando los amigos de (la productora) IndieFolks me invitaron a abrir ese show, no podía creer que iba a mostrar mis canciones ahí. Era exactamente el público al que me interesaba cantarle en ese momento, porque sabía que tal vez no me conocía. Estar con Courtney Barnett fuera del escenario fue algo distinto: era una chica de mi edad y de otro país, que tenía un sello independiente como el mío. No hubo trato de telonero. Durante la charla que tuvimos, le di una remera de Goza. Se la puso antes de irse.

-¿Goza es un sello discográfico o un colectivo?

-Lo veo más bien como un espacio que va mutando año tras año. Empezó como una necesidad urgente de querer asistir proyectos para producir volumen de material en la música que genera equidad. Futuröck al toque se alió, y lo volvió popular y real. Gracias a ellos hicimos talleres de capacitación con Spotify, así como charlas por toda la Argentina con un montón de invitadas. Nadie saca nada de ahí, lo hacemos porque creemos que en este momento es necesario un espacio así. Hoy ponemos el foco en la distribución digital, en 2019 lo pusimos las charlas, y en 2018 grabamos 14 discos.

-Luego de todo lo labrado en los últimos años, ¿podés afirmar que hoy hay más espacios para las mujeres y las disidencias en la música argentina?

 

-Ningún músico está donde está por su talento o su carisma. Conozco a muchos artistas que son mejores que yo y que no tienen mi mismo reconocimiento. Tuve muchísima suerte y una personalidad particular. Nací y crecí en el corazón de Palermo: me tiraba un pedo, y mis padres hacían un cuadro y lo colgaban en la pared. Me generaron una gran autoestima que me permitió afrontar situaciones que no son tan fáciles. A muchos músicos les pasó lo mismo que a mí. Algunos tienen plata, y contratan a prensa y graban discos carísimos; otros tienen un montón de contactos o son hijos de gente que maneja la industria. Me parece choto no decirlo porque caemos en el mismo discurso de meritocracia. Si sos mujer, todas esas cosas son más difíciles de hacer. Si sos trans, son mil millones de veces difíciles de hacer. Y si sos afro, son 100 mil millones de veces más difícil. Pensar que estás ahí por tu mérito es ingenuo. A lo largo de mi carrera, toqué en festivales en los que la mitad de las bandas estaban ahí por un arreglo con las disqueras, para entregar las regalías, o por favores a los mánagers. Ese discurso de que el artista llega porque el público lo elige es un verso. Lo que sí es importante es aceptar que la industria musical y la del entretenimiento son referentes. Todo lo que ves en el escenario, en la tele o la radio está dando un mensaje gigante a la sociedad. Y que no haya mujeres ahí, artistas marrones, gordas, lesbianas o trans habla de una invisibilidad enorme. Con el fútbol pasa lo mismo. Hace 20 años, había pocas mujeres que jugaban, porque tenías que competir con un montón de cánones y prejuicios para poder agarrar una pelota. Hoy tenés pibas que le pasan el trapo a un montón de pibes y en 20 años le van a pasar el trapo a jugadores que no quiero nombrar porque luego me van a escrachar en las redes. Es cuestión de practica y de dar posibilidades.