La vida es doble, o por lo menos doble. Sobre esta idea, Horacio Convertini desarrolla una de las tramas de Lo oscuro que hay en mí, su nueva novela donde, al igual que sucede en muchos de sus libros anteriores, los rasgos más característicos del policial negro ceden de manera rotunda, como en un desmoronamiento, a otra clase de géneros. Ahora a modo de thriller psicológico, o mejor: a una historia de carácter existencial que se inicia a partir de la angustia que puede llegar a experimentar un hombre cuando se asoma al borde de sus deseos inconfesables para luego resbalar y precipitarse en caída libre hacia lo más profundo de sí mismo: su monstruosidad.

“Envidio a los escritores que trabajan con una perspectiva de obra. No es mi caso. Y se debe a tres rasgos personales: la ansiedad, siento que el tiempo me corre siempre, el desinterés por construir algo que vaya más allá de la novela en la que coyunturalmente trabajo. Y el desprecio por la posteridad”, dice Horacio Convertini, autor, entre otros libros, de Los que duermen en el polvo, galardonado con el Premio Celsius a la mejor novela de ciencia ficción en habla hispana (Semana Negra de Gijón, España), El último milagro fue nominada al Premio Dashiell Hammett a la mejor novela policial; recibió además el Premio Municipal de Literatura, en género cuento (bienio 2008-2009).

“A veces pienso que soy, más que nada, un cuentista. Tal vez por eso me gusta escribir capítulos cortos con una unidad de sentido y una cadencia que lleve a pensar que ahí, en ese par de páginas, existe una historia que puede leerse con independencia del resto del libro. El cuento es como una carrera de cien metros llanos. Una intensidad fulgurante en un tramo corto y manejable. Casi nada ajeno interviene. Es una distancia a la medida de los obsesivos y los inseguros, y yo tengo rasgos de ambos. La novela, en cambio, es un maratón. Desafía la resistencia, compromete el oxígeno. La novela se expande hacia adelante y hacia los costados. Es un artefacto menos controlable. Es el camión con nitroglicerina de El salario del miedo, de Arnaud: un bache y boom. Acaso la idea de que una novela puede ser la acumulación de cuentitos es un autoengaño para no temerle el estallido. Sin embargo, si me apuran, hay un trazo que une a mis tres últimas novelas y que alguien a lo mejor puede identificar como la marca de agua de una obra”, agrega el escritor. “Sus protagonistas son varones más o menos jóvenes de clase media, sin logros personales, sin brillo intelectual, conscientes de su chatura, de lo poco que han conseguido en relación a los demás y de que se han dejado llevar por la corriente de una vida mediocre sin oponer resistencia. Tipos infelices de pocas palabras. Todos, en algún momento, encuentran dentro de sí un botón siniestro. Y la novela es el proceso de ese reconocimiento y de la decisión vital a la que se enfrentan: lo aprieto o no. Pero apretarlo no es coser y cantar: es tener miedo, es sentir culpa. Dejar libre el rencor no es gratis: el vértigo te desfonda el estómago. Me gusta la idea de que el dedito que baila sobre el botón tiemble. Si no fuera así, estaría creando un superhéroe o un supervillano y para eso están los comics de Marvel. Cali. El protagonista de New Pompey, por ejemplo, arrastra el dolor de las humillaciones sufridas por su homosexualidad y por una pareja asimétrica. Jorge, el protagonista de Los que duermen en el polvo, atraviesa el apocalipsis con el dolor de no haber estado nunca a la altura de su esposa. Los héroes perfectos me aburren. Me gustan los cobardes, los derrotados, los que perdieron la moral”.

Y hacia ese destino va Luís, personaje principal de Lo oscuro que hay en mí, a partir del día en que fallece su padre y descubre en la casa algo que en un principio le hace sospechar que su padre no era quien parecía ser, al menos no un simple viajante de comercio, el Gringo como lo llamaban con cariño todos los que lo conocían en el barrio. Horacio Convertini introduce de manera sumamente original un leitmotiv: ¿Es posible realmente conocer a nuestros padres? Quebrado el relato del mandamiento paterno, es decir la figura patriarcal, la sensación de orfandad crecerá en Luís hasta degenerar en la necesidad de conocer su verdadero origen, o acaso de lo que uno está hecho en términos de crianza, educación, componentes genéticos que un día, ya de adulto, hacen que frente al espejo te des cuenta de que cada día te estás pareciendo más a tu padre. ¿Y si tu padre es un monstruo? ¿Cuánto de esa monstruosidad podría haber en tu interior? “Nunca se vuelve de la oscuridad”, le dirá una mujer a Luis. “Es un imán que te retiene y no te suelta, y al cabo de un tiempo se vuelve más necesaria que el aire y el agua. Imaginá que te sacan los ojos y te ponen otros que te permiten ver la esencia de las personas a través de capas y capas de mentiras, de buenos modales, de hipocresías, de deseos frustrados, de pelotudeces: no quedaría nadie bueno en pie. Lo de afuera se vuelve cristalino si uno mira desde la oscuridad más absoluta. Haceme caso, no te rindas al remordimiento”. 

De la figura simbólica del parricidio al estallido de la locura. Victima y victimario en una misma persona, Luís entrará rápidamente en una zona de violencia, perseguido por sus propios fantasmas. Si un hombre es siempre la continuidad de otro, si la violencia se replica y la moral tiene siempre un marco contextual, resulta verdaderamente notable cómo Horacio Convertini logra por medio de la ficción interpelar al lector sobre muchas problemáticas que están presentes en la sociedad. Desde la construcción de la masculinidad pasando por la ferocidad de los mandamientos patriarcales. Artesano de las palabras, capaz de sostener la tensión en simultáneos hilos de trama, Lo oscuro que hay en mí consagra a Horacio Convertini como un imprescindible dentro de la narrativa contemporánea.