La mujer del espía                               8 puntos

Supai no tsuma/Wife of a Spy, Japón, 2020

Dirección: Kiyoshi Kurosawa.

Guion: Ryûsuke Hamaguchi, K. Kurosawa y Tadashi Nohara.

Duración: 115 minutos.

Intérpretes: Yû Aoi, Issey Takahashi, Masahiro Higashide, Yasuharu Tsumori.

Estreno en Mubi.

Su profuso volumen de producción -cerca de treinta largometrajes a la fecha, varios telefilms y un puñado de miniseries y directos a video-, la heterogeneidad genérica que cultiva (variantes diversas del policial, films fantásticos y de terror, dramas sociales, intimistas y metafísicos), así como el carácter frecuentemente elusivo de sus fábulas hacen de Kiyoshi Kurosawa (Kobe, 1955) un cineasta cuya obra parece líquida, mercurial, imposible de atrapar. Su primer film de época y el segundo en conocerse en menos de un año en la plataforma Mubi (que también tiene "en cartel" uno de sus mejores títulos, Sonata en Tokio, de 2008), La mujer del espía parece extremar ese carácter de espejismo de sus relatos. Como el título indica, la película -que le valió el León de Plata a la Mejor Dirección en la edición 2020 del Festival de Venecia- es, al menos en la superficie, una historia de espionaje. Pero en el cine de Kurosawa (que no tiene parentesco con su homónimo Akira) las superficies suelen ser engañosas, y ésta no es precisamente la excepción a esa regla.

La historia se inicia en marzo de 1940, con el Japón imperial militarizado, meses antes de firmar el Pacto Tripartito con la Alemania nazi y la Italia fascista y un año y pico antes de Pearl Harbor. En ese pie de guerra, las fuerzas militares arrestan a un comerciante de armas británico, bajo el cargo de espionaje. Las sospechas pronto se trasladan a su proveedor local, Yusaku Fukuhara, exitoso comerciante de seda cruda (Issey Takahashi). Después de haber salido en defensa de su cliente, Fukuhara mantiene una llamativa indiferencia ante las autoridades, que esperan de él una denuncia. Sobre todo el recién nombrado Yasuharu, nuevo jefe de escuadrón (Masahiro Higashide), que en un golpe casi de fotonovela es amigo de la infancia de su esposa Satoko (Yû Ahoi). Yasuharu avisa a ambos que mantendrá vigilancia sobre ellos, dada su propensión a vestir ropa occidental y beber whisky extranjero, lo cual es visto casi como traición a la patria.

Sigue una trama tan intrincada como todo film de espionaje, en la que Satoko contempla con creciente consternación las ausencias de hasta dos semanas de su marido, que dice viajar a Manchuria por viaje de negocios. Algunos datos, como cierto documento secreto, no hacen más que acrecentar la sensación de que hay una mentira en juego. Desde el momento en que ella aparece en escena, el espectador seguirá los hechos a través de sus ojos: no nos enteramos de nada de lo que ella no se entere. Como Satoko se enfrenta con superficies que sólo traslucen indicios equívocos (su marido paga la fianza del presunto espía, el viaje a Manchuria podría no ser de negocios, Yusaku vuelve de ese territorio acompañado de una mujer misteriosa, esa mujer es asesinada poco más tarde, se sospecha del crimen a su sobrino, que también viajó a Manchuria), el espectador se hace preguntas crecientes, que no hallan respuestas certeras. Yusaku podría ser un espía o una suerte de traidor altruista, un documento podría ser falso o auténtico, los dobles juegos se multiplican, unos rollos de película podría contener unas imágenes de ficción u otras muy reales e incriminatorias.

A propósito de esto último, todo un discurso sobre el cine atraviesa La mujer del espía (título de por sí engañoso). Suerte de dandy oriental, en sus ratos libres Yusaku filma en 16mm cortos de ficción. Uno de ellos es un melodrama criminal que podría anticipar, de modo metafórico, la conclusión de la película. Un segundo rollo, documental, testimonia las atrocidades del ejército japonés en Manchuria. A su vez hay referencias, que también podrían ser alusivas, a cineastas como Kenji Mizoguchi y el menos famoso Sadao Yamanaka, que sería desconocido en la Argentina si no hubiera sido por la Sala Leopoldo Lugones. La muy cinéfila La mujer del espía tal vez esté diciendo algo transparente, y es que en tiempos de sospecha, vigilancia, represión y clandestinidad, la única verdad es la que el cine permite avizorar.