Hoy se comenzará a juzgar a Higinio Ernesto Sánchez, un capataz de la empresa agropecuaria La Moraleja, a quien se acusa por abuso y acoso sexual en perjuicio de una trabajadora rural que afirma haber sufrido esta violencia durante tres años.

Sánchez llega a debate acusado por el delito de abuso sexual simple. Es la imputación que hizo el fiscal Gonzalo Gómez Amado, quien intervino en la primera parte de esta causa. En el debate participará la fiscala María Celeste García Pisacic. 

La denunciante, A.R., contó a Salta/12 que dejó de trabajar en La Moraleja, ubicada en el municipio de Apolinario Saravia, en abril de 2018, precisamente por los acosos sexuales y las situaciones de abuso sexual que cometía contra ella el capataz, al que denunció penalmente. Dijo que esperaba que el capataz fuera sancionado pero eso no pasó. “Yo sentía que no me estaban defendiendo, que me castigaban a mí y no al capataz. Me sentía descuidada por la misma empresa. Decidí hacer la denuncia”, relató. 

Aunque al prinipio, en 2018, no sabía a dónde acudir y viajó a la Capital para pedir ayuda en el Ministerio de Derechos Humanos, desde allí la enviaron a la Secretaría de Trabajo, donde radicó una denuncia y hubo audiencias de conciliación con la empresa pero no llegaron a un acuerdo y el proceso siguió con un juicio laboral. También realizó una denuncia penal al regresar a su ciudad, en la Subcomisaría de Apolinario Saravia.

A.R. relató que la primera situación abusiva de Sánchez fue cometida cuando la separó de los grupos de trabajadoras en los invernaderos y la envió sola a uno de éstos, “donde estaban más altas las plantas de melones". Allí "me llama él y me entrega una tijera nueva. Yo la agarro, pensé que por fin me cambiaba la tijera y seguí trabajando. Él me sale después por la parte de adelante de la línea, ya había entrado al invernadero. Me quiso abrazar y besar”. Para zafarse, lo empujó y se escapó diciéndole que no le hiciera eso, que no la molestara y avisó a su superior, el ingeniero Ramón Palma.

Pero las situaciones de acoso y de abuso siguieron. “Todas las veces yo iba y avisaba en la oficina o en la casa del ingeniero Palma en la ciudad de Apolinario Saravia, nunca le han dicho nada al capataz", expresó. En una ampliación de denuncia relató que cada vez que se quedaba sola en su trabajo el capataz la sometía a manoseos e intentaba besarla por la fuerza. La denunciante dijo que todas esas situaciones vividas le afectaron psicológicamente, se enfermó de gastritis, y que en ese momento no tuvo asistencia psicológica del Ministerio de Derechos Humanos ni de ningún organismo, aunque este año el Área de la Mujer y de la Diversidad Sexual de Apolinario Saravia, le está brindando acompañamiento y le gestionaron el plan Potenciar Trabajo para víctimas de violencia de género. 

En La Moraleja A.R. hacía distintas actividades rurales pero después de sus denuncias ante los superiores, que eran todos hombres, la pusieron a limpiar las oficinas. Sin embargo, a pesar de eso el capataz la esperaba cuando salía y en el camino de regreso insistía con el acoso.

La trabajadora relató que Sánchez llegó a decirle que si la tenía que hacer separar de su marido, que también era trabajador rural en la empresa, lo haría con tal de "darse el gusto". Y luego, como ella seguía sin aceptar sus pretensiones, el capataz empezó a aliarse con otros trabajadores, con los que la hostigaban. En este sentido la denunciante mostró su disconformidad de que ahora estos hombres hayan sido incluidos en la lista de testigos que declararán en el debate, y consideró que también debería haberlos denunciado. Contó asimismo que este grupo le escribía cosas en el baño para que las viera su pareja y se separara de ella. También relató que dos veces la enviaron a cerrar una llave de las mangueras del invernadero y allí la esperaba el capataz, que en una ocasión la quiso empujar hasta donde habían unas bolsas pero ella logró escapar. Luego descubrió que era un complot entre el capataz y el grupo de trabajadores, que la enviaron allí para que Sánchez la esperara e intentara abusar de ella.

A.R. manifestó que le había contado a su marido sobre el acoso de parte del capataz, él le dijo que avisara a los directivos de la empresa y también advirtió que ella era revictimizada. Por esta situación ambos buscaron otro trabajo  por dos años pero no lo encontraron, por ello debían regresar a trabajar cuando les llamaban por temporada. La mujer relató que también sus familiares, hermanos, sobrinos, hermana y cuñado trabajaban allí y el capataz la amenazaba con no tomar a ninguno si ella no regresaba al trabajo. "El temor mío era que tomen represalias con mi familia", sostuvo. Por ello permaneció en la empresa hasta que la situación se tornó cada vez más grave y ella sentía que la castigaban con las tareas que le asignaban, ya que la querían enviar a otro lugar de la finca que le quedaba más lejos para que no se cruzara con el capataz, mientras que él no era sancionado. 

"En vez de enojarse con él, se enojaron conmigo. (El encargado de La Moraleja, Jorge) Galeano me pedía un papel donde el capataz me decía 'te amo y cuánto me gustaría estar con vos'", contó A.R., pero no quiso entregar el original porque temía que no se lo devolvieran y considera que es una de las pruebas contra Sánchez. El capataz no quiso someterse a la prueba caligráfica y tampoco, a la pericia psicológica.

A.R. dijo que por recomendación de una abogada denunció despido indirecto. A través de Galeano la empresa le ofreció 63 mil pesos de indemnización pero ella no aceptó porque llevaba 16 años trabajando en categoría de “permanente discontínua”. Ante el fracaso de las audiencias de conciliación, la trabajadora inició un juicio laboral. Galeano fue consultado por Salta/12 pero no respondió.

La denunciante manifestó que realizó la denuncia contra el capataz porque este hombre tenía como costumbre acosar a las mujeres y señaló que no era el único. La mujer pidió a la Fiscalía que se llame como testigo a otra chica que también sufría acoso de parte Sánchez.

La trabajadora destacó que La Moraleja es una de las pocas fuentes laborales de la zona. Por ello consideró que las trabajadoras "no iban a hablar" de las situaciones de acoso. Recordó que de que ella misma empezara a sufrir acosos y abusos, "una chica avisó" a las autoridades de la empresa de otra situación, el encargado "Galeano fue a hablar con las mujeres, nos preguntó si los capataces habían cometido abusos, las chicas estaban con miedo". La trabajadora señaló que estas situaciones de vulneración a los derechos de las mujeres "Nunca habían llegado a denuncias" en La Moraleja, "si avisabas algo era temeroso que te dejen sin trabajo".

"Yo buscaba que al menos lo suspendan al capataz, que algo hagan para que él sepa que eso con las mujeres no se debía hacer. Él siempre hizo ese tipo de cosas con las mujeres. Yo me sentía castigada dentro del trabajo por haber informado. Nunca me pagaron la liquidación, nada", dijo A.R. Dijo que además de que espera que se le haga justicia, también anhela que en empresas como La Moraleja se proteja a las trabajadoras rurales, que las situaciones de abuso y acoso no sean toleradas.