Las escenas cotidianas de cada vez más gente durmiendo en la calle, vendiendo pañuelitos descartables en bares, semáforos y negocios, tocando timbres para pedir plata, ropa o un plato de comida, llevan a la realidad esas cifras que cada semestre difunde el Indec y sufren los y las argentinas: los índices de pobreza e indigencia. Son 3,1 millones de argentinas y argentinos en centros urbanos que no tienen para comer. Son 11,6 millones de argentinas y argentinos pobres. A diferencia de otros indicadores que publica el organismo y arrojan señales de mejora, la pobreza y la indigencia calan más hondo: ese 40,6 y 10,7 por ciento que arrojó el primer semestre del 2021 se encuentran 5 y 3 puntos porcentuales por encima del periodo prepandemia, respectivamente.

Para el primer semestre del año la pobreza afectó al 40,6 por ciento de la población argentina, cifra que está prácticamente en la misma línea que igual período de 2020 y algo más de un punto porcentual por debajo del segundo semestre del año pasado. El 10,7 por ciento de las personas quedaron en situación de indigencia, también similar al dato del año pasado.

"Ese 40 por ciento no es solamente pobre de ingresos, alrededor del 35 por ciento de estas personas tiene pobreza multidimensional, es decir, está excluida estructuralmente por algún déficit en acceso a la salud, educación, comunicación o hábitat. Y también hay otra parte que no es pobre por ingresos pero si lo es en estas dimensiones, como es el caso de niños y adolescentes que no van a la escuela o reciben mala educación, espacios de hábitat deteriorados o contaminados, viviendas hacinadas", explica Agustin Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA.

Pobreza estructural

Hay un consenso entre los estudiosos del tema y es que las crisis económicas son determinantes para alcanzar pisos más altos de pobreza, pero que el factor estructural está presente desde hace por lo menos dos décadas, desde la crisis del 2001 producto de los diez años de neoliberalismo económico aplicados durante el gobierno de Carlos Menem. "Ya hay tres y vamos por cuatro generaciones de familias que no han tenido un trabajo formal, acceso a la educación, un hábitat saludable", resume Gildo Onorato, secretario Gremial de la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular.

"Incluso en la primera década, que fue la mas dinámica en términos de crecimiento, sólo se bajó la pobreza al 25 por ciento en 2011-2012. Hay un piso de 25 por ciento que saltó al 35 por ciento durante los últimos dos años del gobierno de Mauricio Macri y, por supuesto, el efecto de la pandemia que ocupó un rol importantísimo para llegar a este índice, porque agravó la situación estructural", reflexiona Salvia.

"La pandemia afectó mayormente a aquellas personas que ya se encontraban en la pobreza con empleos precarios, o a quienes tenían empleos independientes poco calificados, en pequeñas empresas o en trabajos temporales a través de changas, por ejemplo. Vino a profundizar un problema que ya era grave", complementa Analía Stasi, especialista en políticas públicas y ex funcionaria del área de reducción de la Pobreza y Desarrollo Inclusivo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

"Ni siquiera en los mejores momentos hemos sido capaces de perforar el piso de un cuarto de la población de personas en situación de pobreza y eso funciona como un limitante para cualquier proyecto de desarrollo y crecimiento", coincide el sociólogo e investigador del Conicet Gonzalo Asussa: "El salto de la pobreza entre 2017 y 2019 es casi de 10 puntos y en el 2019-2020 fue de alrededor de 7 puntos. La política de gobierno de Cambiemos generó mayor condición de pobreza que la pandemia misma", agrega.

La salida

Tanto Salvia como Asussa reconocen que el aporte del Estado fue fundamental para que estas cifras no sean hoy mayores. Sin embargo, lejos del cruce que hace unas semanas protagonizó la coalición oficialista del gobierno con respecto a la transferencia de ingresos a los sectores más vulnerables, ambos coinciden en que la verdadera respuesta está en otro lado, y es el mercado laboral

"Los programas sociales son muy necesarios pero lo que verdaderamente necesitamos es una explosión del crecimiento económico que multiplique las creaciones de pymes, que favorezca la demanda agregada para que absorba a la población desocupada o subocupada. Y como esto no va a ser rápido, hoy en día se debería acompañar este proceso con un fortalecimiento en la economía social", asegura Salvia que insiste en que la salida tiene que ver con la estabilidad macroeconómica pero sobre todo en un modelo que genere más puestos de trabajo formales y con buenas remuneraciones que no se vean comidas por la inflación. 

Al fortalecimiento del mercado de trabajo, Asussa le agrega un factor que se visibilizó sobre todo en la pandemia, y es la economía del cuidado: "Hay que desprivatizar la economía del cuidado para que la gente más vulnerable tenga la posibilidad de salir a trabajar. Además, tendría efectos multiplicadores de inserción laboral de mujeres de clases populares y permitiría que los y las adolescentes accedan más fácilmente al sistema educativo".