Eran los años noventa y tenía once años. Cuando estaba en casa me gustaba mirar mapas en los Atlas, ver imágenes de otras galaxias. Alguna vez que tuve en mis manos un globo terráqueo, lo primero que quise saber era qué había del otro lado del mundo.

Así conocí Japón.

Iba a una de las primarias públicas que están en el Parque Las Heras. Estaba en sexto grado cuando llegaron dos maestras que revolucionaron la escuela. Tenían una manera distinta de dar clase, al año siguiente las echaron. Un compañerito, Galo, me dijo que las habían echado porque eran muy zurdas.Yo no sabía qué significaba eso.

Un día nos hicieron ver Rapsodia en Agosto, de Akira Kurosawa. Me acuerdo que me llamó la atención por sus silencios. Pero lo que más recuerdo era el cuestionario con diez preguntas que ningune pudo contestar. Estábamos descolocadxs. Miré a Galo que era el más estudioso, y nada. Me acuerdo de su cara de preocupación.

La película cuenta la historia en torno a las consecuencias de la bomba atómica arrojada en Japón, en la mirada de tres generaciones: unos nietos que van a visitar a su abuela a las afueras de Nagasaki y un hombre que llegaba de Norteamérica.

El "cuentito" lo entendíamos, pero las preguntas y la película nos abrieron a otro mundo, a la poesía. Me acuerdo solo de dos preguntas: una era que explicáramos la imagen de las hormigas yendo hacia la rosa. La otra era: por qué les niñes, siendo que corrían más rápido que la abuela, no podían alcanzarla. Me acuerdo que fue un impacto muy profundo como una herida de belleza. Algo de la ternura mezclada con una tragedia inmensa. Lo que creo que más me marcó fue entender que las películas no eran simplemente un cuentito cerrado, sino una experiencia. Hubo un quiebre profundo en mi percepción.

Ahora la volví a ver después de 28 años y no paré de llorar. Atravesé otra experiencia. Pero no era un llanto sufrido. Hay algo de la película, en la edición, que tiene estructura de comedia. Eso aliviana. La mirada de les niñes empatizando con lo que le sucede a la abuela pero enloquecides con viajar a Hawai. La naturaleza y la abuela en una relación con el silencio muy especial.

Además parece un sueño: un dibujo de un ojo en el pizarrón, ese ojo detrás de esas colinas, la serpiente en el agua, ese tifón, el sonido terrorífico de la cascada, la luna llena y la luz en ese campo, la escuela donde cayó la bomba, los árboles que murieron abrazados, Richard Gere hablando en japonés, los mantras budistas, el gong, la rosas, las nubes, una conversación en silencio.

El silencio.

Hay algo hermoso que tiene el cine de Kurosawa que hace visible lo invisible, presente la ausencia. O cuando el mundo interior de pronto entra en contacto con la superficie. ¿Qué es el silencio?

Tuve la oportunidad de ser invitado para hacer una obra de teatro en Japón. Vivir un tiempo, estar desconcertado, no entender nada y entregarme. Emocionarme en decir los textos más largos y hermosos que he dicho nunca jamás. Algo tan lejano y tan cercano escrito por el director japonés, Yudai Kamisato, que nos llevó a Kioto.

La obra era sobre un joven al que se le había muerto el padre. Él le hablaba sin parar a la madre que estaba en silencio, quieta, encerrada en un auto.

De las cosas que viví allá me voy a detener en el jurado del festival que era un grupo de niñes que inventaba las categorías y los premios. Cuando se entregaron los premios el prefecto habló de la importancia de esa mirada fresca de les niñes en el arte.

Otra imagen fue que en plena avenida de Osaka hay un momento que todos los semáforos están en rojo y por un instante todo está quieto: autos, bicicletas y peatones. De pronto todo se aquieta y se silencia.

Pienso en ese silencio, en esa ternura y cómo emerge ese mundo invisible. Ese mundo que está empujando a ser distinto. Como un quiebre de paradigma, como a mis once.

La película pone de manifiesto algo de eso y por eso me atraviesa como una medicina sutil.

Ahora me entero que la Sala Lugones pasará nueve films de Kurosawa, el lado B.

Wow! Extraña sincronía.

Amo.

Tchakariq ó Martín Tchira es un artista multidisciplinario, su trabajo está atravesado por la performance, el diseño de indumentaria, las acciones políticas, la danza contemporánea, el teatro y el cine. Sus obras entrelazan rituales y sueños. Hace años se dedica al estudio de Runasimi (lengua quechua), Cosmovisión Andina y el trabajo con plantas medicinales. Sus últimos trabajos son: Devenir Sach´a por Sach´akutiq, Arqueologías del Futuro; Servicio de Escuchasion por Sirenes Errantes - 11 Berlin Biennale; The story of descending the long slopes of Valparaíso de Yudai Kamisato + Okazaki Art Theatre. Kyoto Art Experiment 2017 - Goethe-Institut Tokyo 2019 (Japón). Kishida Kunio Drama Award 2018 (Premio mejor obra teatral de Japón); Educación Sentimental Colonial: El viaje al Rio - Escena Política; Duros de Lisandro Rodríguez; Meyerhold, freakshow del infortunio del teatro, de Silvio Lang. Carpa Rosada 2019, Plaza de Mayo, colectivo de artistas.