VIL, MÁ 6 puntos

Brasil, 2020

Dirección: Gustavo Vinagre.

Guion: Edivina Ribeiro y Gustavo Vinagre.

Duración: 86 minutos.

Estreno en Mubi, con el título internacional en inglés Divinely Evil.

“Edivina Ribeiro como Wilma Azevedo como ella misma”. “Wilma Azevedo como Edivina Ribeiro como ella misma”. Los títulos de cierre confirman algo que, a esa altura, es más claro que el agua: Edivina y Wilma son la misma persona. La segunda un alter ego de la primera (¿o acaso es al revés?), el nombre de pluma de una exesposa y madre, escritora de relatos eróticos y pornográficos con una única idea fija en la cabeza: los mil y un dolores y placeres del sadomasoquismo. Vil, Má, juego de palabras con la vileza y la maldad, cierra una suerte de trilogía informal en la filmografía del carioca Gustavo Vinagre: A Rosa Azul de Novalis y Lembro mais dos Corvos, ambas de 2018, también proponían retratos de artistas y creadores (poetas, actores, escritores) en los cuales la realidad biográfica siempre cabalga de la mano de la ficción y la performance. En el caso de Vil, Má, la historia de Edivina/Wilma atraviesa los años de la dictadura militar brasileña y encuentra a la protagonista detallando su ingreso, ascenso y caída en las finas artes de la literatura SM.

Con 74 años (las entrevistas fueron grabadas en 2014 y editadas en su forma final el año pasado, cuando el film debutó en el Festival de Berlín), sentada en el cómodo sillón de un abigarrado living, los ojos claros de Edivina miran a cámara mientras detrás de ella una actriz lee uno de sus cuentos eróticos. El texto habla de adoraciones, fetiches, zapatos de taco alto, miembros presionados con el pie hasta alcanzar la eyaculación, semen y transpiración. La autora gesticula ante ciertas frases, recordando tal vez el momento de la escritura, décadas atrás. Luego llega su momento de hablar: una historia de infancia en la granja familiar, los animales copulando bajo el sol, un exhibicionista desnudo debajo de la gabardina, una violación que mezcla la vergüenza y el miedo con el placer (otros tiempos, otras sensibilidades, otras libertades artísticas). El recitado de un poema se escucha sobre fotografías desteñidas de juegos sexuales. Wilma aparece en varias de ellas, en su rol de dominadora. El rostro de los hombres permanece oculto; sus penes erectos, en cambio, están expuestos y envueltos como matambres, los pezones mordidos por pinzas, algún falo plástico a punto de penetrar el cuerpo. Wilma no sólo escribía, también actuaba.

¿Cuánto de realidad y cuánto de ficción revelan las palabras? El juego de Vinagre es ese: las ambigüedades de toda una vida y de una elección sexual que nunca fue solamente eso. Más tarde, luego de que Wilma le muestre a la actriz su colección de juguetes (“muchos son simbólicos, nunca los usé”), hay un regreso a la infancia, al casamiento con un hombre cuando aún era muy joven, a los primeros pasos como mujer separada en busca de una profesión, de una vida que sea suya y de nadie más. “Siempre escribí, desde muy chica”, afirma a cámara, y ahora sí Vil, Má parece ser un documental estricto y riguroso. ¿O acaso se trata de otra capa de invención, otra versión alternativa de la figura central? Sobre el final, recordando el paso por la iglesia cuando era pequeña y su compleja relación con las cuestiones de la fe, la protagonista dirá, tajante, que “ahora mi cuerpo es mi iglesia”. La reina de la literatura sadomasoquista brasileña, como fue bautizada por la prensa, esa mujer que llegó a recibir trescientas cartas de lectores en una semana, tuvo varias vidas. Vil, Má intenta iluminarlas y, en el camino, iluminar también un camino plagado de dificultades, siempre en busca de la libertad.