El sistema kafala (la palabra árabe significa garantizar) que se promocionó con la idea de asegurar una oferta abundante de mano de obra barata durante una era de boom económico en distintos países y con el lema de beneficiar a las empresas locales e impulsar el desarrollo se volvió cada vez más polémico por las denuncias de casos de abuso.
"El sistema de kafala o patrocinio ata a los trabajadores migrantes a sus empleadores", le señaló a BBC Mundo May Romanos, investigadora de Amnistía Internacional (AI) sobre derechos de migrantes en la región del Golfo .
Romanos es una de las autoras de un informe de AI de 2019 sobre el sistema de kafala en Líbano e indicó que con este esquema "los trabajadores no pueden entrar al país u obtener una visa a menos que tengan ese patrocinio", al tiempo que agregó que "el empleador puede en cualquier momento cancelar el permiso de residencia y dejar al trabajador como un ilegal en riesgo de ser deportado".
"El trabajador no puede cambiar de trabajo ni abandonar el país sin permiso de su empleador, así que acaba atrapado en un ciclo de abuso", precisó. A pesar de las condiciones de explotación, los trabajadores muchas veces aceptan trabajos en el sistema de kafala porque el pago que se ofrece es mejor que el que obtendrían en sus propios países, según el Consejo de Relaciones Exteriores.
Muchos trabajadores envían sus sueldos a sus hogares. En 2019, Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos estuvieron entre los 10 países desde donde se enviaron más remesas.
Para Romanos, el kafala es un sistema complejo que no se cambia solo aboliendo un par de leyes: "Debe haber un cambio de cultura en estos países, y debe acabarse con la cultura de impunidad. Los empleadores no enfrentan ninguna consecuencia por sus abusos, ni en Qatar ni en el resto de la región".
Y resumió: "Definitivamente el sistema de kafala es una forma de esclavitud moderna y creemos que debe ser abolido. Es un sistema que debe ser reemplazado por otro que proteja a los trabajadores migrantes de los abusos y garantice sus derechos humanos".
Trabajadoras domésticas
El informe de 2019 de Amnistía Internacional se centra en el caso de las trabajadoras domésticas, en donde recoge el testimonio de Mary, una trabajadora de Etiopía que viajó a Líbano, donde aseguró haber sufrido abuso físico y verbal.
"Estuve en la casa de mis empleadores sin salir durante un año, trabajaba 18 horas al día. Lloraba todos los días y traté de acabar con mi vida en tres ocasiones. Su casa era mi prisión", relató Mary.
La mayoría de las trabajadoras atrapadas en el sistema de kafala son mujeres y provienen de Filipinas, Sri Lanka, India, Bangladesh, y en muchos casos de África. "Muchas de ellas son madres que dejaron a sus hijos en sus países y viajaron con la idea de ganar dinero para la educación y alimentación de sus niños", manifestó Romanos.
Además, advirtió que muchas trabajadoras migrantes trabajan, como Mary, hasta 18 horas al día sin ningún día libre a la semana. "La carga de trabajo es atroz y muchas relatan casos de abusos físicos por parte no solo de sus empleadores sino de los menores a su cargo", graficó.
Y reveló: "Hemos hablando con muchas de estas mujeres que estaban en refugios en Líbano y Qatar. Estaban atrapadas, porque los empleadores aún tenían sus pasaportes y además no tenían dinero para regresar a su país y reunirse con sus hijos. Muchas de ellas ni siquiera habían recibido sus salarios así que trabajaron por nada".
Un estudio de 2008 de Human Rights Watch denunció que las trabajadoras domésticas migrantes estaban muriendo en Líbano a una tasa de más de una por semana, debido a suicidios o intentos de escapes fallidos.
El caso de Athenkosi Dyonta
Athenkosi Dyonta, un barista de 30 años, trabajaba en un café en la ciudad de George, un popular sitio de vacaciones en su país natal, Sudáfrica, donde solía compartir su "arte en latte", los diseños que se hacen con leche sobre el café, con baristas de todo el mundo en un grupo de Facebook.
Fue allí donde una mujer lo contactó con una oferta de trabajo en Omán. Además de un salario decente, le ofrecían alojamiento, comida y transporte gratuitos. La mujer dijo que se ocuparía de su visa, mientras que todo lo que Athenkosi tendría que hacer era pagar un boleto de avión, un chequeo médico y una prueba de covid-19.
"Pensé que cuando él regresara después de un año más o menos nos compraríamos una casa y podríamos enviar a nuestros niños a mejores escuelas", recordó su novia Pheliswa Feni, de 28 años, con quien tiene dos hijos.
La pareja pidió prestado dinero para el pasaje aéreo de Athenkosi, quien poco después viajó a Omán. Al llegar al país árabe, el barista fue conducido desde la capital, Muscat, a una ciudad llamada Ibra, donde lo trasladaron a su nuevo hogar. "Era un lugar sucio, una habitación pequeña, con apenas un colchón y cajas", le dijo Athenkosi al podcast The Comb de la BBC.
La sorpresa fue solo el inicio de un período de enorme angustia para el joven, quien se enteró poco después de que el "empleo de sus sueños" no existía. El joven pasó a trabajar de 12 a 14 horas al día en tareas de limpieza en cafés.
Cuando no tenía que trabajar lo obligaban a permanecer encerrado en su habitación. La comida era terrible y no le pagaban. "Comía solo pan y leche, a veces un panecillo con un huevo. No recibía ningún salario, solo trabajaba", describió.
Lo que el joven no sabía era que había firmado un acuerdo de patrocinio que otorga a ciudadanos y empresas privadas un control casi absoluto sobre el empleo y el estatus migratorio de los trabajadores extranjeros.
Al igual que Mary, Athenkosi intentó quitarse la vida. El joven barista logró finalmente volver a Sudáfrica, luego de que su novia organizara una campaña para recaudar fondos. El empleador sólo lo dejó ir tras recibir unos 1.500 dólares por "incumplimiento de contrato y gastos de comida y alojamiento".
El caso de Qatar
Qatar es uno de los países que introdujo reformas recientemente al sistema de kafala ante la presión internacional y por ser foco de atención antes del Mundial de fútbol de 2022. El país tiene cerca de dos millones de trabajadores migrantes, que representan el 95 por ciento de su fuerza laboral, según AI.
"Qatar permite ahora que los trabajadores migrantes cambien de trabajo y salgan del país sin permiso de sus empleadores, pero en la práctica esto sigue siendo difícil. Además, el empleador aún tiene el poder de cancelar en cualquier momento el permiso de residencia. Si el trabajador abandona el empleo por abuso puede ser acusado de huir y enfrentar un posible arresto y deportación", informó Ramos.
Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) describió la reforma al sistema de kafala en Qatar como "un cambio histórico" y sostuvo que el país "ha introducido grandes modificaciones a su sistema laboral, poniendo fin al requisito de que los trabajadores migrantes obtengan el permiso de su empleador para cambiar de trabajo" y destacó que "el país se convirtió en el primero de la región en adoptar un salario mínimo no discriminatorio".
Esta nueva ley, unida a la eliminación previa del requisito de un permiso del empleador para abandonar el país, efectivamente desmantela el sistema de patrocinio de kafala y marca el comienzo de una era en el mercado laboral de Qatar.