Martín Carriquiriborde lamentó “muy profundamente” no haber podido “compartir la vida” con su “única” hermana “y su familia”, de cuyos restos ni rastros ha tenido más noticias que un último destino: el Pozo de Banfield. Allí, un puñado de sobrevivientes de esos mismos crímenes de lesa humanidad ubican con vida a Gabriela Carriquiriborde, a su esposo Jorge Repetur, y al bebé de ambos, nacido en la maternidad clandestina que funcionó en ese centro clandestino de detención. Y ya no más. “Hasta ahora ni los restos de Gabi y Jorge, ni su bebé han aparecido”, dijo el hermano, el cuñado, el tío de ese bebé, que no paró de buscarlos desde entonces y que esta mañana sumó su testimonio en el juicio Brigadas, que repasa desde hace casi un año los horrores de ese pozo, del de Quilmes y de El Infierno. Más temprano declaró Luis Ángel Pérez, hermano de un obrero secuestrado allí y sus restos fueron identificados décadas después en el cementerio de Avellaneda.

Gabriela tenía 20 años, trabajaba en la obra social IOMA y cursaba un embarazo de seis meses cuando “junto a su marido (Repetur) fueron retirados de su domicilio por personal del Ejército y de la Policía”, relató Martín al comienzo de su testimonio ante el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata.

“Los secuestran el 30 de septiembre de 1976, nosotros nos enteramos el 1 de octubre”, continúa, guiado por la querella que Abuelas de Plaza de Mayo sostiene en el debate por los crímenes de las Brigadas. Su sobrino o sobrina es uno de los alrededor de 300 nietos que buscan junto a Abuelas de Plaza de Mayo, que el próximo viernes cumplirán 44 años en ese camino.

Martín la había visto embarazada por última vez a mediados de ese mes en el que se la llevaron, presumiblemente al Pozo de Arana primero, y luego a Banfield. Supieron del secuestro por intermedio del “matrimonio que empleaba a mi esposa, ella le cuidaba a sus hijos”, que era garante del alquiler de Gabriela y Jorge. “Se comunicaron con mi esposa, Matilde, luego de que la inmobiliaria les reclamara daños causados durante el operativo”, recordó el hombre, que no sabía entonces dónde vivía su hermana debido a que ambos militaban y “el 76 fue un año bastante difícil”.

Tras el aviso de les garantes --Carlos Simón y Patricia Huchansky, secuestrados al año siguiente y torturados en Arana--, la mamá de Gabriela Edith Bergez y la tía Enriqueta Carriquiriborde --hermana de Eduardo, el papá, con problemas de movilidad--, fueron al domicilio allanado, ubicado en 40 entre 115 y 116. Estaba “muy destrozado, pero alcanzaron a recoger algunas cosas personales de Gabriela y Jorge”, contó Martín, como un poema que él le había dedicado en 1975 y un dibujo de ella con su panza de embarazada. “Así nos enteramos”, remarcó.

Parir en el pozo de Banfield

Por testimonios de sobrevivientes han vivido secuestros y torturas allí se pudo comprobar que el Pozo de Banfield funcionó como un lugar de paso de detenidas desaparecidas embarazadas y de parto para varias de ellas. Organismos de derechos humanos calculan que fueron unas 30 las que por allí pasaron, mientras que por lo menos ocho son los partos que están confirmados; casos que fueron y serán reconstruidos a lo largo de este debate, transmitido por los medios comunitarios La Retaguardia y Pulso Noticias. Gabriela integra el último grupo.

Martín relató que “por el testimonio de testigos tenemos la seguridad de que estuvo en Banfield, que la mantuvieron con vida hasta que nació el bebé. Hay un testigo que afirma que nació a fines del ‘76 y luego de esa fecha de mi hermana no hay más testimonios”. Víctor Carminatti, secuestrado junto a su hija Alicia, la vio allí. Pablo Díaz, sobreviviente de la Noche de los Lápices, compartió celda y la asistió en los momentos previos al parto, declaró.

Por último, reconstruyó. “Cuando entró Adriana Calvo (sobreviviente de varios centros clandestinos, entre ellos el Pozo de Banfield) ya no estaba. En ese período fue asesinada. De Jorge tampoco sabemos nada. Ni de su bebé, su hijo e hija, que ahora es grande. Estamos siempre expectantes de poder encontrarlo”. La familia presentó habeas corpus ante la Justicia, cartas a ministerios y dependencias militares y policiales; la respuesta siempre fue negativa. Desde el exilio, Martín reclamó ante organismos internacionales. Sus muestras de sangre están en el Banco Nacional de Datos Genéticos.