El bitcoin superando los 60 mil dólares. Tesla alcanzando una capitalización bursátil superior al billón de dólares, una cifra equivalente a la del resto de las automotrices tradicionales juntas. Blue Origin –empresa dedicada a enviar millonarios a viajar por el espacio- transformándose en un fetiche para los inversores de Wall Street. Acciones de la bolsa de Estados Unidos duplicando su valor en menos de un año y los principales índices de Wall Street rompiendo techos semanas a semana.

Estas noticias no sorprenderían en tiempos de euforia de la economía global pero son una fuente de enorme contradicción en momentos de incertidumbre sobre la producción, el empleo y el ingreso de la población. Los niveles de desconexión entre los negocios financieros y la economía real siguen acentuándose a niveles impensados.

Las alertas sobre un estallido de la burbuja de las deudas y del precio de los activos financieros no deberían tomarse a la ligera. Los analistas no tienen la bola de cristal pero algunas de las señales de la inconsistencia son potentes. No hace falta hacer cuentas rebuscadas ni un cálculo sofisticado sobre la evolución de las acciones del S&P o el Dow Jones.

Las contradicciones del mundo pueden observarse con noticias cotidianas. Corea del Sur lo muestra con un ejemplo bastante práctico. Ese país enfrenta fuertes problemas de endeudamiento de las familias que elevan las presiones sociales. Estas tensiones se reflejan en las megaproducciones de Netflix como El Juego del Calamar.

Paradójicamente esta producción fue la que inspiró el lanzamiento de una nueva criptomoneda (un token llamado SQUID) que permite jugar en forma virtual los desafíos que se presentan en la serie y recibir recompensas para los jugadores que pasan de nivel.

El precio de esta criptomoneda pasó en un solo día de la semana pasada de costar 15 centavos a más de dos dólares y medio. En 24 horas aumentó 1500 por ciento. Actualmente opera con un valor de mercado superior a los 5000 millones de dólares. Ni el aspecto lúdico ni la estrategia o el modelo de negocio del token lo justifican.

La serie que muestra con crudeza los problemas del sobre endeudamiento coreano fue el puntapié para lanzar una de las criptomonedas de mayor furor de estos últimos meses, la cual se monta en un esquema tipo Ponzi impactante. Algunos inversores aprovecharon para hacer fortunas mientras la sociedad coreana sigue penando la deuda.

No hace falta irse lejos a Corea del Sur para observar que la naturaleza de las contradicciones es global y que el furor de los activos financieros no parece sostenible. Las disputas geopolíticas, el incremento de los precios, los cuellos de botella sobre la cadena de suministro y el desajuste en la energía están acelerando los desequilibrios sociales.

El anuncio de Corea del Norte de la semana pasada pidiendo a la población reducir por cuatro años las raciones de comida diaria permite ver uno de los principales conflictos que reaparecieron tras el estallido de la pandemia. Se trata del regreso de las hambrunas.

Desde el año pasado comenzaron a crecer a ritmo acelerado los números de personas que pasan hambre en el mundo. Los últimos datos de Naciones Unidas muestran que más de 811 millones de individuos se enfrentan diariamente a la crisis alimentaria.

La cifra representa a 1 de cada 10 personas en el mundo y se estima además que otras 270 millones de personas podría pasar a formar parte de los segmentos de la población que pasan hambre producto del cambio climático.

En algunos países africanos como el Congo el porcentaje habitantes que no come regularmente supera el 35 por ciento. En Afganistán cerca de 9 millones de personas corren riesgo de muerte por falta de alimento.

Blue Origin podrá seguir mandando millonarios a la estratosfera. Tesla podrá seguir haciendo los autos de alta gama más codiciados. Bitcoin y el resto de criptomonedas podrán provocar nuevos picos de euforia. Pero si un porcentaje importante de la población no come, nada de eso puede sostenerse. Será simplemente otra muestra de la capacidad sorprendente de la humanidad para inventar y entusiasmar con sistemas novedosos y la debilidad impactante para repartir los beneficios.