El domingo, a la noche tarde, en Montevideo, murió Dino. Gastón Ciarlo, con ese nombre había nacido en el Barrio Sur de esa ciudad el 30 de setiembre de 1945, tenía 76 años y hacía tiempo que andaba enfermo. "En la noche de hoy, nuestro amado Gastón dejó este plano y se fue de guitarreadas con los que partieron antes. Te agradecemos por todo lo que nos dejaste, te vamos a extrañar cada día por el resto de nuestras vidas", se leía entonces en su cuenta oficial de Facebook. Dino deja un legado de canciones que son reflejo de un tiempo y su manera de vivirlo. Entre ellas “Milonga de pelo largo”, su tema insignia, canción que circuló como prenda de sentido común y unión para varias generaciones de cantores uruguayos, entre la propia versión con su banda Montevideo Blues, de 1972, y la unción de Alfredo Zitarrosa, que en los ’80 la incorporó a su repertorio.

Para Gaston Ciarlo, como para cualquiera que haya tenido 20 años en la Montevideo de lo ’60, hacer música significaba atravesar con la misma naturalidad y sentido de pertenencia el rock, el beat, el candombe, el folk, el tango y cualquier forma de la canción urbana. Con la ráfaga del rock de los ’50, el niño Ciarlo comenzaba a imaginar un futuro viable y en los ‘60, el joven Dino formó Los Gatos, su primera banda, contemporánea de Los Malditos, el primer grupo de Eduardo Mateo. Los Gatos ensayaban en los estudios de Radio Ariel, donde Dino trabajaba como operador. En 1970 salió Dino, su primer disco, en el que ese espíritu de variedades en tensión comienza a tomar forma concreta. Con temas como “Experiencia número uno en Ritmo y Blues”, “María”, “Pal Cabral” el compositor y el intérprete se apuntan las primeras averiguaciones de un horizonte posible para el candombe beat y la milonga rock.

Después de liderar bandas como Montevideo Blues y Los Moonlights, en 1976 Dino grabó como solista Vientos del Sur, un disco de canciones francas, donde además del tema del título están “Mi ciudad”, “Guardo tantos recuerdos”, “Autobiografía nº2” y “Sólo creo en ti”. La guitarra crudita y la voz desnuda de imposturas legitimaban una forma de sinceridad incontrastable. En la época de Canto Popular Uruguayo -esa circunstancia que del otro lado del Plata puso por un momento a la canción inteligente en el lugar de las cosas comunes-, Dino produjo otros discos solistas que hoy son emblemáticos: Hoy canto (1979), Milonga (1981) y Los tanos (1983). Ahí, compositor e intérprete habían depurado un estilo propio, con un definitivo acento uruguayo, entre los expedientes de la milonga y el folk: palabras de urgencia cotidiana, cantadas con voz pequeña y austera, de profundidad gentil y nostalgia templada. De esta época perdura "Tablas", una canción de resistencia sentimental, que más tarde recuperó Jaime Roos en su disco Contraseña (2000).

Punto y raya (1984) y Pasa el tiempo (1989) -donde hace su versión de “Jugo de tomate” de Javier Martínez- son los últimos trabajos de su mejor etapa, antes de partir a Suiza, donde vivió hasta mediados de los '90. A su regreso a Montevideo, después de casi una década sin tocar la guitarra, formó La Dolores, nombre que viene del pueblo rural del departamento de Soriano en el que vivió por esa época. Con esa banda grabó Cruzar el río (1997), un disco producido por Fernando Cabrera. En el año 2000 Dino recibió el Premio Morosoli a la música popular; en 2001 fue declarado Ciudadano Ilustre de Montevideo; en 2002 fue preseleccionado para los Grammy Latinos; en 2006 recibió el Premio Graffiti a la trayectoria; en 2007 sacó Volumen II con Los Kafkarudos, la banda que formó con Tabaré Rivero, Alejandro Ferradás y Walter Bordoni. En 2010 grabó Vivo y suelto y en 2017 “Memorias nuevas”. En Buenos Aires tocó por primera vez en 2002, cuando vino a presentar Autobiografía en La Trastienda.

Para el musicólogo uruguayo Guilherme de Alencar Pinto, las canciones de Dino se encuentran entre las más trascendentes y mágicas de la música uruguaya. "Se trata de un cantautor que abrió camino en el abordaje de lo político, lo social y lo erótico. Es que Dino es alguien del centro y, al mismo tiempo, de la periferia. Alguien fuera de ambiente que resignifica su obra, cargada de pliegues, insurrecciones y cierta forma de nostalgia. Algo que, en estos tiempos difíciles y de nuevas incertidumbres, trae renovadas formas de resistencia y nobleza".