Cantante, autora, compositora y salteña de ley, Sara Mamani ha logrado una carrera muy personal dentro de la música argentina, hecha de temas especialmente profundos en forma y contenido, y de un modo de interpretarlos también hondo y especial. Desde este recorrido ha llegado a Re-vivir, el disco que mañana a las 20.30 presentará en la Sala Caras y Caretas 2037 (Sarmiento 2037). La entusiasma, dice, este concierto en el que cantará junto a Pampi Torre en guitarra, Marcela Rodríguez en cuatro, más Mariana Mariñelarena en percusión, la violinista Irene Cadario y Lilian Saba como invitadas. “Además de que vamos a filmarlo, siempre es una expectativa y también una ansiedad preparar un concierto. Claro que una lo hace con mucho gusto, porque es lo que sabe hacer, mediana y dignamente”, sonríe durante el diálogo con PáginaI12. 

Esta vez, Mamani deja a un lado sus propias letras (a excepción de algunas, como “Si pudiera elegir”, un tema hecho de la nostalgia que sintió al mudarse de Salta a Buenos Aires), para musicalizar a grandes poetas, de distintos orígenes y geografías, pero con una hondura común en la palabra. Del “asombro de leerlos”, cuenta la intérprete, nacieron estas canciones a partir de poemas de García Lorca, Rafael Alberdi, la española Gloria Fuertes, el peruano Nicomedes Santa Cruz o su corpovinciano Manuel Castilla. “¡Qué generación tan tremenda!”, vuelve a asombrarse Mamani al repasar que Fuertes, como Violeta Parra o como el Cuchi Leguizamón (con quien ella estudió alguna vez) estarían cumpliendo cien años.

–¿Por qué Re-vivir?

–No sería una alusión a sobrevivir o volver de la muerte, no. Es recordar, y también sentir que una ha vivido muchas cosas. Porque el disco tiene canciones que son de otro momento vital y que, sin embargo, considero actuales. Al comienzo, podía pensar que eran solamente recuerdos personales, pero luego de transitarlas sentí que estaban listas para ser mostradas. Solo me faltaron dos canciones que había hecho musicalizando poemas de Juan Gelman; no pude grabarlas porque la familia no me dio la autorización de los derechos (tuve que pedir de todos, menos de Lorca, porque son de dominio público). Aun así, pienso que el disco está redondo. Y que es muy actual, a pesar de que muchas de estas canciones tienen ya treinta años...

–¿Qué había pasado con ellas?

–Las tenía guardadas. No escondidas, pero sí medio perdidas en medio de tantos papeles que junto, porque guardo todos los borradores, todo. Cuando empecé a pensar en un nuevo disco, busqué entre esos apuntes y aparecieron estos poemas. Comencé a recordar las músicas que les había puesto, aunque no las tenía anotadas en ningún lugar. Fue muy interesante que me las acordara, digamos, afectivamente.

–¿Había guardado de memoria las melodías?

–Efectivamente, en algún lugar de mi memoria que yo creía perdido, o más bien de mi corazón. Hay otra cosa extraña: en general, cuando me presento, tengo una carpeta de mis canciones, porque suelo olvidarme las letras. En cambio a estas me las acuerdo a todas. Qué sorpresa, ¿no? Qué misterios... 

–Evidentemente eran una parte suya...

–Así es. Algunas en especial, según pude comprobar. Al grabar “Voy creciendo de ti” (el poema de Manuel Castilla que lleva una bella música de Mamani), me emocioné mucho, a un punto casi inconveniente. Porque cuando una está grabando pone todo de sí, pero hay una distancia profesional que pone un freno a la emoción, o al menos le hace un guiño, una trampa. Si no, una terminaría quebrándose a cada canción. Bueno, con esta no me funcionó. Me emocioné mucho y apenas si pude terminar de grabarla. Ahí me di cuenta de que siempre había querido cantarla.

–Y en vivo, ¿cómo va a hacer?

–Y, hay que sujetarse un poco, ¿no? Con algunos pomas especialmente, como este o “Aquí estoy”, de Gloria Fuertes, con el que me sentí muy identificada. Es casi una declaración de principios con la que adhiero totalmente.

–Gloria Fuertes es reconocida por su obra para chicos. Usted también hizo trabajos “para chicos”. ¿Qué le interesa de ese público? 

–Hice la música de una obra que se llamó El día de las tortugas, de Laura Devetach y Gustavo Roldán, trabajé con el grupo Pequeño Teatro Negro de Salta. Además, mi hermana es titiritera y hace poco hice una música para una obra de ella. Me gusta ese mundo de los títeres y esa conexión de los chicos. Además, en mis primero años en Buenos Aires trabajé y viví en la librería infantil La Nube. Pablo Medina y Noemí Geymonat me alojaron en su altillo; guardo mucho cariño por ellos.  

–Se recibió de profesora de Filosofía en la Universidad de Salta. ¿Por qué después se dedicó a la música?

–La música siempre estuvo y, aunque estudié Filosofía, nunca ejercí, salvo algunas clases que dicté. Me di cuenta de que para hacerlo bien tenía que emplear muchísimo tiempo de preparación de clases, lectura y actualización. Y la música me tiraba mucho más. No podía hacer las dos cosas simultáneamente y por suerte supe escucharme...

–¿Cuánto de la filosofía le sirvió para hacer música? 

–Mucho. Muchas herramienta para la lectura de diferentes textos, obviamente para mis canciones. En definitiva, estudié esa carrera porque me gusta preguntar mucho “¿por qué?”, como los niños. La filosofía sirve para acercarse al porqué de las cosas.

–¿Y con la música también pudo hacerse preguntas? 

–Sí, y también dar algunas respuestas desde las emociones; parciales, temporarias, pero respuestas al fin. Es como dice el poema de Miguel Hernández que grabó Serrat: “Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”. Esos son los grandes temas y, según cómo veamos esas tres heridas, así son las canciones. No importa que una haga folklore, o cualquier música. Fernando Pessoa también lo interpreta con poesía: “De todo quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir, la certeza de que sería interrumpido antes de terminar”.