Independiente atraviesa el peor momento de su extraordinaria historia futbolística. Desde que en 1912 jugó su primer campeonato en primera división, nunca debió esperar, como ahora, 19 años para ganarlo. Su última consagración data de 2002, cuando, dirigido por Américo Gallego, logró el torneo Apertura de ese año. Desde entonces, sólo obtuvo dos Copas Sudamericanas (2010) y 2017) entre medio de las cuales tocó fondo y se fue al descenso en la temporada 2012/2013. De aquel orgullo nacional al que le canta la marcha del club, sólo permanecen el recuerdo emocionado de sus millones de hinchas y las fotos descoloridas de aquellos 25 años excepcionales entre 1960 y 1984 en los que el Rojo de Avellaneda formó equipos notables, alzó siete Copas Libertadores, dos Intercontinentales, 3 Interamericanas y consiguió ocho títulos locales.

La conducción que encarna Hugo Moyano parece haber desencontrado hace rato las respuestas deportivas, institucionales y económicas para revertir una situación que aflige cuando se miran la cancha y los balances al rojo vivo, con un pasivo actualizado de casi cuatro mil millones de pesos. Pero el recambio que asoma para las decisivas elecciones del próximo 19 de diciembre no deja de ser inquietante.

El periodista Fabián Doman, el animador Juan Marconi y el actual intendente de Lanús, Néstor Grindetti, conforman una lista de neto cuño macrista que pretende desbancar a la familia Moyano para convertir al club en una cabecera política de Juntos por el Cambio. El desembarco de personajes cercanos al ex presidente Mauricio Macri terminó rompiendo todos los esfuerzos que se estaban haciendo para consensuar una única lista opositora y ahuyentando a otros actores poderosos de la interna roja como el empresario Daniel Grinbank y el ex tenista y actual lobbista de capitales árabes Gastón Gaudio, quienes decidieron apartarse de las arduas negociaciones.

Agobiado por la reiteración de malas campañas y la sensación de que el club parece lanzado en una pendiente sin remedio, el sufrido socio de Independiente sólo desea quitarse de encima la gestión de Hugo Moyano, quien todavía no confirmó si habrá de presentarse o no a la reeleccion, y apostar por algo que supone nuevo y mejor. El peligro es volver a comprar espejitos de colores. Y creer otra vez en las promesas sin sustento de los que dicen poder atraer inversores que eliminaran el pasivo, pagarán las deudas y traerán refuerzos de jerarquía para volver a ganar copas y campeonatos.

No parece haber en Independiente opciones políticas superadoras del estilo de Hugo Moyano y del sesgo privatista que tendrá una hipotética futura gestión a cargo de Fabian Doman. Y eso es lo preocupante. Corridos por los malos resultados, los socios corren el riesgo de tener que elegir muy pronto entre lo malo y lo peor. Sabiendo de antemano que así será muy dificil renovar el brillo de una grandeza cada vez más lejana en el tiempo pero cada vez más presente en la memoria de millones de hinchas.