Existe una creciente percepción entre los economistas de la necesidad de comprender mejor el papel que la corrupción juega en las economías del mundo real.

La enorme mayoría (al menos públicamente) sostiene que la voluntad de aceptar sobornos (o formas similares de corrupción) tanto sea en el sector público o el privado reduce la eficiencia económica. Parece increíble pero hay algunos que escribieron que tanto los gobiernos como las empresas comerciales creen incentivos para motivar a sus empleados a ser honestos. Me sigue pareciendo incomprensible que uno tenga siquiera que pensar creativamente cómo generar este tipo de incentivos, pero claro, supongo que tengo que entender que si no lo hacen así, sería aún peor.

Lo interesante es que si bien es aceptado por la sociedad que la corrupción es generalizada (y no me refiero solamente a nuestro país), en general hay pocas pruebas. El sistema funciona de manera tal de cooperar con los corruptos en lugar de encontrarlos y condenarlos. A falta de papeles, la ciencia necesita imaginar formas indirectas para poder encontrar y luego probar más allá de cualquier duda, que en determinadas circunstancias se ha producido o se está produciendo algún delito. Naturalmente, aquellos que la implementan se ocupan cuidadosamente de no dejar rastros, y eso invita a la comunidad científica a encontrar vías alternativas, o si prefiere llamémoslas indirectas para detectarlas para después poder punirlas.

Se trata entonces, como dicen en un excelente trabajo publicado por dos académicos norteamericanos profesores en la Universidad de Chicago, Steven Levitt y Mark Duggan [1] que haya solo un pequeño puñado de estudios que han intentado documentar sistemáticamente el impacto de la corrupción en los resultados económicos, y formas para descubrir las diferentes estrategias implementadas para evadir la mirada de aquellos que -efectivamente- quieren descubrir lo que no se ve.

El primer estudio empírico de la corrupción aparece en el año 1846 cuando Quetelet documentó que la distribución de la altura entre los hombres franceses basado en medidas tomadas en el reclutamiento seguía una distribución normal [2] excepto por una desconcertante escasez de hombres que midieran entre 1,57 y 1,597 metros y un exceso de hombres por debajo de 1,57 metros ¿Habrá tenido que ver que la altura mínima para la conscripción en el ejército imperial era de 1.57 m?

Otro trabajo empírico más reciente sobre la corrupción incluye uno de Robert H. Porter y J. Douglas Zona (1993), que encuentra evidencias de que las empresas constructoras de rutas se confabulan al presentarse a licitaciones ante el Estado para construir autopistas y/o rutas. Se exhiben ejemplos de representantes que se reunían antes de la subasta, se ponían de acuerdo en quién haría una propuesta seria, mientras que en esa ocasión en particular, los restantes miembros del cartel requerían sumas mucho mayores. De esa forma, se distribuían quién ganaría en cada oportunidad y lograban su propósito, ya que la oferta ganadora estaba obviamente sobrevaluada pero las otras eran aún peores ¿Le suena conocido esto?

Pero mi objetivo en este artículo es mostrar un ejemplo muy claro sobre un tema que parece totalmente marginal, pero la creatividad de los autores logró desentrañar una maraña de acuerdos por izquierda en el sumo. Si, el sumo. En Japón, el sumo es el deporte nacional. Por lo tanto, es fuertemente tentador intentar obtener un beneficio irregular o ilícito en quiénes ganan cada lucha. Con una tradición milenaria (se estima en que se practicaba sumo hace más de 2.000 años), los ganadores en sus respectivas categorías adquieren una condición de celebridades en todo el país. Además, por supuesto, de transformarse en personas de una gran fortuna y una suerte de aura basado en el honor, el ritual y pasar a pertenecer a esta propia historia tan peculiar. La característica institucional clave de la lucha de sumo que la hace tan tentadora para la corrupción es la existencia de una marcada no linealidad en el pago, si uno piensa que si un luchador tiene una victoria, más dinero gana (y recíprocamente). Pero ¿qué quiere decir no lineal?

Acompáñeme y verá que se entiende fácil. Un torneo de sumo involucra a 66 luchadores que participan en 15 combates cada uno. Un luchador que logra un récord ganador (ocho victorias o más) tiene garantizado que sube seguro en el ranking oficial. Por otro lado, si un luchador pierde ocho o más peleas, entonces baja seguro en el ranking también. Este ranking es la base del prestigio del luchador, pero además es determinante para saber cuál será su salario y también influye en todas las ventajas que obtiene simplemente por estar ubicado allí. ¿Pero, qué quiere decir lineal? Es lo que en el colegio nos enseñan como regla de tres simple. Si un luchador obtiene una victoria, sube tres puestos en el ranking. Al revés: perder una lucha, lo hace bajar tres lugares. Pero lo notable, es que hay un quiebre: si pasa de siete a ocho, o sea, el luchador sabe que SEGURO va a ganar más de lo que va a perder en los 15 combates, entonces ese salto de siete a ocho lo hace subir ¡once lugares! Y por supuesto, si está 7-7 y pierde la última, entonces baja 11 lugares. Un luchador de sumo que está 7-7 tiene muchísimo para ganar que uno que tiene, hasta allí, un record, por ejemplo de 8-6. Si le entrega la partida al que va 7-7, lo hace subir once lugares, mientras él, a su vez, no pierde tanto: solo tres.

Lo extraordinario que hicieron Duggan y Levitt es que detectaron que en casi todas las oportunidades que estos dos oponentes se encontraron más adelante en sus carreras, el que había perdido aquel encuentro, ¡ganaba casi siempre!

Para poder hacer semejante afirmación, estudiaron los resultados de una década de enfrentamientos en la elite en búsqueda de verificar su teoría. Y lo encontraron porque la incidencia que tiene (o tenía) en los que están bordeando esos números entre victorias y derrotas, no resultan de gran atractivo para el público. Este estudio fue publicado en el año 2002, en donde la diferencia entre un luchador que estaba ranqueado entre el puesto quinto y décimo, obtenía de salario alrededor de 250.000 dólares por año. En cambio, el que estaba en el puesto, digamos 40, percibía aproximadamente la mitad. Y por supuesto, los sponsors suelen no endosar a los perdedores sino a los que están más arriba en esa tabla. El análisis mostró que la moneda de cambio para el luchador que entregaba esa competencia, era que el otro perdiera más adelante. Los luchadores pertenecen a distintos establos (sic), por lo que no necesariamente es una cuestión estrictamente personal. Los acuerdos estaban hechos entre las personas que eran las dueñas de los luchadores, o sus respectivos agentes.

Es por eso que muchas veces se advierte en los torneos de tenis, aún hoy, en donde cada jugador cobra de acuerdo a su lugar en el ranking, pero ¿quién se fija en el lugar 250, por ejemplo? Y lo mismo sucede con los arreglos en categorías menores del fútbol profesional, costumbre expandida mundialmente. No se le escapa que usted ha leído entregas o jugadores que no pusieron todo su esfuerzo a cambio de una remuneración que llegará a posteriori, o que un equipo no pierde la categoría y un triunfo, aún en la etapa inicial de un torneo, sirve para mejorar fuertemente el resultado sobre el final del torneo mientras no afecta tanto al poderoso que pierde inesperadamente. Y esto, sin hablar de las apuestas que se producen en el entorno. Si le interesa el trabajo, abajo escribí la referencia. En todo caso, no creo que tenga una aplicación en la práctica en nuestro país, pero la metodología utilizada es verdaderamente muy útil. La probabilidad de que un luchador gane 7 u 8 peleas en un torneo debería ser un número muy similar. Sin embargo, no lo es. Si la muestra hubiera sido pequeña, habría muchos factores que podrían incidir, pero después de estudiar todas las luchas en una década, ese argumento aparece menos consistente. En total, los autores analizaron 64.000 combates. La evidencia fue abrumadora: el estudio muestra que los luchadores que llegaban a la última fecha con un record 7-7, ganaban ¡el 70 por ciento de los combates! La Federación japonesa en febrero del año 2011 encontró suficientes evidencias para ¡cancelar directamente el torneo que se iba a disputar en marzo del mismo año! Veintitrés luchadores fueron suspendidos y hubo múltiples confesiones. Pero acá, lo que me interesa a mí es otra cosa: mirar en otro lugar, no necesariamente donde se concentra la atención central, o si prefiere, donde hay menos luz.[3]

[1] http://pricetheory.uchicago.edu/levitt/Papers/DugganLevitt2002.pdf

[2] Piense que una distribución ‘normal’ es aquella en donde la ‘curva’ que la describe parece una ‘campana’

[3] https://es.wikipedia.org/wiki/Amaño_de_combates_en_sumo_profesional