CA7RIEL se expresa con franqueza y soltura. Es directo, tiene barrio, maneja códigos propios y habla como si estuviera en una reunión con amigos. No tiene problemas en confesar que le preocupan los números –las visualizaciones- y que para poder hacer una obra honesta, audaz y personal –como lo es su nuevo trabajo, EL DISKO- también se necesita embarrarse un poco y meter algún hit chatarroso.

"Ahora que no tengo deudas y estoy tranquilo, hice un disco positivo, que te la sube; lo podés escuchar a la mañana y no tenés un mal trago", le dice al NO este guitarrista, cantante y rapero de 28 años que este fin de semana presentará con dos funciones (18 y 19/12 a las 19) en C Complejo Art Media, Av. Corrientes 6271.

Después de la experiencia exitosa con Paco Amoroso en 2019, con quien también compartió la banda de rock Astor, ahora CA7RIEL se encuentra ante un nuevo desafío: salir a la cancha solito. Algo que había iniciado, con menor suerte, con su disco xCUE7Ex (2015) y sus EPs POVRE y LIVRE (2018), en los que exploró a full el lenguaje del rap, pero cuya base era la guitarra y la búsqueda musical, con eje en la canción.

Despegado de aquella dupla -a la que no hay que bajarle el precio, sobre todo si se la comprende como lo que fue: una parodia irreverente de un momento bisagra de la industria musical-, CA7RIEL presenta una obra madura y representativa, que lo posiciona como uno de los artistas más interesantes y arriesgados de su generación.

En este disco nuevo, coproducido con Tomi Sainz, se aleja un poco del rap y se larga a explorar distintos sonidos, géneros y poéticas, que pueden ir desde la balada de amor Souvenir, el aroma a pista de baile de U.U, la electrónica Keyhole (producida por Evlay), el flash psicodélico y trapero de Chanel Maconha, la funkosa Bad bitch o la robótica Muy bien, con guiños a Luna de miel en la mano, de Virus, y Lucy in the sky with diamonds, de Los Beatles.

--¿Cómo fue el trabajo con Tomi Sainz para este disco?

--Es muy fácil laburar con él. Es un gran ídolo mío, desde siempre. Yo iba a jams de jazz de guachín, porque quería aprender a tocar mejor la guitarra y me cebaba el mundo de la improvisación. Yo hacía freestyle con la guitarra. Me vi sumergido en ese mundo, pero no me gustaba tanto porque era todo medio ortiva. Hasta que fui a la jam de Tomi y ahí me voló la cabeza. Sus posibilidades musicales son infinitas y su música se me metió en el ADN. Nosotros creamos desde el sí, nunca desde el no. El primer tema que hicimos fue Keyhole, que fue una improvisación de dos horas, él en la bata y yo con la guitarra. Por suerte no nos falta imaginación, somos como dos niños locos en un laboratorio craneando bombas.

--¿Todavía te da nervios y adrenalina ver qué pasa con el disco?

--Siempre está la adrenalina. A este disco le puse todo, realmente, pero no es tan mainstream. No lo pensé como para tener reproducciones ni invité famosos, medio que me ortivé solo con Tomi. Le puse alma y amor, y veo que eso vuelve de una forma muy real, muy piola. Los nervios se van cuando estoy arriba del escenario. Hay miedos que son giladas, como lo de los números. Los artistas de ahora tenemos una nueva fobia: no tener números. Y justo estoy como en el medio, entre el mainstream y el under. Mis compañeros están todos re zarpados en números, pero también veo que mis amiguitos del under no tienen ni en pedo los números que tengo yo. Es un delirio mental que te mantiene intranquilo.

--Te va bien, cortás tickets y tu música se escucha. ¿Es imposible relajarse con eso?

--Sí, es imposible. Ahora salí a vender fechas y me va piola. Pero antes de hacer el disco, y cuando estábamos en pandemia, no tenía la certeza de cómo iba ser mi carrera. Más cuando me "separé" de Paquito, ¿viste? Bah, no nos separamos, nos distanciamos. ¿Viste cuándo te separás de una pareja y pensás "ahora qué onda"? ¿Puedo solo o no? Ese miedo re estaba. Y los números te acompañan en todo ese mal flash; son todos cálculos, no se siente nada ahí, no hay emoción. Entonces es una mierda. Pero la realidad es que no tengo nada de qué quejarme, porque me va muy bien. No tengo deudas, estoy piola.

--Para componer un disco nuevo, ¿cuánto incide pensar si "la va a pegar"? ¿O lográs despojarte de eso?

--La realidad es que el disco no está diseñado para los números; es el resultado de lo que salió de nuestros corazones, manos, almas y mentes. Pero también medio que lo hice para mostrar todo lo que soy, y para limpiarme. Y para después poder ensuciarme y meter un reggaetoncito, ¿entendés? Para poder comprar objetos. Porque si sos un músico muy muy muy real a lo que hacés, esto te tira para el under... y el under te agarra de las patas y no te deja salir si seguís a tu corazón fielmente. Me pasa eso, y entiendo que no a todo el mundo. Hice este disco para después poder hacer música diseñada tal vez para los números; me gustaría embarrarme un poco en eso para saber cómo es el sabor. Siempre me termino asustando, la realidad es ésa.

--¿Los últimos años te ayudaron a aprender ese equilibrio entre under y mainstream?

--Sí, con Paquito no sabíamos cómo hacer música mainstream pero "jugábamos a". Hacíamos experimentos sociales, como Ouke Cono hielo, hicimos esas cosas a las que les fue bien. La onda era: "¿Hacemos un tema bien de mierda?". Pero esa "mierda", ojo, la hicimos a nuestro modo, transamos hasta cierto punto. Siempre vamos a estar embarrados con lo que somos, con la mugre del under. Y en ese momento con Paquito estábamos jugando, nos metíamos en el laboratorio a hacer música que a la gente le guste. No me sale tan fácil hacer música popular, eh. A mis compañeros, como Duki, veo que sí les sale: le ponen una base de reggaetón en frente y dicen unas cosas increíbles en una sola toma y gol. En cambio, yo me enrosco mucho más, porque estoy en el diome.

--Sos profe de guitarra y venís del palo de la música, ¿hiciste un trabajo interno para no pensar tanto en "el qué dirán"?

--Siempre me junté mucho con músicos, y los músicos son muy de nicho. Hay gente que experimenta con todos, pero yo me juntaba con jazzeros y ellos no salen del jazz; después me juntaba con raperos y si no sos rapero sos careta. Entonces veía una forma agresiva de encapsularse en un género. Un poco lo sufrí internamente, pero tenía muchas deudas y problemas y vi la oportunidad de ganar dinero haciendo lo que me gustaba, que era saltando arriba del escenario. Y me di cuenta de que tenía la habilidad de dominar a las masas. No fue rápido: nos iban a ver 30 personas al comienzo, hasta que estalló. Al ver esa habilidad, le metí. Mi papá decía: "Vos pegale al arco, en algún momento va a entrar".

Con uno de los que se juntó siempre fue con Wos. Y lo sigue haciendo. En el nuevo disco del rapero, Oscuro éxtasis, CA7RIEL suma su particular histrionismo y espíritu lúdico en Niño gordo flaco, una canción que conecta con el universo del rock argentino. Se conocen hace bastante tiempo, y el guitarrista formó parte de la banda del freestyler en 2019. "Con el Wosito hay una química muy loca, nos admiramos mucho. Nuestras almas se hacen pichí encima cuando nos vemos, como los perritos cuando abrís la puerta de tu casa. Habrá que ver qué pasa. CA7RIEL y el Wosito es algo que funciona increíble. A mí me gusta mucho la idea del dúo."

--En EL DISKO hay una continuidad con tus EP's, pero se nota tu paso por el mainstream. ¿Hiciste lo que tenías ganas?

--Sí, total. Me volví loco con Tomi. Nos encerramos casi dos años para hacer media hora de música. Pero es así, a fuego lento a veces es mucho más rico y sabroso el final. Aprendí a trabajar así. Con Paquito era todo muy rápido, éramos como McDonald's, a Ouke lo hicimos en tres horas: nos fumamos un porro y lo hicimos en chiste y eso nos sacó las deudas de encima. Y le seguimos metiendo; te hacés adicto cuando entrás en la rueda de la industria, porque realmente es una droga muy oscura. Saltar a la fama así te vuelve loco. Ahora con Paco nos amamos, pero en un momento de la pandemia aprovechamos para no hablar más, porque éramos una pareja tóxica.

--EL DISKO tiene una energía muy para afuera, positiva.

--Me hice rapero porque me quería quejar del mundo y hundía mis penas en un montón de barras. Era otro momento. Ahora no tengo deudas y puedo respirar, y también estoy más adulto al componer, puedo decidir no bajarla, y escribir de cosas buenas de la vida, de que estoy muy bien. Hay temas sexuales y antes nunca había abarcado eso. Estoy muy enamorado también y esas son musas inspiradoras. Es un disco positivo, te la sube: lo podés escuchar a la mañana y no tenés un mal trago. En los primeros discos estaba muy emo. Igual tienen cosas valiosas. Hay artistas que no despegan su vibra de la oscuridad. Pero yo vivo mejor ahora tirando luz, boludo. Cuando se puede, se puede. En este momento estoy bien y así salió.

--¿Y qué lugar ocupó la guitarra en este disco?

--Compongo todo en la guitarra y después lo paso a ceros y unos: que lo toquen los robots, porque hay un diseño de sonido inmejorable ahí. Todos los acordes salen de mi alma pero después los paso a la compu y los proceso. Está el mundo de los sampler también en el disco. Siempre vuelvo a la guitarra porque es mi fuerte; entiendo la música desde la guitarra y me permite analizar lo que escucho. Quizás ya no toco tan bien como antes, pero todos los acordes los sé.

--Dentro de la escena en la que te movés no hay guitarristas.

--No saben tocar instrumentos. Antes era la guitarra electrónica la data. Si eras violero eras un capo. Ahora el nuevo instrumento es el autotune, la realidad es ésa. La herramienta musical popular de ahora son el autotune y la compu. La guitarra ya quedó vieja, pero yo la hago parecer bonita cuando me la cuelgo. Es otra forma de hackear la industria.

--¿Y no te da nostalgia eso?

--A mí me gustan los instrumentos orgánicos. Me gusta la tracción humana, no hay nada como una banda de metal que te patee la cara. Fui a ver a Kendrick Lamar, me re gusta... pero el otro día fui a ver un tributo de Metallica tocado por unos pibes y me rompió la cabeza. Está todo bien con el pedal, el midi y las cosas diseñadas, pero no hay nada como Led Zeppelin pelando en el escenario. Pero hay que aceptar: no estamos más en ésa. Yo reivindico al pasado como puedo, ahora me estoy haciendo una banda de metal, Barro. Pero cada uno hace lo que puede, y los músicos de ahora tienen al alcance el autotune y la compu, y no tienen la culpa. Ahora los solos de guitarra son muy aburridos. Jijiji tiene un solo épico, pero en otros países ya fue la guitarra. Es lo más artesanal que nos queda de la música.

--¿Será que a veces tenemos una mirada demasiado solemne de la música?

--¡Obvio! Hay letras que son muy burdas que a mí me llegan al corazón y me hacen saltar. La incorreción también es arte. De grande descubrí que me gustan cosas burdas. A los diez años me juntaba con mis amigos, que eran re contra turros, pero mis padres eran re hippies. Y me perdí una cosa re copada como la cumbia villera, que es folklore, wacho. ¡Eso es folklore! Por escuchar Yes y rock sinfónico era un freaky. Podría haber entendido un montón de cosas antes. El pueblo quiere decir otras cosas también. No tiene que ser siempre todo solemne y devolverle algo bueno al mundo, si el mundo no da cosas tan buenas a veces. El arte es un reflejo de lo que te sucede y hay gente a la que le suceden cosas de mierda. Un ácido capaz te sube el precio del plato. Aguanten los sabores.