Después de años de andar colaborando con artistas de diferentes generaciones –dentro de una escena ancha que no sin pereza algunos ubican bajo el paraguas “rock y pop carioca”– el guitarrista, compositor y productor Pedro Sá acaba de debutar como solista con un disco excepcional titulado Um. Una maravilla de bossa, rock, psicodelia y electrónica, concebido para voz y guitarra, pero con impronta digital. Más allá de invitados ocasionales, Sá (se) toca todo: Um, finalmente, funciona como un viaje al interior de su cabeza musical; en este caso, casi un viaje al infinito. Pasa de un samba tradicional a canciones con loops que de pronto impregnan un perfume setentista.

Amigo de infancia de Moreno Veloso, no sorprende que Pedro Sá haya embelesado a Caetano al punto que el bahiano le delegó el sonido de los discos (2006), Zii e Zie (2009) y Abraçaço (2012). En contraste con el período orquestal romántico de Jaques Morelenbaum y más afín a Arto Lindsay, esa etapa contó con la banda Cê que completaban músicos de la generación de Sá como Ricardo Dias Gomes y Marcelo Callado. La banda –carioca en su hedonismo, pero de una arrogancia paulista– se caracterizó por un ascetismo casi punk y el redescubrimiento de los Pixies. La relación Sá-Caetano fue vampírica: uno absorbió sabiduría; el otro, savia contemporánea. En 2009 el viejo bahiano llevaba un blog y allí escribió, con una síntesis admirable: “Entro en la vejez. Pedro Sá y mi hijo Moreno están en el auge de la edad adulta. Somos personas de generaciones diferentes, partiendo de intereses musicales y humanos semejantes”. Sá en tanto evocaba las tardes en la casa de Veloso de Rio de Janeiro, frente al mar, cuando con Moreno gastaban los discos que compraba el padre, o que le mandaban de todo el mundo. La educación sentimental de Pedró Sá contempla los últimos 65 años de la cultura popular: la edad del rock and roll y la bossa nova.

Una pregunta se repite en el ambiente musical brasileño ante la calidad de su debut solista: ¿Por qué demoró tanto? “Es que siempre me llamaban para diferentes proyectos. Todas cosas que me gustaba hacer”, justifica. Tuvo, dice, una epifanía en 2016: luego de una caminata por la playa le salió de un tirón la melodía y letra de “Día”, uno de los temas de Um. “Fue una señal de que tenía que mandarme como solista. Y me di cuenta que la cosa venía por la guitarra y voz”.

Foto: Geraldine Pasztor

El sol que persiguió fue el mismo que persiguió Caetano Veloso hace medio siglo: João Gilberto. Específicamente el disco “blanco”, de 1973, que el maestro zen de la bossa hizo bajo las órdenes del músico electrónico estadounidense Wendy Carlos como técnico de grabación. Wendy Carlos es una eminencia trans que hoy tiene 82 años. Fue el autor de las bandas de sonido de La naranja mecánica y El resplandor, entre otras, y desarrollo junto a Robert Moog los primeros sintetizadores. “El ‘disco blanco’ es el primero de João donde hay solamente guitarra y voz”, explica Sá. “Pero la sonoridad que logró sacar Carlos de la guitarra de João es impresionante, con graves muy marcados y agudos complejos, ricos, que suenan abiertos en estéreo. La voz aparece en el medio haciendo la unión de todo. Me parece que la formación de Carlos en música electrónica contribuyó de forma importante para que ese registro tuviera una sonoridad tan profunda. Esa mirada radical de Carlos fue de gran inspiración para el concepto de Um, en el sentido de explorar de manera vertical las posibilidades tímbricas, aun en formato simple”.

Um comienza con un rock sucio, instrumental, de capas y capas procesadas titulado “Colapso”. Ya en el segundo tema, “Joá” (compuesto junto al portugués Tomás Cunha Ferreira), se dulcifica y en una bossa redonda canta como flotando en la arena, simple, bellamente: “Mañana de papel de seda azul/ Cielo bien/ Más profundo que el mar todo/ Todo es riesgo/ Todo es inmenso/ Tan feliz/ Aquella colina parece el hombro de ella/ Y el mar rompe en vano/ un grano de alegría atravesando la multitud”. El péndulo se mantendrá a lo largo de las doce canciones de Um. Más que una integración de dos mundos, un choque: el mínimo samba “Maior” y los penetrantes bucles de “Pare de correr” o la misteriosa densidad de “Mormaço”, que cierra el álbum e incluye un solo de sintetizador que parece que procesara a Jimi Hendrix. Y cada tanto alguna letra que rompe el molde amable, como cuando canta en el tema “Ha Um”, casi a la manera de Charly García: “No sé más qué siento/ No sé qué decir/ Hasta parece que miento/ No quiero engañarme/ Mi pecho está partido”.

Aunque pocos lo hayan advertido, Pedro Sá es un viejo conocido de la Argentina. Se cansó de venir como integrante de la banda de Caetano, actuó con Moreno, se presentó con la Orquesta Imperial, participó de un show con Juana Molina, vino con la banda de Nina Becker, tocó en todos los shows del proyecto +2, con Kassin y Domenico Lancellotti, y hasta se casó con una argentina. “Desde que pisé Buenos Aires quedé encantado. Es una ciudad increíble. Fui por primera vez en el 2000 a tocar con Caetano Veloso en el Gran Rex en el show Noites do norte. Los conciertos fueron lo más. Me quedé impresionado con la calidad del público. A la salida del teatro conocí a Inti, la madre de mi primer hijo, Nino. Nos casamos y vivimos en Rio por muchos años. Ibamos siempre a Buenos Aires. Profundicé aún más mi pasión por la ciudad. Después seguí yendo, con diferentes proyectos. Ahora espero volver pronto. Me acaba de invitar el Centro Cultural Richards, de Palermo, para presentar en vivo Um a principios de 2022. Ojalá se dé. Me acuerdo la primera vez que fui, que llegué un día muy soleado de diciembre. Tengo grabada la escena. Ya en el viaje desde el aeropuerto de Ezeiza hasta el centro, yendo juntos en auto, Caetano me ‘presentaba’ entusiasmado la ciudad. Hacía comentarios, precisaba detalles. ‘Es de las ciudades más importantes del mundo’, me dijo. Después me di cuenta que, como siempre, Caetano tenía razón”, dice Sá, que decidió al fin partir desde la revolución de João Gilberto, la posterior de Caetano Veloso, para proyectar la música que lo habita, él solo, Um, puro futuro, el infinito y más allá.