33 en 1

Hurgando en mercados de pulgas y tiendas de segunda mano, la distinguida fotógrafa Nadia Lee Cohen –nacida en Londres, con residencia actual en Los Ángeles– comenzó a encontrar viejos cartelitos que llevaban el nombre de personas desconocidas; en su mayoría, placas de identificación de empleados, como una tal Kathee de Wal-Mart, Teena de Pizza Hut, Dick de Bank AmeriCard. Además de coleccionar estas insignias, la chica empezó a fantasear sobre cómo lucirían, cuáles serían sus gustos en pilcha, música y política o qué llevarían en sus bolsos (cigarrillos, casettes, postales descoloridas). A lo Cindy Sherman, dio un pasito más: usando prótesis de distinto tipo, aplicándose abundante maquillaje, cambiando cuidadosamente de peinados, se convirtió en todas y cada una de estas personas. O más bien, personajes, nacidos de su volada imaginación. De eso trata Hello My Name Is, ultima colección de Nadia, asimismo fotolibro editado por la casa inglesa Idea, que agotó su primera tirada en un pispás. Prologado por el conocido fotógrafo Martin Parr y por el actor Paul Reubens (o sea, Pee-wee Herman), dicho sea de paso. A cada uno de los 33 personajes que interpretó, lo dotó de anécdotas, de frases posibles, incluyendo además (imaginarias) pertenencias a la colección visual. Así, la camaleónica Lee Cohen es Jackie, loca fan de Barbara Streisand de melena alborotada; la señora Fisher, devota de la corona británica y Jeff, vaquero corpulento que ama a Richard Nixon. “Imaginé cada personaje como parte de una telenovela o de un cortometraje inexistente”, cuenta Nadia, que muta al punto de volverse irreconocible en esta obra, gracias a ropas de décadas pasadas, accesorios variopintos, y otros detalles que hacen que sus otros yo varíen en género, época, edad.

¿Un nuevo bautismo?

Desde hace ya un tiempo el Quidditch ha saltado de las fantasiosas páginas de Harry Potter a la vida real, con muggles (o sea, personas sin poderes) practicando este deporte en versión adaptada, dadas las obvias limitaciones de no poder volar con escoba. Popular entre jóvenes seguidores de la saga del aprendiz de mago, con asociaciones que lo promueven en distintas partes del mundo (incluida la Argentina), la disciplina podría sufrir un cambio grande próximamente: hay planes serios de cambiarle el nombre. Dos de sus principales ligas, la US Quidditch y la Major League Quidditch, ambas de Estados Unidos, quieren distanciarse de la creadora del juego que gustan jugar, la escritora JK Rowling, y un rebranding les parece el modo más efectivo. Mientras tanto, el órgano rector británico, Quidditch UK, ha declarado que respalda la iniciativa. El proyecto, más extraño que el propio deporte, es parte de la ola de repudio contra la autora inglesa por “sus reiterados dichos contra la comunidad trans de los últimos años”, según el comunicado oficial de los equipos. El Quidditch, aseguran, “se ha ganado la reputación de ser uno de los deportes más progresistas del mundo en materia de igualdad e inclusión de género, en parte gracias a una de sus reglas, que estipula que no puede haber más de cuatro jugadores del mismo género en el campo, a la vez, por equipo”. En fin, un sopapo más a JK Rowling, que lleva un par de años en el ojo de la tormenta por declaraciones que han sido interpretadas como transfóbicas. A tal punto la fama en picada de la escritora que ni siquiera ha sido invitada al reencuentro de los actores de las películas, Harry Potter 20 aniversario: Regreso a Hogwarts, con Daniel Radcliffe, Emma Watson y Rupert Grint (Harry, Hermione y Ron respectivamente), y el resto del team.

La Navidark del mañana

Pasó la Navidad pero ha quedado agridulce saldo en los Estados Unidos, donde no se ha podido celebrar por todo lo alto a causa de... faltantes de Papá Noel. De carne y hueso. Así lo dio a conocer Mitch Allen, fundador de la agencia HireSanta.com, que ubica a “actores” idóneos para interpretar al barrigón risueño en eventos públicos, centros comerciales, celebraciones de distinta índole; no solo en Norteamérica, también en países de Asia. Lo que inquieta sobremanera al especialista Allen es que la tendencia seguramente se acentúe el año próximo; “de hecho, ya tenemos reservas de Santas para el 2022, algo que no había sucedido nunca”, comenta. Fichados sus Papá Noel bajo riguroso criterio de calidad (deben amar genuinamente las festividades, contar con una risa verosímil, tener cierta edad, y mantener parecido físico con el personaje ficticio, lo que incluye una abundante barba blanca natural), explica Mitch que dos razones han causado “esta escasez enorme” que amenaza su negocio. Por un lado, muchos de sus empleados temporales –que superan los 70 años– han fallecido a causa del covid-19. Por el otro, no son pocos los que han decidido dar de baja el ingreso extra que les detenta el laburo (entre seis mil y diez mil dólares) por miedo a contagiarse en eventos muy concurridos, y a modo de prevención han tirado la toalla, colgado sus abrigos rojos en forma definitiva. La Escuela Vocacional de Santa Claus, que ofrece cursos de capacitación para representar al personaje y tiene su sede en Denver, corrobora la baja estrepitosa de Papás Noel en Estados Unidos: este último año, ha habido una caída del 25 por ciento entre sus “estudiantes”, y eso que sus clases están disponibles en línea, aclara la creadora del centro, Susen Mesco, por si las mosquitas. Con el número de candidatos para el papel drásticamente reducido a causa de la pandemia, la duda está plantada: ¿a quién le llevarán sus cartitas los párvulos yanquis para concretar sus deseos si la cosa se profundiza? ¡Ay, pena, penita, pena!

Todo por 9 euros

Cuando una mujer alemana puso a la venta un CD de Eric Clapton en eBay el pasado junio, pensó que –con suerte– podría sacar unos nueve euracos por el álbum que había sido comprado por su difunto esposo décadas antes. Lo que jamás imaginó la señora es que la venta llegaría a oídos del propio Clapton, y menos que menos, que la llevaría a juicio por infracción de derechos de autor. Lo que susodicha Gabriele P. desconocía era que su copia era trucha, y aunque ni vendió el CD ni la oferta estuvo más de un día online, ahora debe unas cuatro lucas en honorarios. De ambas partes, en miras de que fue declarada culpable por la Justicia y debe cubrir todos los gastos legales del proceso. Para el legendario guitarrista, la victoria legal ha resultado ser una tremenda derrota en el plano de la popularidad, en picada desde que fuera señalado por el público como el villano del caso: ha caído especialmente antipático entre mucha, mucha gente que un artista de tan larga y condecorada trayectoria se haya ensañado con una señora de Ratingen, pequeña ciudad germana, por tan poca cosa. Gabriele, después de todo, no es una pirata profesional: solo estaba poniendo en orden su casa, queriendo desprenderse de algunas viejas posesiones; como este disco, Eric Clapton-Live USA, que como ella explicó, “mi marido no compró ilegalmente sino en una tienda, en 1987”. Un juez del tribunal regional de Düsseldorf, por cierto, fue tan implacable como el mismo artista: aunque ella incurrió en la petite ilegalidad con candidez absoluta, le rechazó la posibilidad de apelar. También le aclaró que, si volvía a intentar vender este disco de contrabando, podía enfrentar una pena de hasta seis años en prisión. “Los costos suelen ser mínimos a menos que el caso se discuta en la corte, que es lo que sucedió aquí, cuando la señora instruyó a sus propios abogados”, dijo Michael Eaton, gerente comercial de Clapton, queriendo pasarle la pelota a la alemana. Por la ola de críticas, por cierto, el equipo legal del músico sacó un comunicado aclarando que no hubo intención de hostigar a la señora ni se recolectará el efectivo ganado en la corte. Demasiado poco, demasiado tarde, para mucha gente, que sigue teniendo a Eric atragantado.